El
Mosquito Sancineto, actor under todo terreno
Si
quiero,
hablo con
voz grave
Las
trasnoches de los fines de semana en Buenos Aires ofrecen un pequeño
gran fenómeno de adhesión teatral. El responsable y causante
del arrastre, con su Match de improvisación, cuenta un poco de
su vida, no tiene problemas en exhibir ni declarar su ambigüedad
y, sin falsos pudores, asegura que el mejor regalo que recibí
fue cuando mi vieja me dijo qué linda mujer que sos...
MARIANA ENRIQUEZ
A
Mosquito Sancineto lo bautizó el director cinematográfico
Bebe Kamin, en pleno rodaje de Los chicos de la guerra. Mi personaje
se llamaba El Gordo, pero yo no era gordo. Entonces Bebe me dijo Vos
sos mosquito para mí, porque sos flaquito, puro ojo y vas y venís
y hablás y hablás todo el tiempo. El sobrenombre
quedó. Y... Gordo no era, se lamenta hoy Mosquito.
Lamentablemente. Me gustaría tener carne, acota. En
esa época, Mosquito era un actor convencional, o como él
lo explica, que venía de trabajar mucho y aburrirme soberanamente.
Hasta que conoció a su maestro de teatro Norman Briski y comenzó
a explotar potencialidades latentes. Desde entonces, Mosquito se convirtió
en un actor que juega con la ambigüedad sexual, encabezando espectáculos
provocativos y, según él mismo, revolucionarios.
Cosa que no significa que no pueda interpretar otro tipo de personajes,
si eso es lo que se requiere. En Hijo del Río
de Ciro Capellari hago de villero. Todo el mundo siempre piensa que voy
a estar vestido de mujer. Pero no: hago otras cosas. Hablo con voz grave,
si quiero.
Yo tuve la mala suerte de llegar a Medio Mundo Varieté, que
yo amaba como espectador, cuando ya estaban cerrando. El Parakultural
cerró en el 91 y Medio Mundo por ahí, todo a principios
de los noventa. Yo iba a ver a Urdapilleta, Claudia con K, La Noy, gente
que admiro. Uno los veía llegar con su bolsito, humildemente, y
después aparecían en el escenario transformados en estrellas.
Y con un oficio perfecto. Yo me sentía representado en todo eso
y quería seguir con esa línea. Y lo hice con La Erótica,
con lo ambiguo y lo andrógino. Aquel espectáculo,
que Mosquito llevó adelante 1992 y hasta el 93, fue el primero
en donde dio rienda suelta a sus inquietantes androginia e insolencia.
Se hacía en Babilonia, donde se habían instalado cabinas
en los corredores, que resultaban una suerte de peep show: la gente escuchaba
por un agujerito y se ponía auriculares para espiar los 5 minutos
de escenas eróticas que se ofrecían dentro. Había
un cabaret en el primer piso, y anfitriones que recibían al público,
servían de guías y los entretenían durante la espera
en las cabinas. Mosquito eras el maestro de ceremonias de esta recorrida.
Mi personaje empezó a obtener más popularidad y me
reservaron el final, que era el cierre erótico. Por computadora
cada uno tenía que buscarse su símil erótico, y yo
los ayudaba. Subían al escenario parejas y les hacía contar
sus fantasías. Un vez que las contaban los invitaba a expresarlas
e improvisarlas. Junto con otro actor, Martín Gervasone, jugábamos
a representarlas. Se dieron cosas increíbles. Los espectadores
se desnudaban... Pero era un trabajo de hormiguita, yo trabajaba con la
gente: les hablaba durante todo el espectáculo, para relajarlos
y ayudarlos a desinhibirse. Me reservaba a los que querían jugar.
Poco después, Mosquito pasó a ser el maestro de ceremonias
en las fiestas mayas (o más recordadas como las del Condon Clu).
Era como el travesti del rocknroll cuenta, y se
ríe. Y me jacto de decir que nunca, ni en La Erótica
ni en las fiestas, nunca nadie me ofendió. Nunca tuve un revés.
Eso sí, siempre alguien me gritaba ¡puto! y yo respondía
inmediatamente. Se armó un clásico, me gritaban algo para
que yo respondiera. Si no estaba el descolgado que gritaba para hacerse
el macho, alguno de los que estaban ahí lo hacía a propósito,
para tener ese momento. Las fiestas surgieron con Aníbal
Kohan, que tuvo la idea de una fiesta teatral. Mosquito puso el varieté.
Había músicos, actores, transformistas, artistas plásticos.
Poco a poco se transformó en algo masivo y, según cuenta,
empezaron a caer gays, vanguardia, heavies, rockeros, gente del
pop. Una cosa de comunidades grossa. Teníamos que alquilar salones
enormes. Jugábamos con la fantasía y el glamour. Y a pesar
de que un stone de glamour no entiende nada, por ejemplo, se enganchaban.
Bailábamos con ellos: tenían carnet de baile. Era una locura.
Venía el heavie con carnet y me sacaba a bailar. O a otro. Yo les
decía, me acuerdo, sean caballeros con las chicas, no les
eructen en la cara. Las chicas también recibían
consejo: No entreguen enseguida. Las fiestassiguieron hasta
1996. Pero todavía hoy hay gente que se acerca y me dice
¿te acordás cuando bailamos juntos?. Yo ni me
acuerdo, a veces. Pero siempre les digo que sí. Hasta hace poco,
Mosquito hacía un espectáculo en Bukowski, Enamorada
del Muro, junto a Micki Rufa. Ahí desarrollamos lo
femenino, el transformismo, dentro de la línea del grotesco, el
absurdo y del humor negro. Son dos mujeres en distintas situaciones. Una
parodia de telenovela con dos hermanas domésticas que no se reconocen
hasta el final, y dos amas de casa menemistas-nuevas ricas que terminan
siendo lesbianas, porque sus maridos son unos hijos de puta, pero no los
dejan, porque son putas de sus maridos. Es grotesco el modo de actuar,
pero nos maquillamos perfectas y quedamos muy bonitas.
¿Y qué les dicen las mujeres?
Hay mujeres que nos odian, porque el marido nos mira y nos desea.
Y otras me dicen ¡son más femeninas que yo!.
Te tocan la cara y te dicen qué suave, qué linda...,
con un dejo de bronca (risas). A mí me gustan las mujeres, me gusta
observarlas. Pero me gusta la mujer femenina. Y uno saca lo femenino de
adentro con su vestidito y su oropel. A otras les atrae: las mujeres son
más mandadas en lo sexual que los varones, comparten el hombre,
duermen juntas, se tocan. En los varones no hay mucha predisposición.
Los que vencen eso son los mejores hombres que conozco.
¿Pero te parece que ahora hay más aceptación
con las elecciones sexuales que antes?
Hay mucha más aceptación. Es hasta natural la atracción
con el mismo sexo. Pero, la verdad, yo no creo en superación. En
esa cosa de no me importa que me metan los cuernos o yo
acepto sus historias homsexuales etc... Mentira. Es un verso. A
nivel fantasía sí, pero a nivel real no estamos educados
para eso. No somos suecos. A mí me llevó muchos años
superar muchas
cosas, no salí un día a la calle a besar a un hombre y todo
bien. Por ejemplo, yo rechazaba a los travestis, tenía esa educación.
Hasta que los conocí, y me encontré con que estaba todo
bien.
¿Tus viejos van a ver tus espectáculos?
Mi mejor regalo en la vida fue verlos a mis viejos sacándome
fotos, y yo vestido de mujer. Y que mi mamá me diga qué
linda mujer que sos. Saben que es un trabajo y lo respetan. A partir
de ahí ellos han crecido. Son gente muy grande. Y fue gracias a
lo que hago que ellos se superaron: a los 70 años de ellos podemos
hablar de sexo. Hay cosas que no comento por respeto, pero no tengo que
ocultarme ni mentirles. Tampoco les voy a decir que me encamé con
la selección, pero si conozco a alguien que me llega al corazón,
lo puedo llevar a mi casa.
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