El
cazador de sonidos
Y
la banda
siguió tocando
JORGE
LUIS FERNANDEZ
Cuando
James Cameron decidió teñir su versión del hundimiento
del Titanic con un dato ficticio, se inclinó por la obvia historia
de amor entre Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Sin embargo, durante
la tragedia ocurrió un hecho real tan o más heroico y
atractivo que el de la ficción: según cuenta la leyenda,
la orquesta siguió tocando mientras se hundía el barco,
suceso también contado en la millonaria versión del cineasta
autoproclamado El rey del mundo (ja). Entre quienes sienten
nostalgia por esta epopeya se encuentra el músico inglés
Gavin Bryars, que rindió homenaje a sus pares de la única
forma que podía hacerlo: componiendo. Así surgió
The Sinking of the Titanic, una de las obras cumbre más emotivas
de la música contemporánea.
El Titanic llevaba a bordo un quinteto de cuerdas, y otros tres músicos
que tocaban a la entrada del restaurante. Algunos sobrevivientes los
recordaron como gente afable, que interpretaba a petición cualquiera
de las 350 canciones incluidas en el songbook de White Star (la compañía
del Titanic). Tras la colisión del crucero con el iceberg, los
músicos se reunieron en el salón de primera para tranquilizar
a la tripulación con piezas de rag y vals, y de allí pasaron
a la cubierta. Pese a los datos, hay quienes sostienen que los músicos
largaron sus instrumentos antes de la catástrofe; pero lo cierto
es que ninguno de ellos quiso subir a un bote de salvataje, ni llegó
a sobrevivir a la tragedia.
Enseguida salieron especulaciones sobre cuál fue la última
canción interpretada. La sobreviviente Edwina Troutt aseguró
que fue el himno Nearer my God to Thee. El mayor Peuchen
afirmó haber escuchado Alexanders Ragtime Band
desde su bote. Y otro sobreviviente, el telegrafista Harold Bride, sostuvo
que la orquesta tocó el himno episcopal Autumn. Algunos
sospechan que hubo cierta confusión: Bride debió referirse
a Songe dAutomne, un vals de moda en 1912. Pero Bryars,
que siguió obsesivamente la historia de la tragedia, acabó
convencido de que la versión de Bride era la más fidedigna
(él fue, después de todo dijo-, responsable
de la recepción de mensajes). El himno sería usado
como leitmotiv para su primera obra minimalista.
Gavin Bryars (1943) dio sus primeros pasos en la escena inglesa de free
jazz como contrabajista del trío Joseph Holbrooke. Luego fundó
la Portsmouth Sinfonia, y en 1969 compuso The Sinking of the Titanic
para sexteto de cuerdas. La primera edición estuvo a cargo del
sello Obscure, de Brian Eno; en esta reedición, el músico
añadió campanas, instrumentos de viento con delay y el
lamento de un clarinete, en homenaje al flautista de la banda. Su idea
consistió en tocar Autumn en forma repetitiva, buscando
sonidos líquidos mediante efectos, y una reverberancia
que se extinguiera gradualmente, reflejando la percepción de
música tragada por el agua. Nuevamente, su inspiración
llegó del reporte de Bride a The New York Times, el 19 de abril
de 1912: El barco se zambullía como un pato, pero la banda
seguía allí. Creo que todos se hundieron. Fue algo noble.
Yo quedé flotando en mi salvavidas y todavía escuchaba
Autumn. No puedo imaginarme cómo lo hicieron.
¡Qué
monentos!
LOS BUENOS
La frase el pogo más grande del mundo irónica
o no antes del despelote monumental que se armó con
Ji ji ji. Va a quedar para la historia como el Gracias
totales, ¿no?
Juguetes perdidos, el domingo, y toda la coreografía
que los 70.000 redonditos pusieron al servicio de su canción.
La renovada versión de Preso en mi ciudad,
una perla.
El gozo por
el gozo mismo que conlleva el corito de Ya nadie va a escuchar
tu remera y la frase un último secuestro, no,
el de tu estado de ánimo, no. No, por favor.
La salida a
la cancha, sábado y domingo: bengalas, banderas, cohetería
a discreción y una agitación que ni con los Stones,
vieja.
|
LOS MALOS
Las corridas en el campo, el sábado. Nadie sabía
para dónde agarrar ni por qué había que
rajar. El ingreso de Basavilvaso y Figueroa Alcorta, el domingo.
La Infantería pegó como si fuera la última
vez.
Los chabones
descontrolados que se pasaron de rosca con los cócteles
y después pelaron facas, puntas y hasta cuchillos de
cocina. ¿Qué les pasa, loco? No parecen redondos...
Crónica
TV, por supuesto. Y el tipo que en los estudios de TN se las
daba de sociólogo, explicando algo que nunca entenderá.
Ah, y el que estaba en el móvil, asegurando que todas
las hinchadas del fútbol argentino cantan canciones de
los Redondos. ¿Cuál canción, chabón?
El subcomisario
de la 51ª Carlos Cheroni, uno de los encargados del operativo,
que dijo que todo había sido una fiesta (...).
l¿Fueron las últimas noches? ¿De verdad,
Carlos?
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Largo
es el otoño
con el Sr. Gillespi
Amigos,
llegó el momento de divertirnos Primera entrega
En este mundo desordenado, caótico, efímero, sin valores,
en donde uno vive metido en problemas, en donde uno jamás puede
llegar a ningún lado a horario, en donde pasar cada día
es una verdadera aventura... En este mundo, amigos, es fundamental saber
divertirse.
Un problema, hoy en día, es simplemente decidir a dónde
ir o qué hacer.
Hoy les voy a dar algunos consejos y lugares para pasarla bien.
CINE
Ultimamente, el cine se ha puesto tan previsible y aburrido que es casi
mejor quedarse en casa.
Absolutamente todas las películas son espectaculares en los primeros
veinte minutos, momento en el que el director pierde misteriosamente
toda inspiración, y cae indefectiblemente en cosas previsibles,
lógicamente increíbles, efectos innecesarios y finales
forzadamente lacrimógenos.
Lo que les aconsejo es que, pasada la media hora de proyección,
se proporcione la diversión usted mismo, pruebe cambiar de asiento
cada cinco minutos, y métale la mano entre las piernas a la persona
que tenga alrededor. O simplemente tírese de cabeza en el pasillo
fingiendo un ataque de epilepsia.
CONCIERTOS DE
ROCK
La única manera de demostrar que a usted le gusta un concierto
de rock es representar un espectáculo igualmente alocado y desenfrenado
entre el público. Párese en las sillas, revolée
todo el cuerpo, y (si puede) lance fuego por la boca. Posteriormente
intente empujar a toda la gente contra el escenario al grito de: ¡muévanse,
manga de idiotas...!.
No se preocupe por nada, a la gente de rock le gustan las manifestaciones
de afecto dramáticas y espectaculares, haga lo que haga es imposible
que usted llegue a llamar la atención en medio de un concierto
de rock.
Si el concierto es malo, espere a los artistas en la puerta para agarrarlos
a trompadas; eso los hará sentirse medianamente importantes.
Próxima
semana: eventos deportivos y museos. ¡No se lo pierdan!