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Jueves 29 de Junio de 2000
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Qué significa la potencial revolución de Napster para el consumo de música en el siglo XXI

Como cambiar figuritas en el patio de la escuela

 

 

TEXTO: MARTIN PEREZ

 

 


¿Te acordás? Cuando juntabas, separabas las repetidas, buscabas las difíciles y siempre aparecía un chabón con ésa que buscabas desesperadamente. Ahora es así, pero sin patio, desde tu casa, con música comprimida en el tan mentado formato MP3 y a través de una gran batea de música virtual-global. Aquí, una guía para entender, aprender, downloadear y... escuchar.
Es fácil, muy fácil. Con un breve tipeo, un par de clicks de mouse y una paciencia de unos diez o quince minutos para esperar que el mega y medio de información ingrese en el disco duro de tu computadora, ya estás listo para formar parte de las más de diez millones de personas que, en todo el mundo –pero principalmente en las universidades de los Estados Unidos–, están haciendo sudar la gota gorda a todos los involucrados en el negocio de la música. Ya tenés tu Napster y podés buscar los temas que quieras entre todos los MP3 que ponen a tu disposición todos los usuarios que estén conectados al mismo tiempo que vos. Así de simple.
Tan fácil como cambiar figuritas en el patio del colegio, así es Napster. Por eso es que hay tanta gente preocupada. Por eso la polémica. Y por eso mismo es que no te podés quedar afuera. Porque, al menos en lo que respecta a la industria de la música, el futuro ya llegó. Y tiene forma de un archivo de sonido para escuchar en tu computadora.
Ahí viene el lobo
Para comenzar por el principio en el intríngulis de la distribución de música online hay que remontarse a 1987, cuando una firma alemana llamada Fraunhofer Schaltungen diseñó un sistema de compresión de archivos de sonido conocido entonces como MPEG-1 Audio Layer 3: MP3 para los amigos. El MP3 comprimía los archivos de sonido con calidad de cd a una décima parte de su tamaño, pero aun así –en aquella edad de piedra en las comunicaciones online– eran lo suficientemente grandes como para que nadie pensase en ellos como un peligro para la industria discográfica. Con el tiempo, sin embargo, el MP3 pasó a ser el sinónimo de cd –o más– en el mundo de la computación.
Pero todavía faltaba que alguien descubriese un buen reproductor, algo que llegó en 1997, cuando un jovencito llamado Justin Frenkel desarrolló un pequeño programa de computación que hizo las veces de compactera para tantos MP3 que daban vueltas por el universo virtual: el Winamp. Sencillo y práctico, y totalmente gratuito –el pibe apenas sugería, a quienes quisiesen, el envío de un cheque por 10 dólares a determinada dirección–, el Winamp 1.0 apareció en abril de 1997 y transformó a todas las computadoras en virtuales reproductoras de MP3. En sus primeros dieciocho meses de vida, el Winamp fue copiado unas quince millones de veces, y los cheques comenzaron a llegar a manos de Frenkel, que creó una compañía llamada Nullsoft, vendida en 70 millones de dólares a America Online, una empresa digital que hoy forma parte de la industria discográfica a través de Time-Warner.
Con el MP3 y el Winamp bien difundidos, los usuarios de Internet ya tenían soporte y reproductor común para sus computadoras, con lo que la demanda de música para escuchar comenzó a crecer. Pero ante semejante expectativa, la industria discográfica sólo atinó a tratar de frenar la marea. Y comenzaron los juicios: primero a Diamon Multimedia, la empresa que fabricó el RIO, un walkman que funciona con MP3. Después a MP3.com, el site dedicado a difundir música de manera online. A base de juicios y advertencias a toda página de Internet que ofreciese MP3 de sus artistas, la industria discográfica logró que fuese realmente difícil para los usuarios de Internet conseguir temas para escuchar en sus reproductores. Nunca tantos potenciales consumidores fueron tan frustrados por la industria supuestamente dedicada a proveerles lo que tan desesperadamente querían conseguir. Y uno de ellos era ni más ni menos que Shawn Fanning, un jovencito que en enero de 1999 inventó un programa que le permitiera compartir sus archivos MP3 con los de sus compañeros, una idea que parece destinada a terminar de meter a la industria del entretenimiento en el siglo XXI.
Yo quiero mi MP3
Lo más revolucionario de Napster no es el hecho de que a través del mismo sea tan fácil conseguir en Internet la canción que se está buscando sino la idea de que todas las computadoras conectadas al mismo tiempo pasan a ser tanto proveedoras como usuarias. Es decir: en vez de ir todos a comprarle a un proveedor, Napster se basa en la idea de que todos ponen. Tal como escribió Mark Pesce en febrero de este año en la revista online Feed (www.feedmag.com), “si una década atrás un tal Tim Berners-Lee ideó un sistema genérico para la distribución y localización de documentos llamado World Wide Web, los genios de Napster han solucionado el problema para los objetos mediáticos, y ya no hay marcha atrás”. Y si no hay marcha atrás es porque, detrás de Napster, ya han surgido otros programas con los que se pueden compartir archivos, como Gnutella (gnutella.wego.com) y hasta ideas aún más libertarias y anárquicas como Freenet (freenet.sourceforge.net), basadas en la libre circulación de archivos e información. He aquí la gran ideología detrás de Internet, antes que los inversores le saltasen encima para domesticarla y transformarla en un enorme shopping global.
Esa es la razón por la cual muchos suponen que, de la misma manera en que MP3.com terminó llegando a un arreglo con la “industria”, el affaire Napster bien puede seguir el mismo camino: su programa, al menos, contempla la existencia de una central a la cual conectarse, y a través de la cual –por lo tanto– se puede dominar el tráfico de información. Pese a toda la animosidad en contra de Napster, si ésta llega a desaparecer es posible que tantos usuarios de Winamp vacíos en busca de MP3 se pasen a los sistemas aun más abiertos, y entonces lo único que podrá hacer la “industria” es hacerle juicio a todos y cada uno de los consumidores. Por ahora, la fecha límite es el 26 de julio, día en el que los representantes legales de Napster deberán responder ante la Justicia de los Estados Unidos con una acusación de violación de los derechos de autor presentada en diciembre del año pasado por la Asociación Norteamericana de la Industria Discográfica. Puesto a disposición del público en enero de 1999, apenas un año y medio –y más de diez millones de downloads gratuitos– le ha tomado al programa de Fanning despertar a la industria discográfica del letargo, para que se diera cuenta de que debe dedicarse a complacer las demandas de sus potenciales clientes. Porque tantos reproductores vacíos necesitan música. Una música que cada vez está más al alcance del click de un mouse.

Tribuna –on-line– caliente

Si el nombre de Napster se hizo conocido fuera de la comunidad online... Fue gracias a Metallica. El pasado jueves 13 de abril, la institución metálica de los noventa se convirtió en el primer grupo en presentar una demanda contra una compañía de Internet. “Si le hicimos juicio a Napster es porque es una compañía que sólo existe para piratear música, por eso”, explicaron –algo desafiantes y por cierto sacados– los integrantes de Metallica en su página de Internet (?). “Es un típico caso del esclavo adoptando las actitudes de sus amos”, escribió Chuck D en el New York Times. Y agregó: “Empresas como Napster están creando un nuevo interés de los fanáticos en conseguir nueva música, estableciendo al mismo tiempo una infraestructura previamente inexistente para los artistas desconocidos”.
Con una reciente inversión de 15 millones de dólares, pero al mismo tiempo una serie de juicios que involucran 100 mil dólares por cada copia ilegal (Metallica denunció un millón y medio de violaciones de sus derechos de autor en sólo tres días... saquen la cuenta), Napster no representa tanto ni tan poco. Concebido como un programa apenas, es cierto que su increíble popularidad en tan corto tiempo se debe básicamente a que todos pueden recurrir ahí para hacerse rápidamente con una copia del tema de moda. “El fundamento el software abierto es que exista la idea de compartir”, ha dicho Linus Thorvald, el creador del sistema operativo gratuito Linux. “Pero si alguien no quiere compartir, entonces se trata de un robo. Por lo que el único juicio justo en el caso de Napster es el de Metallica.” Más allá de esta opinión, ya circula por Internet una animación que muestra a los integrantes de Metallica como hombres de Neanderthal, mientras que un globito que sale de su boca dice “Dinero bueno, Napster malo”. También existe un site dedicado a intercambiar MP3 del grupo denominado graciosamente “Páguenle a Lars” (www.paylars.com), en el que se recolecta dinero por cada copia, para luego entregárselo a Lars Ulrich, el gran vocero público del grupo.
Cuando se habla de Argentina, mientras tanto, cabe recordar que en el site MP3.com hay más de 120 artistas locales ofreciendo sus temas, en un abanico estilístico que va desde el héroe tecno local Lucas TC hasta María Gabriela Epumer o El Otro Yo. Consultado por el No, Daniel Melero opina que “Internet se rige por una suerte de moral a la antigua, un código en el que si vas a usar algo de verdad tenés que pagarlo. Es una idea riesgosa para una empresa, pero no tanto para un artista independiente”. Y en ese detalle es que un “abanderado” de Internet como Melero opina lo mismo que Ricardo Mollo. El guitarrista de Divididos declaró en su momento, con respecto a la distribución de música on-line, que “es verdad, la gente paga por lo que le gusta, es como un ritual. Lo que no le gusta es lo que no vale nada”.
Tanto paga la gente por lo que le gusta, que en realidad esta discusión sobre si Napster puede llegar a matar o no al negocio de la música se reduce a la futurología más aviesa, si se toma en cuenta el volumen del negocio musical en los Estados Unidos. Según un informe aparecido este fin de semana en el diario New York Times, sección “Dinero y negocios”, el mercado de la música es el más exitoso de la industria del espectáculo, moviendo más de mil millones de dólares en un solo año. De hecho, tres de los artistas más copiados a través de Napster (Britney Spears, Eminem y N’ Sync), a pesar de ellos, han vendido sus nuevos discos más rápido que nunca, por lo que la nueva costumbre no parece ir precisamente en contra de las ventas. Según calcula el diario neoyorquino, de llegar la industria a un acuerdo con las empresas on-line para vender música a través de Internet –como por ejemplo proveer de un servicio mensual por unos 15 dólares a un mercado potencial estimado en 100 millones de usuarios– sus ganancias serían aún mayores que las actuales. Está claro, entonces, queaquí no se trata de defender los derechos de los autores, sino sus ganancias.

Bajar es lo mejor

Para ingresar a la comunidad Napster sólo hace falta una buena computadora equipada con un buen modem. Es cierto que lo ideal es tener una conexión directa de Internet, pero las clásicas conexiones telefónicas también sirven. Sólo hay que tener algo de paciencia, que es rápidamente recompensada por los logros, y la sorpresa ante el interminable horizonte de canciones que se abre para el usuario regular del programejo creado por Shawn Fanning. Lo primero que hay que hacer es tipear www.napster.com, y una vez allí clickear sobre la línea que dice “Download Napster”. Una vez en la pantalla siguiente, hay que clickear otra vez sobre la línea que promete el programa Napster 2.0, y someterse a la burocracia de la instalación, similar a la requiere cualquier jueguito de computadora. El “peso” del programa es de un mega y medio (1.5 MB), por lo que puede demorar entre diez y veinte minutos en cargar en tu compu. Una vez conectado, sólo es cuestión de ir a la pantalla de “Search” y poner el nombre del tema o del autor de tu agrado. Recordar: la cantidad de opciones depende de los que estén conectados al sistema al mismo tiempo. El pasado lunes al mediodía, por ejemplo, con 6500 usuarios, la cantidad de temas disponibles era de ¡600 mil! El número se multiplica por diez en horas de la noche, y entonces hay que intentar una y otra vez hasta que aparezca ese tema. Lo más interesante para buscar en Napster son las rarezas, como versiones en vivo, o flagrantes novedades aún inconseguibles por otro medio. Eso fue lo que enloqueció a los de Metallica: cuando se enteraron de que su tema “I dissppear” estaba en Napster antes de que saliese a la venta en la banda de sonido de Misión: Imposible 2 comenzaron con su juicio. Se recomienda, por ejemplo, buscar temas en vivo de la gira de Cerati. El lunes al mediodía había disponible uno grabado en Caracas. O si no “American Skin”, el polémico tema que Bruce Springsteen estrenó en el Madison Square Garden hace un par de semanas. Y, ya que estamos... ¿Alguien tiene alguna copia de los temas del nuevo disco que Radiohead presentó el pasado fin de semana en Francia? Porque Thom Yorke dijo que, antes que en el disco, “de todos modos aparecerá en Internet”. Seguro, Thom.