MARTA DILLON
Ya
lo dice Charly García: Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada. Pero el límite es frágil.
El mundo casi siempre tira para abajo cuando nada te retiene en la superficie,
cuando no hay compromiso con esas cosas que a diario nos alimentan el
alma y que sin embargo es posible dejar caer porque es mucho esfuerzo,
porque una ya se siente grande para algunas situaciones o demasiado
mañosa para otras. Todas las relaciones exigen esfuerzos, concesiones,
silencios y renuncias. La vida no sigue igual después de un encuentro
uno de verdad quiero decir, uno de esos encuentros que nos desnudan
y así queremos entregarnos- y no todo lo que trae aparejado se
anota en la cuenta del haber. Pero vale la pena hacer el esfuerzo. Ya
se sabe que siempre estamos solos en la vida, que hasta la vida es un
bien pasajero y que nada pero nada nos llevaremos de este mundo. ¿Y
mientras tanto qué? Yo me resisto a dejar pasar las emociones
como si se deslizaran por un tobogán, un mágico segundo
arriba y después bajar y bajar. Todo el tiempo tiendo lazos porque
sin red no me animaría a caminar por la cornisa, que al fin y
al cabo es lo que nos exige el mundo. No me asusta estar atada a mis
afectos, tampoco hacer y deshacer los nudos de mi rutina. Sí
me da miedo cuando los lazos empiezan a apretar tan fuerte que dejan
surcos en estas manos que intentan retenerlos. Es un equilibrio difícil,
saber cuando hay que soltar. Ninguna tarea me parece peor que renunciar
a tiempo. Y sin embargo esa palabrita, renuncia, me hace ruido, una
mala interferencia, no me acostumbro a la retirada aunque ese acto desafíe
más al coraje que cualquier otra batalla. Igual, pelee o no pelee,
lo cierto es que no hay nada que se pueda poseer completamente, ni objeto
que por propio alimente el vacío de estar en este mundo. Todo
es tan frágil que debería contentarme con estar entera
y de pie, con mirarme en el espejo y tener los ojos limpios aunque
mojados y las manos abiertas para entregar y recibir sin quedarme
con nada más que aquello que se incorpora a esta soledad sin
remedio, porque fue mi alimento y también lo dejé partir.