Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
NO

todo x 1,99

Clara de noche

Convivir con virus
BoleteríaCerrado
Abierto

Ediciones anteriores

 

Jueves 20 de Abril de 2000
tapa
tapa del no

convivir con virus

MARTA DILLON

Ya lo dice Charly García: “Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada”. Pero el límite es frágil. El mundo casi siempre tira para abajo cuando nada te retiene en la superficie, cuando no hay compromiso con esas cosas que a diario nos alimentan el alma y que sin embargo es posible dejar caer porque es mucho esfuerzo, porque una ya se siente grande para algunas situaciones o demasiado mañosa para otras. Todas las relaciones exigen esfuerzos, concesiones, silencios y renuncias. La vida no sigue igual después de un encuentro –uno de verdad quiero decir, uno de esos encuentros que nos desnudan y así queremos entregarnos- y no todo lo que trae aparejado se anota en la cuenta del haber. Pero vale la pena hacer el esfuerzo. Ya se sabe que siempre estamos solos en la vida, que hasta la vida es un bien pasajero y que nada pero nada nos llevaremos de este mundo. ¿Y mientras tanto qué? Yo me resisto a dejar pasar las emociones como si se deslizaran por un tobogán, un mágico segundo arriba y después bajar y bajar. Todo el tiempo tiendo lazos porque sin red no me animaría a caminar por la cornisa, que al fin y al cabo es lo que nos exige el mundo. No me asusta estar atada a mis afectos, tampoco hacer y deshacer los nudos de mi rutina. Sí me da miedo cuando los lazos empiezan a apretar tan fuerte que dejan surcos en estas manos que intentan retenerlos. Es un equilibrio difícil, saber cuando hay que soltar. Ninguna tarea me parece peor que renunciar a tiempo. Y sin embargo esa palabrita, renuncia, me hace ruido, una mala interferencia, no me acostumbro a la retirada aunque ese acto desafíe más al coraje que cualquier otra batalla. Igual, pelee o no pelee, lo cierto es que no hay nada que se pueda poseer completamente, ni objeto que por propio alimente el vacío de estar en este mundo. Todo es tan frágil que debería contentarme con estar entera y de pie, con mirarme en el espejo y tener los ojos limpios –aunque mojados– y las manos abiertas para entregar y recibir sin quedarme con nada más que aquello que se incorpora a esta soledad sin remedio, porque fue mi alimento y también lo dejé partir.