Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus

Fue

Será

Ediciones anteriores

 

Jueves 23 de Septiembre de 1999
tapa

Esta vez el tradicional encuentro del tradicional 21 de setiembre en los Bosques de Palermo, tuvo mucho sponsor, cámaras de televisión y una remake porteña del famoso Love Parade.
Y además, lo de siempre: tribus, humo, tetra, cerveza, algún que otro punga,
mucha policía y chispitas a punto de estallar. Esta sí que es Argentina.

PABLO PLOTKIN

“¡Saludeeeeeeeemos el cielo
de Buenos Aires! ¡Arriba
las palmas! ¡A bailar! ¡A saltar!
”,
se deshacía en aullidos un tipo, mezcla de predicador evangelista y profesor de aerobics, sobre el camión de Brahma apostado junto a uno de los lagos de Palermo. Había siete en total, todos provistos por diferentes empresas. Además de chicas hermosas bailando en bikini sobre los escenarios, musculosos moviendo el culo, 900 policías, tecno bueno y malo, sol, promotoras y los más de 20 mil supuestos protagonistas, convertidos en espectadores pasivos del Energy Parade que el martes pasado –Día de la Primavera y del Estudiante– tuvo lugar en los bosques de Buenos Aires. Una versión pretendidamente organizada del ritual “caótico” que todos los años se celebra masivamente en Palermo: esta vez lleno de estímulos visuales pero con poca diversión. Así que muchos se escaparon de la zona de consignas y festejaron a su modo, en las afueras del parque.
Presentado como una versión argentina del Love Parade de Berlín, la fiesta organizada por la radio que tomó la posta de la Z95 en eso del “tecno” empezó temprano, a las diez de la mañana. Una multitud ecléctica empezó a llegar a mediodía, mientras los Dj’s musicalizaban la tarde y muchos se desilusionaban del clima de complejo vacacional previsible que se respiraba ahí. “No duramos ni media hora”, se resignó Laura, una chica de 16 años de Saavedra, mientras cruzaba el Rosedal con sus amigos para terminar en el clásico picnic primaveral. Punks, darks, stones, ravers, pungas, heavies, travestis y freaks iban y volvían del epicentro de la fiesta. Algunos retozaban al sol, otros tomaban cartones de Arizu, Bordolino y Resero, otros comían choripán, helados y tomaban gaseosa, y otros hacían campeonatos de jueguito en las explanadas menos pobladas. Los animadores arengaban desde los camiones, con consignas como “No a la violencia”, “Hagamos vibrar la Tierra” y así. Pero la Tierra no vibraba. Y si pretendía ser un recital, sólo frente al camión de URL se paraba la gente que quería escuchar un poco de música en vivo, con las performances de Adicta, Sector 7G y Juan Self, entre otros.


Una multitud se amontonaba al pie del rincón auspiciado por 7 Up, y mientras Hernán Cattáneo pinchaba discos en la cabina, las consignas bajaban a un público que los portavoces del festival pretendían obediente. Así que cuando la cosa se ponía un poco efusiva, alguien hacía bajar la música, tomaba el micrófono y arengaba: “¡Vamos a divertirnos en paz!”. Sucedió a eso de las tres de la tarde, cuando empezaron a volar algunas latas semivacías y la organización temió un desbande. “Vamos a ver después, cuando todos se mamen bien mamados”, le comentaba de costado un policía a otro, en una de las calles perimetrales de los bosques. Lo que ocurrió más allá de la pista delimitada por Energy, fue más o menos lo de todos los años: parejas, grupos de amigos, porro, vino barato, cerveza en botellas de plástico, vendedores ambulantes y picnics. Esta vez la fiesta tenía una estructura, pero ciertas cosas no fueron del todo previstas: menos de diez baños para más de 20 mil personas no parece suficiente. Si no pregúntenle a las cientos de chicas que hacían filas inabordables por el inodoro de alguno de los cuatro baños químicos más cercanos.
Las mujeres en bikini seguían moviéndose bien sobre los camiones, los animadores seguían vociferando cosas (“este chabón se cree que está en Londres”, observó un pibe que parecía no entender bien qué pasaba) y la gente se paseaba. Los travestis y los punks más producidos hablaban para Crónica TV, proponían una primavera abierta y desprejuiciada y se sacaban fotos con turistas. El saludable crossover de público fue lo mejor de la tarde. Había gente de todos los barrios e indumentarias: pibes con remeras de Sumo, Marilyn Manson, Chelo (el carismático cantante de Green), Viejas Locas, Adidas flúo, Boca, River, la selección. El resto dependía de lo que cada cual hiciera. Pocos bailaban, y sólo algunos hacían caso a las coreografías que proponían los instructores acreditados. Había algo –una sensación de no formar parte de la “celebración”– que parecía incomodar a muchos. Esa mayoría que se alejaba para evitar que alguien, con la remera de una gaseosa, les enseñara cómo festejar el Día de la Primavera.