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Jueves 13 de Enero del 2000
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El Mosquito Sancineto, actor under todo terreno

“Si quiero,
hablo con
voz grave”

Las trasnoches de los fines de semana en Buenos Aires ofrecen un pequeño gran fenómeno de adhesión teatral. El responsable y causante del arrastre, con su Match de improvisación, cuenta un poco de su vida, no tiene problemas en exhibir ni declarar su ambigüedad y, sin falsos pudores, asegura que “el mejor regalo que recibí fue cuando mi vieja me dijo ‘qué linda mujer que sos...’

MARIANA ENRIQUEZ

A Mosquito Sancineto lo bautizó el director cinematográfico Bebe Kamin, en pleno rodaje de Los chicos de la guerra. “Mi personaje se llamaba El Gordo, pero yo no era gordo. Entonces Bebe me dijo ‘Vos sos mosquito para mí, porque sos flaquito, puro ojo y vas y venís y hablás y hablás todo el tiempo’”. El sobrenombre quedó. “Y... Gordo no era”, se lamenta hoy Mosquito. “Lamentablemente. Me gustaría tener carne”, acota. En esa época, Mosquito era un actor convencional, o como él lo explica, “que venía de trabajar mucho y aburrirme soberanamente”. Hasta que conoció a su maestro de teatro Norman Briski y comenzó a explotar potencialidades latentes. Desde entonces, Mosquito se convirtió en un actor que juega con la ambigüedad sexual, encabezando espectáculos provocativos y, según él mismo, “revolucionarios”. Cosa que no significa que no pueda interpretar otro tipo de personajes, si eso es lo que se requiere. “En ‘Hijo del Río’ de Ciro Capellari hago de villero. Todo el mundo siempre piensa que voy a estar vestido de mujer. Pero no: hago otras cosas. Hablo con voz grave, si quiero”.
“Yo tuve la mala suerte de llegar a Medio Mundo Varieté, que yo amaba como espectador, cuando ya estaban cerrando. El Parakultural cerró en el ‘91 y Medio Mundo por ahí, todo a principios de los noventa. Yo iba a ver a Urdapilleta, Claudia con K, La Noy, gente que admiro. Uno los veía llegar con su bolsito, humildemente, y después aparecían en el escenario transformados en estrellas. Y con un oficio perfecto. Yo me sentía representado en todo eso y quería seguir con esa línea. Y lo hice con ‘La Erótica’, con lo ambiguo y lo andrógino”. Aquel espectáculo, que Mosquito llevó adelante 1992 y hasta el ‘93, fue el primero en donde dio rienda suelta a sus inquietantes androginia e insolencia. Se hacía en Babilonia, donde se habían instalado cabinas en los corredores, que resultaban una suerte de peep show: la gente escuchaba por un agujerito y se ponía auriculares para espiar los 5 minutos de escenas eróticas que se ofrecían dentro. Había un cabaret en el primer piso, y anfitriones que recibían al público, servían de guías y los entretenían durante la espera en las cabinas. Mosquito eras el maestro de ceremonias de esta recorrida. “Mi personaje empezó a obtener más popularidad y me reservaron el final, que era el cierre erótico. Por computadora cada uno tenía que buscarse su símil erótico, y yo los ayudaba. Subían al escenario parejas y les hacía contar sus fantasías. Un vez que las contaban los invitaba a expresarlas e improvisarlas. Junto con otro actor, Martín Gervasone, jugábamos a representarlas. Se dieron cosas increíbles. Los espectadores se desnudaban... Pero era un trabajo de hormiguita, yo trabajaba con la gente: les hablaba durante todo el espectáculo, para relajarlos y ayudarlos a desinhibirse. Me reservaba a los que querían jugar”.
Poco después, Mosquito pasó a ser el maestro de ceremonias en las fiestas mayas (o más recordadas como las del Condon Clu). “Era como el travesti del rock’n’roll” cuenta, y se ríe. “Y me jacto de decir que nunca, ni en ‘La Erótica’ ni en las fiestas, nunca nadie me ofendió. Nunca tuve un revés. Eso sí, siempre alguien me gritaba ¡puto! y yo respondía inmediatamente. Se armó un clásico, me gritaban algo para que yo respondiera. Si no estaba el descolgado que gritaba para hacerse el macho, alguno de los que estaban ahí lo hacía a propósito, para tener ese momento”. Las fiestas surgieron con Aníbal Kohan, que tuvo la idea de una fiesta teatral. Mosquito puso el varieté. Había músicos, actores, transformistas, artistas plásticos. Poco a poco se transformó en algo masivo y, según cuenta, “empezaron a caer gays, vanguardia, heavies, rockeros, gente del pop. Una cosa de comunidades grossa. Teníamos que alquilar salones enormes. Jugábamos con la fantasía y el glamour. Y a pesar de que un stone de glamour no entiende nada, por ejemplo, se enganchaban. Bailábamos con ellos: tenían carnet de baile. Era una locura. Venía el heavie con carnet y me sacaba a bailar. O a otro. Yo les decía, me acuerdo, ‘sean caballeros con las chicas, no les eructen en la cara’”. Las chicas también recibían consejo: “No entreguen enseguida”. Las fiestassiguieron hasta 1996. “Pero todavía hoy hay gente que se acerca y me dice ‘¿te acordás cuando bailamos juntos?’. Yo ni me acuerdo, a veces. Pero siempre les digo que sí. Hasta hace poco, Mosquito hacía un espectáculo en Bukowski, “Enamorada del Muro”, junto a Micki Rufa. “Ahí desarrollamos lo femenino, el transformismo, dentro de la línea del grotesco, el absurdo y del humor negro. Son dos mujeres en distintas situaciones. Una parodia de telenovela con dos hermanas domésticas que no se reconocen hasta el final, y dos amas de casa menemistas-nuevas ricas que terminan siendo lesbianas, porque sus maridos son unos hijos de puta, pero no los dejan, porque son putas de sus maridos. Es grotesco el modo de actuar, pero nos maquillamos perfectas y quedamos muy bonitas”.
–¿Y qué les dicen las mujeres?
–Hay mujeres que nos odian, porque el marido nos mira y nos desea. Y otras me dicen ‘¡son más femeninas que yo!’. Te tocan la cara y te dicen ‘qué suave, qué linda...’, con un dejo de bronca (risas). A mí me gustan las mujeres, me gusta observarlas. Pero me gusta la mujer femenina. Y uno saca lo femenino de adentro con su vestidito y su oropel. A otras les atrae: las mujeres son más mandadas en lo sexual que los varones, comparten el hombre, duermen juntas, se tocan. En los varones no hay mucha predisposición. Los que vencen eso son los mejores hombres que conozco.
–¿Pero te parece que ahora hay más aceptación con las elecciones sexuales que antes?
–Hay mucha más aceptación. Es hasta natural la atracción con el mismo sexo. Pero, la verdad, yo no creo en superación. En esa cosa de ‘no me importa que me metan los cuernos’ o ‘yo acepto sus historias homsexuales’ etc... Mentira. Es un verso. A nivel fantasía sí, pero a nivel real no estamos educados para eso. No somos suecos. A mí me llevó muchos años superar muchas cosas, no salí un día a la calle a besar a un hombre y todo bien. Por ejemplo, yo rechazaba a los travestis, tenía esa educación. Hasta que los conocí, y me encontré con que estaba todo bien.
–¿Tus viejos van a ver tus espectáculos?
–Mi mejor regalo en la vida fue verlos a mis viejos sacándome fotos, y yo vestido de mujer. Y que mi mamá me diga ‘qué linda mujer que sos’. Saben que es un trabajo y lo respetan. A partir de ahí ellos han crecido. Son gente muy grande. Y fue gracias a lo que hago que ellos se superaron: a los 70 años de ellos podemos hablar de sexo. Hay cosas que no comento por respeto, pero no tengo que ocultarme ni mentirles. Tampoco les voy a decir que me encamé con la selección, pero si conozco a alguien que me llega al corazón, lo puedo llevar a mi casa.