Esta
vez el tradicional encuentro del tradicional 21 de setiembre en los Bosques
de Palermo, tuvo mucho sponsor, cámaras de televisión y
una remake porteña del famoso Love Parade.
Y además, lo de siempre: tribus, humo, tetra, cerveza, algún
que otro punga,
mucha policía y chispitas a punto de estallar. Esta sí que
es Argentina.
PABLO PLOTKIN
¡Saludeeeeeeeemos
el cielo
de Buenos Aires! ¡Arriba
las palmas! ¡A bailar! ¡A saltar!,
se deshacía en aullidos un tipo, mezcla de predicador evangelista
y profesor de aerobics, sobre el camión de Brahma apostado junto
a uno de los lagos de Palermo. Había siete en total, todos provistos
por diferentes empresas. Además de chicas hermosas bailando en
bikini sobre los escenarios, musculosos moviendo el culo, 900 policías,
tecno bueno y malo, sol, promotoras y los más de 20 mil supuestos
protagonistas, convertidos en espectadores pasivos del Energy Parade que
el martes pasado Día de la Primavera y del Estudiante
tuvo lugar en los bosques de Buenos Aires. Una versión pretendidamente
organizada del ritual caótico que todos los años
se celebra masivamente en Palermo: esta vez lleno de estímulos
visuales pero con poca diversión. Así que muchos se escaparon
de la zona de consignas y festejaron a su modo, en las afueras del parque.
Presentado como una versión argentina del Love Parade de Berlín,
la fiesta organizada por la radio que tomó la posta de la Z95 en
eso del tecno empezó temprano, a las diez de la mañana.
Una multitud ecléctica empezó a llegar a mediodía,
mientras los Djs musicalizaban la tarde y muchos se desilusionaban
del clima de complejo vacacional previsible que se respiraba ahí.
No duramos ni media hora, se resignó Laura, una chica
de 16 años de Saavedra, mientras cruzaba el Rosedal con sus amigos
para terminar en el clásico picnic primaveral. Punks, darks, stones,
ravers, pungas, heavies, travestis y freaks iban y volvían del
epicentro de la fiesta. Algunos retozaban al sol, otros tomaban cartones
de Arizu, Bordolino y Resero, otros comían choripán, helados
y tomaban gaseosa, y otros hacían campeonatos de jueguito en las
explanadas menos pobladas. Los animadores arengaban desde los camiones,
con consignas como No a la violencia, Hagamos vibrar
la Tierra y así. Pero la Tierra no vibraba. Y si pretendía
ser un recital, sólo frente al camión de URL se paraba la
gente que quería escuchar un poco de música en vivo, con
las performances de Adicta, Sector 7G y Juan Self, entre otros.
Una multitud se amontonaba al pie del rincón auspiciado por 7 Up,
y mientras Hernán Cattáneo pinchaba discos en la cabina,
las consignas bajaban a un público que los portavoces del festival
pretendían obediente. Así que cuando la cosa se ponía
un poco efusiva, alguien hacía bajar la música, tomaba el
micrófono y arengaba: ¡Vamos a divertirnos en paz!.
Sucedió a eso de las tres de la tarde, cuando empezaron a volar
algunas latas semivacías y la organización temió
un desbande. Vamos a ver después, cuando todos se mamen bien
mamados, le comentaba de costado un policía a otro, en una
de las calles perimetrales de los bosques. Lo que ocurrió más
allá de la pista delimitada por Energy, fue más o menos
lo de todos los años: parejas, grupos de amigos, porro, vino barato,
cerveza en botellas de plástico, vendedores ambulantes y picnics.
Esta vez la fiesta tenía una estructura, pero ciertas cosas no
fueron del todo previstas: menos de diez baños para más
de 20 mil personas no parece suficiente. Si no pregúntenle a las
cientos de chicas que hacían filas inabordables por el inodoro
de alguno de los cuatro baños químicos más cercanos.
Las mujeres en bikini seguían moviéndose bien sobre los
camiones, los animadores seguían vociferando cosas (este
chabón se cree que está en Londres, observó
un pibe que parecía no entender bien qué pasaba) y la gente
se paseaba. Los travestis y los punks más producidos hablaban para
Crónica TV, proponían una primavera abierta y desprejuiciada
y se sacaban fotos con turistas. El saludable crossover de público
fue lo mejor de la tarde. Había gente de todos los barrios e indumentarias:
pibes con remeras de Sumo, Marilyn Manson, Chelo (el carismático
cantante de Green), Viejas Locas, Adidas flúo, Boca, River, la
selección. El resto dependía de lo que cada cual hiciera.
Pocos bailaban, y sólo algunos hacían caso a las coreografías
que proponían los instructores acreditados. Había algo una
sensación de no formar parte de la celebración
que parecía incomodar a muchos. Esa mayoría que se alejaba
para evitar que alguien, con la remera de una gaseosa, les enseñara
cómo festejar el Día de la Primavera.
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