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Jueves 8 de Junio de 2000
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La nueva vida de Richard Ashcroft, la primera estrella emergente de la era del after brit pop

Cuando The Verve tenía el mundo en las manos, el mundo estalló... en sus manos. Ahora, dos años después de aquella –todavía– traumática ruptura, el muchacho flaco que avanzaba frente y contra todo mientras cantaba, ah, “Bittersweet symphony”, está a punto de dar a conocer su primer disco solista, Alone with everybody. Un disco de amor, amor y más amor. Se entiende: Richard ha sentado cabeza, tiene un hijo, autos, motos, jets, aviones y barcos. Está feliz y quiere comunicarlo.

Textos: MARIANA ENRIQUEZ

Richard Ashcroft siempre fue un poco extraño. Y no sólo por los ángulos imposibles de su rostro. Cuando tenía cinco años, su místico y existencialista abuelo le enseñó acerca de lo absurdo de la vida, y a tan tierna edad empezó a sentirse, asegura, “como una pelota girando en el infinito”. En la primaria era tan nervioso que nunca podía participar de las obras de teatro escolares. Una vez cuando tuvo que actuar en una de esas obras navideñas, con pesebre y todo, “estaba temblando tanto que los maestros se asustaron. Siempre fui demasiado nervioso”. A los nueve, ya se escapaba de su casa para vagar por las calles de Wigan, el pueblo norteño cercano a Manchester en donde creció. Y a los 11 años, cuando su padre murió de una hemorragia cerebral, descubrió cuál era el sentido de su vida. “No creo que pudiera haber llegado a ser lo que soy hoy si él no hubiera muerto. Me disparó. Su muerte me lanzó al caos a toda velocidad. Y me gustó. La burbuja había estallado, y ya no sabía qué me iba a deparar el mañana. Y no sólo me lancé a una tristeza insoportable sino a una urgencia y a un deseo de aventura, y a una necesidad de hacer más, más y más... Quizá por la angustia de querer hacer más de lo que hizo él en sus 41 años.” Entonces, cuando tenía 14 años, se lo vio en una playa de Cornwall diciéndole a la gente “acuérdense de mí, registren este nombre: Richard Ashcroft”. Siempre se tuvo confianza. “Y además la gente se iba a acordar de mí de todas maneras”, se ríe, “porque tengo una nariz enorme, labios enormes, y siempre fui un poco raro”. Comprobado: siempre fue un poco raro.
En la adolescencia Ashcroft empezó un camino que lo convertiría, en sus primeros años con The Verve, en el hombre a quienes todos se referían como “El loco Richard” (Mad Richard). No fue a los exámenes finales de la secundaria, lo mandaron a un psiquiatra –pero jamás se presentó a ninguna sesión– y en una de sus numerosas escapadas de casa dragaron el río de Wigan buscando su cuerpo, pensando que se había ahogado. Estaba vivo, claro, pero la familia tenía motivos para temer por el paradero del hijo raro: Richard estaba experimentando con drogas, y experimentando de verdad. A esa altura, su padrastro (consumado ocultista) lo había introducido en el estudio de la telequinesis, la astrología, la magia del caos, la visualización creativa y el folklore místico celta. Esta apertura mental iba necesariamente acompañada de drogas. Al principio, de todos modos, las usaba para escuchar música, como la mayoría de la gente. “Necesitaba volarme la cabeza, escuchar las cosas en 50 mil niveles diferentes.” Así se inició en las drogas psicodélicas, y descubrió una nueva estética. “Ver objetos sólidos metamorfosearse en otras cosas, en las cosas que mi mente deseaba que se transformaran”, y por supuesto, usarlas sólo para reírse, “para llorar de risa mirando, por ejemplo, la ceja de mi amigo”.
En esta época, en Wigan, formó The Verve, “para escaparnos del aburrimiento, básicamente”. En 1995 editaron A Northern Soul, un disco clásico y celebrado por prensa y colegas, y poco después se separaron: Ashcroft asegura que él estaba completamente psicótico a causa de las drogas (es famosa la anécdota de su encierro en un departamento, cuando pedía pizza por teléfono, todos los días, y no se arriesgaba a pisar la calle), y Nick McCabe, guitarrista y mano derecha, es bastante directo al explicar los motivos de aquella primera ruptura: “Yo era un bastardo miserable. Ellos se cansaron de mi cara de culo. Es que tengo problemas mentales... Estaba paranoico acerca de todo, y por eso me mandaron a la mierda”. En 1998 volvieron heroicamente con Urban Hymms, el disco que tenía “Bittersweet Symphony”, una de las canciones más famosas de la década del noventa, y a partir del cual vendió 7 millones de copias. Y volvieron a separarse. Los motivos de la segunda ruptura son nebulosos, pero es lícito suponer que el desequilibrio de McCabe fue la causa, otra vez. En medio de una gira durante abril de 1999 tuvieron que suspender shows porque el guitarrista no estaba en condiciones de tocar, ni de ninguna otra cosa. Mental y físicamente enfermo, McCabe se negó a seguirhaciendo giras, y poco después, todo terminó. Ashcroft se niega a dar detalles. “La primera vez sin duda yo fui el tipo que dijo ‘esto es un desastre, quiero parar’. La segunda vez fue una situación sumamente compleja que no puedo discutir o analizar en público. No quiero discutirlo frente a millones de personas, no debo hacerlo, siento como si estuviera vendiendo la situación. Y siento que a pesar de toda la situación, todavía somos esos chicos ensayando en los estudios Splash de Wigan, y no lo hice en su momento, ni voy a decir ahora ‘Nick es un tarado, está loco’ y demás. Porque no creo que sea así. Y hablar públicamente de rupturas es muy embarazoso. Es un melodrama, es personal y es pesado.”
Richard Ashcroft acaba de terminar su primer disco solista, Alone With Everybody (“Solo con todos”), título inspirado en un poema de Charles Bukowski. No tiene manager, y eligió para la tapa del disco una foto donde está besando a su esposa, la ex tecladista de Spiritualized Kate Radley. Acaba de ser padre por primera vez: Sonny nació el pasado 23 de marzo, y dice, fue la experiencia más impactante de su vida. En pocas palabras: está feliz. Lejos quedó el chico que cantaba “voy a morir solo en mi cama/ estoy muy ocupado tratando de mantenerme vivo” (“A northern soul”) o, “un gato en una bolsa, esperando ahogarse/ esta vez me estoy hundiendo” (“The Drugs Don’t Work”) o que aullaba que temblaba de amor en “No Knock on My Door”. “Hoy tengo muchas cosas que celebrar, y quería poner eso en el disco”, dice. “Probablemente toqué temas mucho más oscuros en el pasado y no me expresé celebrando los aspectos más felices de la vida.” El aspecto más feliz de la vida de Ashcroft, hoy, es su dicha matrimonial. “Kate me inspira. ¿Quién no haría una música increíble con ella en la cabeza? Alone with everybody es, sobre todo, una declaración de amor, en forma de disco, a la mujer de mi vida.” Y “A Song for the Lovers”, el primer corte, es una canción que recuerda los tiempos en que él y Kate eran amantes, cuando ella todavía estaba en pareja con Jason Pierce, ex líder de Spaceman 3 y hoy de Spiritualized. Hay otra: “I get My Beat” es “una canción de despertar, cuando vas por la vida demasiado obsesionado para darte cuenta de que lo que buscás está a tu lado, es tu amante. Lo que buscás es la gente que te quiere, las estrellas, el mar, cualquier cosa que te estimule como a un niño. Ya sé que parezco un hippie, pero...”
“Crazy World” y la balada “You on My Mind (in My Sleep),” son otras directas canciones de amor que no tienen nada que ver con aquellas de los primeros años, y con su pasada amargura y desesperación. A nivel sonido, sin embargo, Ashcroft parece continuar en el camino que había encontrado en Urban Hymms, con las orquestaciones y las guitarras atmosféricas.
En vivo, presentando algunas canciones de su nuevo disco (que se editará en Inglaterra el martes 27 de junio), Ashcroft dijo: “Ya sé que les gustaría verme con varias cervezas encima, pero la esencia del rock and roll es la música, y mi mujer y mi hijo me enriquecen más. Me gustaría escribir otra historia del rock and roll. Se dice que es nihilismo autodestructivo, pero al final del día, te acordás de las canciones de Sid Vicious y te importa una mierda lo que hacía en televisión o si era un salvaje”. Este es el mismo hombre que se deshidrató en Lollapalloza, que arrasaba hoteles con su amigote Noel Gallagher y que asaltaba iglesias. Y que en 1995, llevaba todo lo que tenía en la vida en una bolsa de basura, y que estaba más cerca de Julian Cope corriendo al resto de los Teardrop Explodes por las colinas de Gales o de Richey Edwards de los Manic Street Preachers, que se mutilaba en escena y tenía ataques de llanto antes de desaparecer en febrero del mismo año en que The Verve editaba A Northern Soul. Muchas fans están decepcionados: la dicha de Ashcroft no los identifica. Los críticos de las revistas inglesas creen que es vergonzoso que el trovador angustiado sólo pueda hablar de amor. Ahora, Ashcroft es dueño de un Porsche, dos motos y una mansión millonaria, y ya no cree que haga falta sufrir para crear. Ni cree que es más valioso ser un artista torturado. Sigue siendo raro, y le sigue interesando la vida psíquica, pero hoy prefiere pasear a su perro fumándose un porro en vez deencerrarse a consumir ácido en un hotel de mala muerte. Hasta viaja con su suegra cuando tiene que presentarse en algún lugar para presentar el álbum. “He vivido demasiado tiempo en medio del caos y la locura. Ha llegado el momento de tener estabilidad. El descontrol y las drogas ya no pueden aportarme nada, porque ya hay suficiente enajenación cuando te levantás cada día.”

Anticipo exclusivo: cómo es el disco

E.P.

Cuerdas otra vez... Y un saxo que invita. Eso fue lo primero que el mundo escuchó de “A song for the lovers”, la canción que abre Alone with everybody y que viene sirviendo de anticipo–calma ansiedades desde su lanzamiento como single (¿vieron el video? Está bueno...). Se supone que éste es un disco grande, grande, y en consecuencia ha merecido un tratamiento acorde en la siempre bombástica prensa musical del Reino Unido. Richard declarando que vive el mejor momento de su vida, Richard hablando de su bebé, Richard reconociéndose sobrio... Ya no más Mad Richard. En términos musicales, las declaraciones y la nueva “visión” de una de las estrellas inglesas de la década del noventa se traducen en canciones de pura sangre y sudor, sin lágrimas, suaves melodías con un fino tratamiento instrumental que, y sólo por momentos –la escalada rítmica que ambienta “New York”, cierta angustia encerrada en “Crazy world”, el optimismo pop de “C’mon people (we’re making it now)”–, rompen el molde “Drugs don’t work”, como para encontrarle una referencia (inevitable) en versión The Verve. Lo interesante del disco, en todo caso y alejado el fantasma aquel, reside en las canciones. Más o menos amables, siempre directas al corazón, concebidas desde un momento luminoso y con la certeza qué el mundo, aunque sea por un rato, tiene sentido. He aquí un disco verdaderamente pos crucifixión. Bienvenido.

Qué es de la vida y obra de las
otras brit-stars

¿Los chicos están bien?

Bernard Butler: El guitarrista ya tiene dos discos solistas desde su partida de Suede en 1994, y los dos con bastantes problemas. En el caso del segundo, Friends and Lovers (lanzado este año), todo se complicó con la “desaparición” de Creation. Suspendió una gira por el Reino Unido, el disco se quedó sin promoción, etc. Ahora no tiene contrato e incursiona en la actuación: participará de una serie improvisada (sin guión) producida por Edwyn Collins y rodada en Escocia. Llegó a decir que dejaba la música, pero lo cierto es que está componiendo en su estudio casero y trabajando como sesionista.

Thom Yorke: Sin intenciones de abandonar Radiohead, salvo para alguna colaboración (como la que ya grabó para el inminente nuevo disco de P.J. Harvey), acaba de terminar la grabación del nuevo álbum de la banda, otra vez con producción de Nigel Godrich. La fecha de edición es agosto/septiembre de este año –todavía no se sabe el título–, y está confirmado que la banda saldrá de gira en el verano europeo para estrenar las nuevas canciones.

Graham Coxon: Acaba de editar su segundo disco solista, The Golden D. El nuevo esfuerzo lejos de Blur es una colección de temas post-punk con títulos tales como “El Miedo”, “Mi Idea del Infierno” y “Déjenme solo”. Está a punto de ser padre, pero la paternidad no lo hace atravesar ninguna epifanía a lo Ashcroft, a juzgar por lo depresivo de su última entrega. Según la prensa inglesa, este disco tiene “más y mejores ideas que el último disco de Blur” ¿Y Blur? Tocarán en el verano de allá y, dicen, estrenarán nuevas canciones.
Brett Anderson: Sin intenciones de abandonar Suede, en principio. La gira de presentación del no tan exitoso –al menos en ventas– Head Music terminó en enero, en Israel. Cuando el tecladista Neil Codling se recupere (estuvo enfermo) entrarán al estudio para la grabación del quinto disco. Según él, será “un álbum de rock directo”.

Noel Gallagher: Luego de dejar plantado a su hermanito Liam en el medio de la gira presentación del fallido Standing on the Shoulders of Giants, anunció que ya no tocará en vivo con Oasis –salvo para las fechas británicas del tour– y todo indica que la banda llegó a punto muerto. Noel se alquiló una casa en Ibiza, donde en estos momentos pasa sus vacaciones con su esposa Meg y la bebé Anaïs. Mientras tanto, su banda paralela, Tailgunner –ahí toca la batería–, editará disco debut en septiembre. Pero no saldrá de gira con ellos. Según la tapa de la última edición del New Musical Express, Oasis dejará de existir cuando termine esta gira (¿ya no vendrán en agosto?). Pero nunca se sabe...

Jarvis Cocker: su banda/proyecto paralelo A Touch of Glass (junto a Steve Mackey y Alisdair Malloy en armónica) aparecerá en el Festival Meltdown, dirigido este año por el mítico Scott Walker (Meltdown es un festival londinense donde un músico prestigioso elige a artistas de diferentes disciplinas, a modo de curador). Mientras tanto, Pulp ya trabaja en un nuevo disco. Hay nueve canciones grabadas, y está confirmado que tocarán en los festivales de Reading y Leeds.