EXCLUSIVO: DESDE LAS CALLES DEL DESENGAÑO, MANU CHAO HABLA SOBRE
SU SEGUNDO DISCO SOLISTA Y LOS DIAS DE AGITE LATINOAMERICANOS
Clandestino
me dio un cheque en blanco
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Cuando
falta un mes para que llegue a la Argentina (en los primeros días
de mayo se presentará en Rosario y Mendoza, no en Buenos Aires),
el francés que cambió el rumbo del rock latino habló
con el No en México, donde convocó a 150 mil personas
en la primera escala de su gira por Latinoamérica. La industria,
la prensa, los conciertos programados, las presiones y todo eso que
le importa un carajo. De cómo un disco que el ex
Mano Negra consideraba el último de su carrera terminó
musicalizando los días y las noches de Bali, la Patagonia y buena
parte del tercer mundo.
Textos:
MONICA
MARISTAIN
(DESDE MEXICO)I
Llega
cansado al lobby del hotel Meliá, situado en una zona céntrica
del DF, a pocas cuadras de la Alameda frente al Palacio Nacional de Bellas
Artes, donde acaba de dar un concierto gratuito para una radio de rock
mexicana. Sí, es Manu Chao. Lo primero que sale de sus labios en
el encuentro con el No es la palabra medialunas: memoria gastronómica
de un país que visitará en mayo (dará dos shows,
al menos anunciados: el 4 en Rosario y el 6 en Mendoza). Sus 38 años,
su profusión de canas, su pasaporte europeo y su amor por los inmigrantes.
Datos de un artista del que mucho se ha hablado en todos los medios de
comunicación del mundo. ¿Quién no tiene una anécdota
qué contar acerca de sus usos y costumbres en las ciudades (muchas)
que visita alrededor del planeta? Aquellos africanos nostálgicos
que en los bares fronterizos italianos escuchan Clandestino y lloran.
La afición del músico francés por los tacos que hacen
a la salida del metro Hidalgo. Su última visita a la Argentina.
Las discusiones que tuvo con los organizadores de su concierto en el Teatro
Metropolitan de México, el domingo último, a causa de la
diferencia en el precio de las entradas. Hecho que, según la visión
de Manu, promueve la división de clases. También
aparecen los encuentros con amigos en el Salón Corona, un bar cutre
donde se sirve la mejor cerveza de barril en todo México. Y Manu
se define: Soy un cuate del montón que muchas veces quisiera
ser invisible.
La presentación en México de Manu Chao formó parte
del Festival del Centro Histórico, un megaevento con más
de cuatrocientos espectáculos a lo largo de 20 días en la
capital azteca que, además de la presentación del ex Mano
Negra, convocó las bellas artes del jazzista Paquito DRivera,
de la coreógrafa alemana Susanne Linke y de su compatriota cantante
Ute Lemper, entre otros. Traído por el Instituto Francés
de Cultura, Manu dice que fue casualidad que el primer puerto
de una gira por siete países latinoamericanos (México, Bolivia,
Ecuador, Perú, Ecuador, Chile y Argentina) haya sido la tierra
de Moctezuma. Aunque luego duda y se retracta: Bueno, casualidad...
teníamos muchas ganas de venir, la banda estaba recién formadita,
tenemos tres semanas juntos y quisimos salir de gira para tomar músculo.
La banda a la que se refiere Chao es un grupo de siete instrumentistas,
ninguno de los cuales podría ser definido como virtuoso, acaso
porque, como declaró el artista en una oportunidad, todos son amigos
del barrio antes de ser músicos. Queremos ser un colectivo
de tíos positivos y no lo que se considera que tiene que ser un
grupo de rock, explica. David en la batería, Gambip en el
bajo, Magid y el argentino Tato en las guitarras (ver página 7),
Giani en el trombón, Ibrahim en la percusión y B. Roy en
el acordeón, musicalizan las sencillas canciones de Manu con ritmos
rudimentarios, privilegiando los arreglos en clave ska y reggae. Si este
hombre pequeño fue capaz de revolucionar el mercado musical latino
con Clandestino canciones de tres tonos, bastante parecidas entre
sí, como capítulos de un diario de viaje no habrá
sido por seguir preceptos de conservatorio. Sin embargo, nobleza obliga
admitir que esta banda hecha para la ocasión no está a la
altura de la sensibilidad compositora de Manu. Los arreglos, desajustados
y antiguos, dejan anémicas rolas exquisitas como Día
luna día pena, El señor Matanza o Lágrimas
de oro. ¿Les importa a sus seguidores? A los mexicanos, al
menos, muy poco.
Buenas noches, México. Próxima estación: esperanza.
Encantado de estar en estas tierras, de todo corazón. El
discurso de Manu fue ovacionado por alrededor de 150 mil (sí: 150
mil) personas que escucharon como en trance su concierto en la Plaza de
la Constitución, más conocido como el Zócalo. El
sonido no estuvo preparado para la gran masa convocada por el artista,
pero tampoco importó. Dos pantallas de video a cada lado del escenario
proyectan la participación de Los de Abajo y de Panteón
Rococó como teloneros. Luciendo en su remera una estrella roja
del EZLN, Manu empezaba un recital que México no olvidará
durante mucho tiempo. Más de 50 canciones en más de dos
horas de concierto ininterrumpido hicieron vibrar a una multitud que si
por algo se destacó fue precisamente por la tolerancia: los rastas
con los punks, los padres de familia con sus banquetas de lona, los cuarentones
sesentistas, los artistas, los universitarios, los franceses afincados
en tierra azteca. Había hasta un tailandés que parecía
no haberse bañado en años y que en media lengua ofrecía
tragos de mezcal a las chicas bonitas de la plaza.
Antes de hacer Clandestino estuve viajando mucho por toda Latinoamérica,
cuenta Manu en la entrevista. De ahí salió el disco:
de los taquitos de Hidalgo, de las medialunas de Buenos Aires...
Dueño de una voluntad política que se deduce fácilmente
en las canciones, el artista aclara que no quiere adoctrinar a nadie.
Cualquiera que tenga el altavoz tiene que usarlo para denunciar
todos los males que aquejan a la humanidad, y si el artista logra tenerlo,
no debe pensarlo dos veces: tiene que alzar su voz por los que no tienen
oportunidad de hacerlo.
No le gustan las giras. Prefiero tocar en bares o en el muelle de
Barcelona, dice. Lo de tener conciertos anunciados y todo
eso, para mí era algo que ya había dejado atrás.
Lo he vivido bien, lo he disfrutado a pleno y estaba ya bien comido con
ese tema, pero la casualidad de la vida hizo que la gente que está
tocando conmigo ahora estaba disponible en el momento en que yo los necesitaba.
Por eso nos juntamos y me dieron ganas de dar una vuelta con ellos. Me
hace mucha ilusión que los chavales de mi banda estén por
ejemplo en México, descubriendo todo esto, pues nunca habían
cruzado el charco.
Su búsqueda sonora no tiene secretos. Se define como un periodista
musical. Viaja por el mundo con un pequeño estudio que le
permite tomar pequeñas instantáneas: grabar ahí
donde surge la música. La música es alegre,
prosigue. A mí me gusta hacer música para pasarla
bien, lo más simple posible, y cuando escucho a los corridos, sus
vientos desafinados, pienso: si estás haciendo una grabación
para otro tipo de música, vientos desafinados no, y con los corridos
no importa. ¡Venga!, me encantan los vientos desafinados.
¿Sabes?, pregunta sin esperar respuesta. El disco
Clandestino cambió muchas cosas; fue una inmensa sorpresa, nunca
pensé que iba a funcionar de esa manera. Estoy muy orgulloso de
cómo se difundió el disco, comenzó a venderse de
mano en mano, no tuvo una promoción clásica y nos está
asustando cada día más de cómo se está escuchando
en todo el mundo. Clandestino es un disco de viajeros; llega alguien de
Bali en Barcelona y me cuenta que en una cabaña de Bali se estaban
escuchando mis canciones. En la Patagonia lo mismo, y eso es muy bonito.
Conocido por su aversión a la prensa de grandes dimensiones,
Chao maneja con absoluta libertad el tiempo y el modo de difundir sus
ideas y su música. A mí me da resultados, no sé
si ésa es la mejor manera, pero es la mía, y ya, resume.
Así también escucha la música que suena en estos
días. No estoy al tanto de lo último que se edita;
escucho lo que me regalan. Es que no sé lo que está saliendo
realmente en el panorama mundial, asegura. Tiene un disco a punto
de salir. No quiere dar muchas precisiones sobre el tema. Sólo
menciona la existencia de cuarenta canciones nuevas. Me estoy yendo
de cabeza a otra movida como Clandestino, y encantado de la vida. No tengo
ninguna presión. Con la banda actual tocaremos hasta que no querramos
hacerlo más. Mirá, Clandestino me ha dado un gran cheque
en blanco, una gran fuerza, porque para mí era mi último
disco y no el principio de una carrera solista. El disco ha reventado
así y mucha gente está llegando con una onda de puta madre,
y yo vivo todo esto como una propina que me da Clandestino. Voy para adelante
a muerte, pero no tengo ninguna presión carrerista ni nada de eso.
Es que todo eso, además, me importa un carajo. Todo eso está
detrás y tengo una posición muy fuerte frente al comercio,
los medios de comunicación... Es algo bastante curioso, estoy muy
tranquilo, no me da miedo subir al escenario, nunca tuve tanta libertad
como ahora. Si lo que estamos haciendo ahora va a rendir un mil por ciento,
me interesa, si vamos a bajar al 120 por ciento, pues lo dejo todo y me
voy a dar la vuelta al mundo con mi novia y punto, o me aparco en un lado,
me lo paso pipa y grabo mis canciones fumando marihuana y tocando en el
bar de la esquina. Feliz de la vida. Esta salida tiene que ser muy fuerte
como para que sigamos. Y en estas dos semanas, ¡ay, mi madre!, la
estamos pasando de puta madre.
No me siento joven ni viejo, me siento yo, me siento bien,
afirma. Hombre, me siento bárbaro porque los jóvenes
escuchan mi música, pero mejor me siento cuando descubro a niños
de siete años cantando mis canciones. Hasta las abuelas de 65 me
siguen y eso es fabuloso. La gente que nos escuchaba con Mano Negra o
Radio Bemba estaba entre los 17 y los 35 años, pero ahora he llegado
a un público más amplio. Para mí, lo más bonito
de Clandestino fueron los niños, alucino con los niños que
son fans.
Vive en Barcelona, donde al regreso de su gira latinoamericana mezclará
su próximo disco. Créeme ruega, no es
que no quiera decirte algo más del disco, lo que pasa es que hay
cuarenta canciones, hay que elegir, y depende de las que elija el disco
se disparará para un lado o para el otro. A mi regreso, me tomaré
quince días, me encerraré con 100 gramitos de marihuana
y terminaré de armarlo. Está ilusionado con su visita
a la Argentina, último punto del tour. No hay tacos allí,
pero tengo mis costumbres. Me hace ilusión, además, tocar
en Rosario y en Mendoza, que son dos ciudades en donde nunca habíamos
podido tocar. Va a estar guay. Seguro.
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