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Jueves 30 de Septiembre de 1999
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La inminente aparición de un nuevo disco y todo el circo internético montado a su alrededor (sus canciones se pueden escu-char, alternativamente, en trece sitios diferentes de la red, antes del 4 de octubre), vuelven a ubicar en el centro de la escena al hombre que cayó a la Tierra. Desde ese lugar donde la verdad no pesa y las estrellas revientan, Bowie repasa su vida para arribar a la conclusión, coincidiendo con Clemente, que todo fue para estar con una mujer.

ROQUE CASCIERO


En enero del 2000 cumplirá 53 años y las arrugas se le notan. Una por una. Y muchas de las canciones de su nuevo disco, hours..., hablan sobre elecciones equivocadas y oportunidades perdidas. Sin embargo, en lo personal, David Bowie parece estar en su mejor momento: lleva largo tiempo felizmente casado con la bellísima modelo Imán, vive en las Islas Bermudas (lejos del frío de su Brixton natal), mantiene una excelente relación con su hijo Duncan Haywood Zowie Jones (de su matrimonio con Angie Barnett) y en mayo de este año recibió un doctorado honorario de parte del renombrado Berklee College of Music.
Si todo va bien, entonces, ¿por qué escribir estrofas cargadas de desaliento como “Toda mi vida he tratado duramente/ de hacer lo mejor con lo que tenía/ No pasó demasiado; siempre lo mismo”? Es que las canciones de hours... no deben ser tomadas como un repaso de la vida de su autor, por más que hasta la información para la prensa que ha distribuido su sello editor, Virgin, insista en eso. “Se trata de temas en los que intenté escribir para las personas de mi generación -.le explicó Bowie a la revista inglesa Q. Así que debí sumergirme en una situación psicológica de poca felicidad en la vida, lo cual no es cierto en mi caso. Tuve que crear esas situaciones. En el disco hay mucho sobre un tipo que se enamora y se desenamora y se siente decepcionado y todo eso. En realidad, yo no estoy pasando por algo así, pero fue un buen ejercicio intentar capturar lo que veo, incluso entre mis amigos, esa especie de vidas vividas a medias. Es triste y uno no puede hacer nada al respecto”.
Las cosas parecen ponerse más autobiográficas en la canción “Seven”, donde Bowie menciona a sus padres y a su hermano (Terry Jones, que se suicidó luego de pasar buena parte de su vida en un manicomio). Pero... ¡Ups! Nuevo error. “No son necesariamente mi madre, padre y hermano, se trata de la unidad familiar -.aclaró–. Obviamente, soy completamente consciente de cómo la gente lee las cosas en temas así. Estoy seguro de que aparecerá algún boludo diciendo: ‘Oh, habla de Terry, su hermano, y está muy mal por lo de aquella chica de 1969, aunque se haya recuperado...’ Dado que yo he sido un compositor bastante elíptico, creo que la gente se ha acostumbrado a interpretar mis letras a su modo. Así que no tiene mucho que ver conmigo. Igual, sé que las canciones tienen una segunda vida apenas las doy a conocer”.
Aunque las letras de hours... no sean la confesión que podría intuirse, la música del álbum sí se parece bastante a una memoria y balance de la cambiante carrera de Bowie. Ayudado en la composición por su compinche favorito de los 90, el guitarrista Reeves Gabrels, por un momento el eterno camaleón del rock rescata destellos de su pasado. “Something in the air”, por ejemplo, recuerda a “Seven years in Tibet”, un tema de Earthling (1996). “Survive” y “Seven” van más atrás: hacen pensar en las baladas acústicas de la época de The man who sold the world (71). “What’s really happening” (cuya letra fue terminada por un muchacho que ganó un concurso vía Internet armado por el propio Bowie) remite a Tin Machine, el cuarteto de hard rock que el cantante, Gabrels y los hermanos Hunt y Tony Sales conformaron a fines de los 80. “The pretty things are going to hell” tiene que ver desde el título con Hunky Dory (71), con el grupo The Pretty Things homenajeado en Pin Ups (73) y también con Raw Power, el disco que Bowie le produjo a los Stooges, pero se parece más a una imposible cruza entre Nine Inch Nails y los Spiders From Mars, la banda glam del inmortal Ziggy Stardust (72).
Hasta la salida mundial del disco, programada para el 4 de octubre, en el web site del Duque Blanco (www.davidbowie.com) pueden escucharse a diario 45 segundos de alguna de las diez canciones que componen hours... (la edición japonesa tendrá, como siempre, un tema extra, “We all go through”). En algunos países ya ha sido publicado “Thursday’s Child”, elsingle de adelanto, y también puede bajarse de Internet el álbum completo, pagando unos 13 dólares.
Además de Gabrels, en el disco colaboraron el bajista Mark Plati, el baterista Mike Leveque y el guitarrista invitado Chris Haskett. Bowie se encargó de algunas guitarras acústicas y de los teclados, además de las voces. La placa fue grabada en las Bermudas, en estado de semirreclusión: “Me alejé de todo durante ocho meses para no escuchar nada que pudiera influirme. Desafortunadamente, no pude escaparme de Ricky Martin...”
–El habló bien de vos en algunas entrevistas.
–Ahhh... Lo sé. Por eso es que debo tener tacto. No sé. No conozco demasiado sobre su vida y su música, simplemente sé que lo veo todo el tiempo en la tele y que suena constantemente en la radio y todo eso. (Piensa.) El no es irritante como alguna gente. Simplemente estoy informado de su presencia... ¿Estoy saliendo bien del paso? (Risas.)
A la larga, Bowie siempre sale bien del paso; su carrera lo demuestra. Ha pasado por todo (coqueteos con la bisexualidad, drogas, escándalos, un divorcio, éxitos y fracasos) y el mejor testimonio son sus arrugas, esas que no hace nada por ocultar. Su personalidad adictiva, que en el pasado lo llevó a tomar “hasta tranquilizantes para elefantes”, con el tiempo lo ha convertido en un obsesivo del trabajo. Además de hacer el álbum y mantener siempre fresca su página en Internet (claramente, su nueva droga), Bowie participó activamente en un juego para computadoras llamado Omikron, en el que grabó la voz de dos personajes (él mismo y Boz, un ser virtual) y compuso la banda sonora junto con Gabrels. Con tantas ocupaciones, debió rechazar algunas ofertas, como las de producir a los Red Hot Chili Peppers y a Marylin Manson, por ejemplo. Pero, según confiesa, ahora le da más importancia a su vida personal. “En mi juventud realmente sólo tenía tiempo para lo que estaba haciendo y eso hizo que me volviera muy solitario. Debo admitir, siendo simplista, que los 70 fueron así para mí. Trabajar con Brian Eno en Berlín (en los álbumes Low y Heroes, en 1977) empezó a cambiar mi vida hasta cierto punto, y creo que me tomó casi toda la década del 80 elaborar qué era lo que quería de la vida. Supongo que todo eso llegó a una maravillosa conclusión cuando conocí a Imán, porque fue como si me dieran un premio por haber tomado esas decisiones. Primero tomé las decisiones y después... (se ríe). Fue como si me dijeran: ‘Bueno, fuiste un buen chico, así que vas a pasar el resto de tu vida con ella’. Esa es la lección. No he aprendido nada más que eso. Pero el viejo Bob (Dylan) tenía razón, sé mucho menos ahora de lo que sabía entonces. Aunque... antes era más viejo, ahora soy mucho más joven”.