Por Suzanne Goldenberg* Desde Jerusalén El esfuerzo diplomático internacional está buscando imponer una tregua entre palestinos e israelíes. Y puede ser que esté dando resultados. Luego de choques de baja intensidad, si se los compara con los días pasados (ayer hubo dos palestinos muertos y una docena de heridos), la Casa Blanca y la ONU multiplicaron los intentos para sacar de la galera una cumbre de urgencia en Egipto entre el líder palestino Yasser Arafat y el premier israelí Ehud Barak. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, se reunió con Arafat y luego declaró que el líder palestino está de acuerdo �en principio� con una cumbre en 48 horas, y la cadena CNN sostuvo que la cumbre tendría lugar el lunes. Israel aún no se pronunció al respecto. Annan había vuelto raudamente del Líbano a Israel luego de ver a los helicópteros de combate israelíes disparando misiles contra el cuartel general de Arafat en la franja de Gaza, en represalia por el linchamiento de dos soldados israelíes. Hoy, el secretario general de la ONU se reunirá en Sharm el Sheij con el presidente egipcio Hosni Mubarak. A pesar del optimismo de Annan y de declaraciones de algunos dirigentes palestinos, la Casa Blanca repitió que para que haya una cumbre ambas partes deben renunciar a la violencia. �En realidad, no estamos poniendo ninguna condición para una reunión�, declaró el vocero de la Casa Blanca, Jake Siewert. De todos modos, Arafat y Barak siguen negándose a dialogar abiertamente, y en estas condiciones son muy pocas las probabilidades de éxito de una cumbre. Arafat pidió que Israel levante el cierre de fronteras dispuesto la semana pasada y que prohíbe la salida de cualquier vehículo palestino. La franja de Gaza también está cerrada. Del lado israelí, Barak ya le propuso al líder derechista Ariel Sharon, el mismo que desató el actual conflicto, formar un �gobierno de urgencia nacional�. El líder del Likud aceptaría, con la condición de que Barak retire todo lo que alguna vez propuso como concesión a los palestinos en la fracasada cumbre de Camp David, en julio. Esto es: no a la posibilidad de partir de cualquier modo a Jerusalén. La violencia disminuyó ayer, pero no desapareció, tal como se podía prever luego de que las organizaciones islámicas palestinas declararan ayer un �Día de la Furia� por el bombardeo israelí. En la ciudad cisjordana de Hebrón, un hombre recibió un disparo en el pecho luego de enfrentar a los soldados israelíes con slogans en apoyo al movimiento islámico Hamas. En Ramalá, centro del brutal linchamiento de los soldados israelíes, efectivos pertenecientes a tres tanques israelíes abrieron fuego sobre el escondite de un francotirador palestino. Funcionarios sanitarios palestinos dijeron que al menos tres personas resultaron heridas en otro cruce de fuego, incluyendo a un hombre que tenía la rótula partida. También hubo choques en Belén, fuera de un sitio sagrado judío, y en una aldea palestina en las afueras de Jerusalén, donde una multitud bloqueó las calles y las rutas con piedras y metales. Para el promedio de estos días, que ya dejaron cerca de 100 muertos, en su mayoría palestinos, los enfrentamientos de ayer fueron de baja intensidad. En la madrugada del viernes, Israel había lanzado un ataque adicional de misiles contra Jericó, pero ayer el uso de tanques y misiles estaba más restringido. Sin embargo, el conflicto ya pasó a otra etapa luego del ataque israelí y las perspectivas optimistas tienen que remar cada vez más. Funcionarios militares israelíes confiaron que a partir de ahora esperan una ola de atentados suicidas con bombas, para obligar a Arafat a liberar a cientos de militantes islámicos encarcelados, incluyendo los cerebros de algunas antiguas masacres. Luego del funeral de uno de los reservistas israelíes linchados en Ramalá, el ambiente en Israel se llenó de luto y de miedo. Los diarios israelíes reprodujeron una conversación vía teléfono celular entre la esposa de uno de los reservistas y sus asesinos, agudizando la sensación de repulsión (ver pág. 20). Creció el temor de que el conflicto en Israel se expanda en una ola de terrorismo en todo Medio Oriente. De hecho, una bomba estalló en una de las paredes de la embajada británica en Yemen (ver pág. 18). En muchas ciudades árabes, así como en los campos de refugiados palestinos en Líbano y Jordania, los manifestantes llamaron a la jihad (guerra santa). Los talibanes en Afganistán llamaron a una respuesta inmediata contra Israel. Miles de indonesios salieron a las calles en Yakarta. En El Cairo, la autoridad máxima del Islam sunnita, el sheik de la mezquita de Al-Azhar, Mohammed Sayyid Tantawi, llamó a los musulmanes a cortar cualquier lazo con Israel. Las naciones árabes se movilizaron para prestar ayuda médica a los palestinos por Gaza, vía Egipto. * The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
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