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Jueves 20 de Julio de 2000
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El caso Napster: últimas noticias

 Sigue el baile
( ¿y la música? )

Si viste el suple del 29 de junio, sabrás de qué estamos hablando cuando hablamos del programita mágico que está armando tanto bolonqui en EE.UU. Ahora, a una se-mana de la primera decisión judicial concreta, vale repasar y actualizar cómo sigue esta verdadera partida de ajedrez. Enter.

+Como decía la canción –que seguro se puede conseguir en Napster– “el futuro llegó”. Y el primer palo en esta historia de la distribución digital –o no– de la música online tiene fecha y lugar. El jueves que viene, 27 de julio, los abogados de Napster (la compañía construida alrededor del programa que permite intercambiar canciones vía internet con la misma facilidad con que se cambian figuritas, ¿te acordás?) deberán responder ante la corte de San Francisco por un pedido de cierre de su compañía, exigido por la Asociación de la Industria Discográfica. ¿El motivo? La acusan de permitir que sus usuarios violen la ley de los derechos de autor, al intercambiar archivos de sonido conteniendo canciones de sus artistas. Al mismo tiempo, el Senado de los Estados Unidos realizó la semana pasada una audiencia pública para tratar el tema, y ante los honorables legisladores de los EE.UU. dieron su testimonio los también honorables Lars Ulrich y Roger McGuinn (The Byrds), entre otros.
A la hora de anotarse porotos, la gente de Napster arrancó con el pie derecho: le encomendó su defensa a David Boies, el cruzado antimonopolio que puso de rodillas a Gates, obligándolo a dividir la megaempresa Microsoft. La primera movida de Boies fue un documento de 44 páginas en el que pone al polémico programa ideado por Shawn Fanning a la altura de las videocaseteras, enjuiciadas y exoneradas por la Justicia norteamericana allá por la década del ochenta. Y también recuerda el caso de Río –el walkman de MP3–, en el que la Justicia determinó que “los usuarios tenían derecho a crear y transferir copias digitales para usos no comerciales”. Pero el paso Boies de la defensa es el argumento de que su uso permitiría darles un arma a los pequeños artistas para defenderse del “yugo monopólico, opresivo y arbitrario de los grandes sellos discográficos”. Haciendo números, los abogados de Napster precisaron que sus clientes tienen enlistados más de 17.000 artistas que expresamente han permitido que se difunda su material, mientras que las discográficas sólo han editado 2600 discos en lo que va del año, y sólo 150 canciones de esos discos suelen escucharse en la radio norteamericana.
Los especialistas argumentan que un estricto sistema de derechos de autor –como el que pretende implementar la industria discográfica– estaría más cerca de la censura que de la defensa de esos mismo derechos. Por eso comienzan a hacerse escuchar las voces de los artistas que recuerdan que sus discográficas no les han pagado jamás ni un centavo. El ex Byrds Roger McGuinn, por ejemplo, dijo ante el Senado norteamericano que “a pesar de haber grabado 25 discos, jamás podría haber mantenido a mi familia con mis derechos de autor”. Por eso defiende a MP3.com, una empresa que vende sus discos online y le paga el 50 por ciento de las ganancias. “Es mucho más de lo que he recibido en mi vida”, ha dicho McGuinn. Mientras tanto, en los grandes diarios de los Estados Unidos ha aparecido recientemente una solicitada en contra de la piratería online, firmada por 70 artistas, entre los que figuran Aimee Mann, Alanis Morissette, Christina Aguilera, Blink-182, Sarah McLachlan y Garth Brooks. La misma idea es la que guió a Lars Ulrich ante los senadores norteamericanos, cuando explicó que su gran problema con Napster era que habían copiado su música sin preguntarle. Mientras tanto, la prensa se pregunta cuál será la decisión del Congreso ante un tópico que le interesa sobremanera a diez millones de usuarios... Es decir, potenciales votantes.
Napster ha argumentado que no buscó licencias para distribuir música online, porque nadie estaba dispuesto a cedérselas, con lo que se habla de que el Senado podría obligar a las discográficas a disponer de semejantes licencias. La música, por ahora, sigue en los cables. Al menos hasta el 27 de julio. El día en que el yugo monopólico, opresivo y arbitrario de los grandes sellos discográficos se enfrente a los culpables de las violaciones masivas de los derechos de autor. Todo un palo, ya lo ves.