LA
FASCINANTE VIDA DE LESTER BANGS, PERIODISTA-ROCKER DE VERDAD
“Hola,
soy Lester, pagame un trago”
La
edición de una biografía y el estreno de una película que giran alrededor
de su mítica figura reactualizan el interés por uno de esos tipos que
si no hubiesen existido, habría que haberlos inventado.
TEXTOS
Y TRADUCCION DE MARTIN PEREZ
Comer
es aburrido, había dicho a la hora de la cena, citando o
asegurando que citaba a Sid Vicious. En cambio, se había
tomado seis cervezas y tres vasos de whisky. Y ahí estaba ahora,
en un rincón del backstage de uno de los pocos grupos que se podía
mencionar a mediados de los 70 como prueba de que el rock and roll
no estaba muerto y enterrado, abrazado a una vetusta pero aún útil
máquina de escribir que había encontrado en un rincón
de la redacción de la revista Creem. Según su biógrafo
Jim De Rogatis, antes de llevar a cabo su gran acto gonzo, Lester Bangs,
el más importante crítico de rock de los Estados Unidos
así lo asegura la portada de su flamante biografía,
estaba algo nervioso.
Nunca
había tenido miedo al subir a tocar la armónica con el grupo
Thee Dark Ages en El Cajón, su pueblo natal, y no lo había
pensado dos veces cuando tuvo la oportunidad de subir al escenario con
Blues Train en Windsor, escribe De Rogatis en el prólogo
de Let it Blurt, el libro que recorre la vida y la época en la
que vivió Bangs, el mítico periodista de rock que dejó
la somnolienta California hippie de los años 70 para radicarse
en la mugrienta Detroit sólo porque ahí el rock olía
a futuro. Sigue contando De Rogatis: Pero, a la edad de veinticinco,
le preocupaba que tal vez estaba realmente perdiendo un tornillo al haber
aceptado realizar el acto de teatro dadaísta que estaba a punto
de consumar.
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Yo
era obviamente brillante, un artista talentoso, un macho sensible sin
miedo a mostrar sus vulnerabilidades, una de las pocas personas que realmente
comprendían qué era lo que estaba mal con nuestra cultura
y por qué no había posibilidad de que tuviese futuro alguno
(un asunto sobre el que suelo hablar/dar lecciones gratis incesantemente,
especialmente cuando estoy borracho, lo que sucede a menudo, pero no todas
las noches), un tipo con un salvaje sentido del humor, un individuo verdaderamente
único e impredecible, un artista de rock con su propia banda, tal
vez un serio candidato si no ahora seguro en el futuro para el título
de Mejor Escritor Norteamericano (¿Quién era mejor? ¿Bukowski?
¿Burroughs? ¿Hunter Thompson? Por favor... Yo era el mejor.
Escribí casi exclusivamente críticas de discos, y no muchos
de ellos...
Parte de una carta de Lester Bangs a su colega y a veces jefe
Greil Marcus, citada en el prólogo de la compilación póstuma
de escritos de Bangs, Psychotic Reactions and Carburetor Dung, con el
comentario: Lester estaba bromeando hasta que abrió el paréntesis
(nunca lo cerró); a partir de ahí, estaba diciendo la verdad.
Tal vez lo que este libro demande de un lector es la posibilidad de aceptar
que el mejor escritor norteamericano haya escrito casi exclusivamente
críticas de discos.
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Todo
había comenzado esa misma tarde, cuando Bangs se encontró
por enésima vez con los integrantes de la J. Geils Band en un hotel
de Detroit. Tal como lo escribió él mismo en la nota Mi
noche de éxtasis con la J. Geils Band recopilada en
Psychotic reactions..., el hecho de hacer otra nota más con
la banda de Peter Wolf y Cía. era todo un problema para Creem,
la revista en la que escribió Bangs y llegó a editar
luego de ser expulsado de Rolling Stone (por ser irrespetuoso con
los artistas, según lo acusó su director Jann Wenner)
y antes de terminar su carrera en Nueva York escribiendo para todos, incluso
el Village Voice.
Ya
habíamos recorrido la historia de la banda desde un ángulo
épico, descripto su brillo sobre el escenario hasta el mínimo
detalle, incluso habíamos ido tan lejos como asegurar que eran
mejores que Alice Cooper... Así que ahora estábamos contra
la pared. En eso estaba Bangs en el hotel, tratando de encontrar
un nuevo enfoque para su enésima nota con la J. Geils Band y
fracasando completamente, cuando alguien tuvo la idea de decirle:
Hey, Lester... ¿alguien te dijo alguna vez que te parecés
a Rob Reiner?. A lo que Bangs a quien todo el mundo le decía
que se parecía tanto a Reiner como a John Belushi respondió
enojado: ¡Mierda! ¡No me digas eso! ¡No me le
parezco!. Ajá saltó Peter Wolf.
Así que eso es lo que lo hace reaccionar. Y ahí sí
que reaccionó Lester: ¡Váyanse a cagar! Al fin
y al cabo, la única diferencia entre ustedes los músicos
y nosotros los periodistas de rock es que la gente puede verlos hacer
lo que hacen. A lo que Wolf contestó: Muy bien. Entonces...
¿por qué no subís al escenario con nosotros esta
noche a hacer lo tuyo, a ver qué es lo que pasa?.
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BIO:
Lester Bangs nació en Escondido, California, en 1948. Creció
en El Cajón, California, donde hizo cosas como lavar platos, vender
ropa de mujer y trabajar como asistente para una pareja dedicada a vender
arreglos florales artificiales mientras escribía críticas
de discos de manera freelance y pretendía ir a la universidad hasta
1971, cuando se mudó a Detroit y comenzó a trabajar para
la revista Creem. En los cinco años que trabajó allí
como editor, definió un estilo de periodismo crítico basado
en el sonido y el lenguaje del rocknroll que terminó
influenciando a toda una generación de jóvenes periodistas,
así como también, posiblemente, a ciertos músicos.
En 1976 renunció a Creem para mudarse a Nueva York y escribir como
free-lance. Desde entonces ha liderado dos bandas de rock activas en la
escena de clubs de Manhattan...
Fragmento de una biografía escrita por el propio Lester Bangs,
acompañando una de sus tantas propuestas de libros, y citada también
por Marcus en su compilación, que agregó: Esto escribió
Lester un año o dos antes de morir accidentalmente en 1982, a causa
de complicaciones pulmonares y respiratorias vinculadas a un resfrío
y la ingesta de un remedio llamado Darvon.
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Y
ahí estaba entonces Bangs, en el backstage de la J. Geils Band,
abrazado a su Smith-Corona en una noche del verano de 1974. Cuando llegase
el momento de los bises, iba a subir a escena con la banda, a teclear
su crítica del concierto frente a un local repleto con 12 mil fans
del grupo. El show me pareció interminable, pero cuando llegó
el momento de los bises y escuché que alguien decía mi nombre,
subí al escenario sin dudarlo, escribió Bangs. Dejé
la máquina en el piso y saludé a la multitud, dos de los
cuales aplaudieron, y uno de ellos era Leslie Brown, cuyo escritorio en
la revista está al lado del mío. Me acerqué a un
micrófono y grité ¡Thankyouthankyou!, como en Kick
out the jams; imaginé que agregar la cita completa Quiero
ver todo un mar de manos ahí adelante iba a ser una
obviedad. Nadie entendió el chiste, pero a quién le importa:
lo mismo le pasó una docena de veces a Yoko Ono.
Enchufen a la hija de puta, y empecemos de una buena vez,
dijo Bangs, señalando su máquina de escribir, y la banda
arrancó con Give to me, el tema con el que cierra triunfalmente
su álbum Bloodshot (1973). Lo quiero tanto / que me lo vas
a tener que dar, cantó Wolf arrancando una versión
que según De Rogatis en vivo era desesperante, aún
más dura y emocionante que la versión del disco. Pese a
que tenía un micrófono a su disposición, el sonido
del tecleo de Lester apenas si se llegaba a escuchar. No estaba contribuyendo
a la música, y ciertamente no estaba escribiendo algo que sirviese
de algo. Había tipeado: VDKHEOQSN-CHSHNELXIEN(+&H-SXN+(E@JUIDHUIEFDHN?.
Lo estás haciendo muy bien, le gritó un plomo.
Maldito bastardo vengativo, respondió Bangs entre dientes.
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Si
la gente percibe a los críticos de rock como fanáticos obsesivos
con más opiniones que ideas, siempre buscando un trago gratis y
una audiencia cautiva, eso es culpa de tipos como Lester Bangs,
escribió Anthony DeCurtis en un brulote contra Bangs publicado
recientemente por la revista Rolling Stone.
En su mejor momento, Bangs fue uno de los pocos periodistas de rock
que podía hacerte sentir la urgente necesidad de escuchar un disco
que ni siquiera sabías que existía, o convencerte de que
conocías a la persona que lo grabó, escribió
Ira Robbins responsable de la Trousers Press Guide en ocasión
de la edición de la biografía de Bangs.
En el ocaso de los años 70, Bangs jugó un rol
prominente tanto en expandir los límites expresivos de la escritura
sobre el rock como medio, y en darle una voz que transformaba a las cautelosas
y amaneradas revistas como Rolling Stone en fanzines de edición
limitada, escribió Richard Meltzer, amigo personal de Bangs,
que asegura que lo que mató a Lester fue Lester: Lester,
escritor, totalmente en control del Sistema Lester, agotó todas
las posibles opciones de vida para Lester, haciendo funcionalmente imposible
continuar con vida a cualquiera de los Lester posibles.
Cuando terminó
la canción, Lester se paró, tiró la máquina
al piso y saltó sobre ella hasta que la partió en dos,
escribió De Rogatis. Se rió de sí mismo cuando
escribió la nota: su propia versión del heroico nuevo periodismo.
Pero en ese momento se sintió toda una estrella. Una fugaz
estrella que, ocho años más tarde, moriría en un
solitario departamento de Nueva York, punto de partida para la leyenda
del apasionado periodista de rock que se peleó a muerte con sus
ídolos, bregó por un punk que no existía hasta que
efectivamente existió y fue una especie de cóctel rocker
de lo mejor y lo peor de Jack Kerouac, Hunter S. Thompson
y Charles Bukowski.
Una leyenda que acaba de ser homenajeada por Cameron Crowe ex periodista
adolescente para Rolling Stone en los 70 y director de Vida de solteros
y Jerry McGuire en su flamante Almost Famous y que ya tiene su propia
biografía. No es posible comparar a Lester Bangs con nadie dentro
del medio local (y también, lamentablemente, es imposible leer
su trabajo en castellano, aunque Internet es un buen proveedor de sus
notas con sólo tipear su nombre en cualquier buscador); sólo
se puede recordar que él inventó junto a Dave Marsh
el término punk, que amó y se peleó con
Patti Smith, MC5 y especialmente Lou Reed (entre otros) hasta
ser leyenda y que al frente de una revista como Creem supo
ganarse un nombre propio dentro del mundo del rock, como si fuera una
estrella. Hola, soy Lester Bangs, pagame un trago, era su
saludo en sus últimos días neoyorquinos. Un periodista salido
de un perdido pueblo de California, que fue testigo de Jehová en
su infancia siguiendo los designios de su madre y que cuando
creció se pasó el resto de su vida convirtiendo a la gente
a su religión: el rocknroll.
El gran arte es sobre la culpa y el deseo. Amor disfrazado de sexo.
Sexo disfrazado de amor, dice Philip Seymour Hoffman el gran
actor de la nueva generación del cine norteamericano, el de Happiness
y Boogie Nights, encarnando a Bangs en el film de Crowe. En la escena,
Bangs está en su casa de Detroit hablando de madrugada con un joven
periodista, alter ego de Cameron Crowe, aleccionándolo sobre las
verdades de la vida y el rock. Los tipos guapos no tienen espina
vertebral. Ellos consiguen a las chicas... ¡pero nosotros somos
más listos! Según Frank Zappa, el periodismo de rock
consta de gente que no sabe escribir, entrevistando a gente que no puede
pensar, para realizar artículos para gente que no sabe leer. Y
Lester Bangs, qué duda cabe, fue el mejor de todos.
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Fragmento de una carta
apócrifa y póstuma de Lester Bangs famoso por haber
escrito una entrevista apócrifa y póstuma con Jimi Hendrix
recibida presumiblemente por Dave Marsh: ¿Conocés
esa farsa que dice que si hay un cielo del rock debe haber en él
un infierno de banda? Bueno, no creas en eso. Todo el talento va directo
al infierno. Todo. Yo no hago más que llenar mi solicitud de admisión
al infierno cada seis meses, y siempre me la rechazan diciendo que tengo
un corazón demasiado bueno. ¿Podés hacerme el favor
de escribirles ya y corregir ese error? Contales el hijo de puta que puedo
llegar a ser cuando tengo ganas. Conocí a Dios apenas llegué.
Le pregunté por qué. Ya sabés: morir a los 33 y lo
demás. Todo lo que él dijo fue MTV. No quería que
experimentase eso, sea lo que sea. Me tengo que ir de acá. Estoy
harto de escuchar a otro ángel tocar en su arpa Escalera
al cielo. Es algo así como el himno nacional. Creeme, Dave.
Detroit era el cielo. ¿Quién se lo hubiera imaginado?
Eternamente tuyo.
Bangs
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