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Jueves 26 de Octubre de 2000

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APUNTES FM: UNA BUENA HISTORIA EN MEDIO DE LA MALARIA

Ponemos todo, de verdad

De cómo una familia de Santos Lugares, desde una pequeña radio, se las arregla para juntar ropa y alimentos, y entregarlos a destino. En seis años han recorrido 107 mil kilómetros y repartido 590 mil kilos de aquello que sea útil para familias necesitadas del interior del país. Papá e hijos van por la campaña Nº 33, y sin batir ningún parche. Aunque deberían...

TEXTOS SONIA SANTORO
FOTOS TANARA PINCO

Un piano algo gastado aguarda en el pasillo de la antigua galería de Santos Lugares. Lo mismo hacen un par de máquinas de escribir en desuso, pedazos de PCs, ropa apilada en una bolsa de plástico. En poco tiempo, después de haber pasado por cuidadosa limpieza y arreglo y empaquetado, estarán en algún perdido pueblito de la cordillera jujeña o en una escuela rural en Corrientes. De eso se encargará Apuntes FM, una radio que desde hace 6 años se dedica a organizar campañas de recaudación de alimentos y ropa para llevar a ciudades y pueblos del interior. Y que en 32 campañas ya recorrió 107 mil kilómetros y repartió 590 mil kilos de donaciones. Detrás de toda esta historia está José Barberis, el dueño de la emisora, y cuatro pibes, tres hijos y un sobrino, para los que solidaridad es mucho más que una palabra.
José Barberis tiene 55 años y no es un hombre acaudalado. Debe cuatro cuotas del colegio de sus hijos y cuando las cosas no andan bien trabaja de remisero. “Esto es un sacrificio tremendo, a veces la tenés que pichulear de cualquier cosa. Y encima tenés un montón de gastos. Tenés que ir a buscar lo que donan a domicilio, a Zárate o a Avellaneda, donde sea, y ponés auto, nafta, todo. Tenés que ir a la feria a buscar cajas y poner todo en condiciones”, dice, sin ánimo de queja. Y muestra el álbum del último viaje a la provincia de Salta –donde las caritas de los chicos lo dicen todo– sobre un sencillo escritorio, en un local de dos por dos, de una galería semivacía. Al lado, en otro pequeño cubículo, está la radio.
Apuntes FM nació en 1994 con la idea de convertirse en una radio para ayudar a la gente que lo necesitaba. Hasta ese momento, Barberis había hecho un periódico zonal y había trabajado como ferroviario. “Empezamos a trabajar en solidaridad, pero con gente de la zona: 3 de Febrero, San Martín”, explica. Y después “ocurrió el famoso santiagazo” y una oyente les dijo que fueran a Santiago del Estero a hacer lo mismo que estaban haciendo acá. En tres días juntaron mil kilos de juguetes y alimentos, y fueron. Cuando volvieron y contaron la experiencia, la gente siguió trayendo cosas y decidieron volver, y desde entonces no pararon. Pero ahora llevan unos 42 mil kilos de cosas por viaje y están mucho más organizados.
En la radio y en su casa, el teléfono no para de sonar; ahí se dirigen quienes quieren donar algo. “Son los que ganan 200 pesos por mes, porque las empresas nunca dieron nada”, dice Barberis. Y se enfurece cada vez que recuerda aquel gigantesco camión que mandó La Serenísima “de 22 metros de largo” para darles sólo “10 kilos de leche”. Los devolvieron. El paso siguiente es retirar las donaciones y luego distribuirlas en cuatro o cinco casas de oyentes de la radio que se encargan de lavar, planchar, coser, reparar lo que sea necesario, y agruparlo en una caja, en la que un rótulo indica el nombre de la radio y lo que contiene. Estas cajas se guardan en dos depósitos, uno alquilado y otro prestado, hasta el próximo viaje.

Los pibes
Marcelo Alvarado, el ahijado de Barberis, tiene 27 años y se encarga de registar todos los viajes. Cada una de sus 32 campañas, a provincias del norte principalmente, está documentada con fotos y videos para dejar bien claro “que todas las cosas llegan a la gente y que nosotros las entregamos en mano”, dice. “Al principio me costó un poco engancharme porque uno es reacio a encontrarse con la realidad, estaba un poco en la mía, pero una vez que viajé ya no pude dejar de hacerlo”, cuenta. Por este proyecto Marcelo dejó de salir y de comprarse ropa, y abandonó la carrera de Veterinaria. “Cada vez que viajás tenés 250 pesos de gastos que salen de tu bolsillo, no hay nadie que financie la campaña y yo prefiero gastarme la plata en eso –cuenta–. Mucha gente te dice: ‘¿Cuál es el negocio?’. Es ver a un chico con una golosina en la mano o a un abuelo de 85 años contento, diciendo: ‘Es la primera vez en mi vida que me voy a acostar en un colchón’. Eso ya te pagó todos los gastos...”
Celeste Barberis es una chica como cualquiera de su edad: le gusta arreglarse el pelo y pintarse, y le encanta seguir algunos dictados de la moda. Pero con 13 años ya sabe que quiere ser “una pediatra que trabaje en el interior del país”, y no se imagina viviendo sin hacer cosas por los demás. “De chiquita me crié con esto”, dice. Sus tardes las dedica a atender los llamados de gente que quiere donar desde ropa, juguetes y alimentos hasta heladeras, arpas, tornos de zapatero, pianos, guitarras, wincos y computadoras. Todo sirve, aunque no funcione, porque “allá los chicos arreglan todo”, asegura. Y el ejemplo es contundente: una cubierta de tractor cortada se usa para bañar a los niños; de ahí se sirven agua y también allí apagan su sed los animales.
Martín tiene 16 años, va al secundario, opera un programa de radio durante la tarde y en los tiempos libres ayuda con lo que puede. Principalmente, buscando y repartiendo donaciones. Y cargando el camión cuando está a punto de salir, como toda la familia. En mayo fue a Chaco y durante seis días recorrió hospitales, ranchos, calles de tierra, repartiendo lo que llevaban. “Me impresionaron las casas... Los ranchos, desastrosos, muy, muy feos... Los nenes sin higiene, no sé cómo viven.” Y dice que no hay nada que lo pueda hacer olvidar esas caritas cuando vuelve a Buenos Aires: “Ellos no tienen nada, y nosotros tenemos demasiado”. El otro Barberis es Matías, de 9 años, flamante operador de radio y activo colaborador en la campaña solidaria, que hasta no hace mucho le escondía los bolsos a su padre para que no se fuera.

El interior
Para los hacedores de Apuntes FM, el trabajo no termina con la esforzada carga del camión. Ellos custodian la carga y se encargan personalmente de repartirla en los pequeños pueblitos de Salta, Formosa o Jujuy. Pero entregar 40 mil kilos de ropa, muebles o comida lleva su tiempo. “No es cuestión de pasar en camioneta y tirar las cosas. Cuando estuvimos en la precordillera con los mapuches, en cada casa que llegábamos nos teníamos que quedar una hora porque si no estás denigrando a la gente; ellos quieren la compañía, hablar con vos, tomar mate... A veces salimos a las 4 de la mañana y terminamos a las 2 del otro día”, cuenta Marcelo. Las horas también se pasan jugando un picadito mientras se asa un cabrito o almorzando con los chicos en los comedores de las escuelas.
En seis o siete días distribuyen las donaciones, principalmente en auto, pero también se internan en la montaña en burros para estar en aquellos lugares donde sólo se llega por ese medio. Y en el poco tiempo libre reciben cartas de instituciones, escuelas o familias contándoles sobre sus necesidades y pidiéndoles ayuda. “Nos ha pasado de llegar a un colegio en Santiago del Estero donde si no les dejábamos alimentos, los chicos podían estar 30 días sin comer. El gobernador saliente no firmaba el cheque, el entrante no lo podía firmar y estábamos hablando de 30 centavos por alumno para desayuno, almuerzo, merienda y cena”, recuerda Marcelo. Lo peor es que, como esa anécdota, los Barberis tienen miles.
Específicamente, cada campaña incluye dormir en cárceles, cuarteles de bomberos y hoteluchos. Soportar 20 grados bajo cero y alturas de 4 mil metros. Hacer rifas, sorteos y festivales para juntar plata. Cargar camiones gigantes. Caminar días enteros para repartir personalmente todo lo que llevaban. Y pasar noches completas recibiendo donaciones. Preguntas: ¿Nunca se cansan? ¿Cómo se hace para vivir pensando todo el tiempo en que hay un chico que se muere por no poder tomar un vaso de leche? ¿Por qué resignar las aspiraciones personales por un proyecto que parece no tener fin? La respuesta puede ser una: “Lo que pasa es que éstas son nuestras aspiraciones personales –dice Marcelo–. Podemos vivir cada día trabajando más y más, y tratando de salir más seguido porque hay gente que nos necesita. Uno no puede llevar asfalto, trabajo, luz, pero si nos quedáramos de brazos cruzados, tampoco llevaríamos nada. Lo mismo que viviste y viste es lo que te obliga a seguir y a dejar de lado el cansancio”.