Rockeros
que leyeron “Yo soy el Diego de la gente” y opinan
De
la buena memoria
Charly
vio un Diego reflexivo y poco calentón, a Sergio Rotman le pareció una
locura, Fabiana Cantilo no sabía de la existencia. Vicentico lloró, Andrés
Giménez se copó con las fotos y a Javier Calamaro no le interesa. Un pequeño
recorrido por el arco de opiniones que nutren esta producción del No,
además de algunos párrafos hirvientes del ¿libro del año? A ver...
TEXTOS
Y PRODUCCION: CRISTIAN VITALE
...
Tengo un recuerdo feliz de mi infancia, aunque si debo definir con una
sola palabra a Villa Fiorito, el barrio donde nací y crecí,
digo lucha. En Fiorito, si se podía comer se comía y si
no, no. Yo me acuerdo de que en invierno hacía mucho frío
y en verano mucho calor. La nuestra era una casa de tres ambientes, je...
Era de material, un lujo: vos pasabas la puerta de alambre de la entrada
y ahí había como un patio de tierra; después, la
casa. El comedor, donde se cocinaba, se comía, se hacían
los deberes, todo, en las dos piezas. A la derecha estaba la de mis viejos;
a la izquierda, no más de dos metros por dos, la de los hermanos...
De los ocho hermanos. Cuando llovía había que andar esquivando
las goteras, porque te mojabas más adentro de la casa que afuera.
O sea, no es que no teníamos una pileta; no teníamos agua:
así empecé a hacer pesas yo, con los tachos de veinte litros
de aceite YPF. Los usábamos para ir a buscar agua hasta la única
canilla que había en la cuadra, para que mi vieja pudiera lavar,
cocinar, todo. Y para bañarnos también: con la mano sacabas
el agua del tacho y te la pasabas por la cara, por los sobacos, por las
bolas, por los tobillos, entre los dedos. Lavarse la cabeza era más
complicado, te imaginás, y en invierno más valía
zafar. pág. 13
Charly
García
Lo leí casi todo. Me halagó que me nombrara cinco
veces y que me dedicara el libro. Quizá esperaba revelaciones más
sorpresivas. Pero el encare futbolístico está muy bien.
Lo que más me gusta es el relato impresionante que hace sobre aquel
gol a los ingleses en el Mundial del 86. Me gusta, además,
porque es ameno y poco dramático. Creo que el libro está
hecho para informar y aclarar algunas cosas. No es el planteo que se pudiera
esperar como un tipo calentón. Siempre un libro invita a la reflexión
y no fue la excepción en este caso.
Sergio
Rotman
Lo compré y se lo regalé a Martín Aloé
para el cumpleaños. En el poco tiempo que lo tuve, leí solamente
las partes finales de los comentarios que hace sobre otra gente. Pero
no puedo dar una opinión concreta, digo simplemente que me pareció
una locura. Muy bueno.
Vicentico
Es un libro muy bonito. Lo leí todo en una tarde con
lágrimas en los ojos. Emocionante.
Ricardo
Tapia
Diego es un hombre con una gran experiencia de vida extrema.
Por eso, puede sacar reflexiones interesantes, sobre todo siendo el jugador
más famoso del mundo. Su gran dimensión se ve en el fútbol,
por lo demás creo que es como cualquier persona. Me gustaría
leer el libro, me lo va a prestar Tavo Kupinski. Así que estoy
en eso.
Javier
Calamaro
No lo leí. No me interesa.
Pepe
Céspedes (Bersuit)
Me pegó bien, porque hay que bancársela para
estar adentro de ese cuerpo con todas las cosas que le pasaron. Debe ser
muy duro estar adentro de ese cuerpo. Fue la primera sensación
que tuve cuando lo leí. Aproveché los viajes de la última
gira para dedicarle mi tiempo. En un fin de semana lo liquidé,
es de rápida lectura porque de alguna manera es un diario acerca
de la vida de un prócer argentino... Que ahora está en Almagro.
Me alegra.
...
Pero fue un gol, un gol... increíble. ¿Saben qué
quería hacer yo con ese gol? Quería poner toda la secuencia
en fotos bien grandes encima de la cabecera de la cama... Le agregaba
una foto de Dalmita (en aquel tiempo, todavía no había nacido
Gianinna) y le metía una inscripción abajo: Lo mejor
de mi vida. Nada más. Y me dio mucho placer el otro, también.
A veces siento que me gustó más el de la mano, el primero.
Ahora sí puedo contar lo que en aquel momento no podía,
lo que en aquel momento definí como La mano de Dios...
Qué mano de Dios, ¡fue la mano del Diego! Y fue como robarles
la billetera a los ingleses, también... Nadie se dio cuenta, en
el momento: me tiré con todo. Ni yo sé qué hice para
saltar tanto. Metí el puño izquierdo y la cabeza detrás,
el arquero Shilton, Peter Shilton, ni se enteró y Fenwick, que
venía atrás, fue el primero que empezó a pedir mano.
No porque la haya visto, sino porque no entendía cómo podía
haberle ganado el salto al arquero. Cuando yo vi que el juez de línea
corría hacia el centro de la cancha, encaré para el lugar
de la tribuna donde estaba mi papá, donde estaba mi suegro, para
gritárselo a ellos... ¡Mi viejo había sacado medio
cuerpo afuera, convencido de que yo había hecho el gol con la cabeza!
Estuve medio gil, porque salí festejando con el puño izquierdocerrado
y mirando de reojo a ver qué hacían los jueces, ¡mirá
si el árbitro se agarraba de eso y sospechaba! Por suerte ni se
enteró. A esa altura, todos los ingleses protestaban y Valdano
me hacía así, ¡ssshhh!, con el dedo en la boca, como
si fuera una foto de una enfermera en un hospital. pag. 132
Erica
García
No estaba enterada de que Diego había sacado un libro.
Estoy grabando acá en Los Angeles y la actividad me impide leer
diarios y mirar televisión. De todas maneras, creo que sería
más interesante tomar algo con él y escuchar las anécdotas
de su propia boca.
Fabiana
Cantilo No me gusta ese tipo de lectura. Sin embargo, con Diego
está todo bien y ojalá pueda salir adelante. Es un mago
con la pelota. Creo que hay que respetarlo y quererlo por eso.
Andrés
Giménez
Lo leí y realmente me pareció muy bueno. Lo que
dice el tipo es muy copado por su sinceridad y lo intenso de sus historias.
Además, me agradaron mucho las fotos. Está muy bien ilustrado.
Mosca
(Dos Minutos)
Me están picando las ganas de leerlo. No sé si
comprarlo, me gustaría que me lo presten. Me interesa su meteórica
vida. Imaginá que nació acá nomás (Mosca vive
en Valentín Alsina) en Villa Fiorito, y creció hasta ser
un astro. Tuvo complicaciones en la vida. Y creo que por todo esto debe
ser interesante.
Lucas
Martí (A Tirador Laser)
Lo tengo. Me lo regalaron el otro día. Pero todavía
no pude leerlo, porque me lo ganó mi hermano. Espero que lo termine
pronto. Estoy muy ansioso por conocer más acerca de la vida del
Diego, un grande.
Tweety
González (Acida)
Hojeé el libro en el cumpleaños de un amigo.
Le habían regalado tres ejemplares y todos nos copamos leyendo
algunas partes. Muy bueno. Ahora, estoy esperando que alguien me lo regale
para mi cumpleaños para repetir el ritual.
...
Volvía a Buenos Aires, donde pensé que encontraría,
al fin, la paz, y encontré la guerra. Demasiadas cosas pasaban
en el país, demasiado graves... Yo estaba fuera de la escena, no
era noticia. Me necesitaban, parece. El 26 de abril armaron la farsa más
gigantesca que yo recuerde alrededor mío. Me atraparon, ¡me
atraparon! En un departamento de Caballito, en la calle Franklin, donde
yo estaba con dos amigos, más buenos que el agua mineral: Germán
Pérez y el Soldadito Ayala... Lo más curioso es que la policía
no estaba sola en el operativo, ¡parecía una conferencia
de prensa después del título del mundo! Un periodista amigo,
a quien yo quiero mucho, me contó una vez que al medio donde él
trabajaba llamó la propia policía para anunciar el horario
del procedimiento. Y otra cosa más, una perlita: la detención
se demoró un poquito ¡porque no llegaban las cámaras
de la televisión española! Así fue, sí señor...
Cuando entraron, volteando todo, yo dormía. Y me desperté
preguntando por la Claudia porque era lo más natural, creo. La
cosa es que me sacaron de la cama, me vestí, cuando estábamos
en el pasillo, camino a la calle, ya vi el reflejo de las luces de las
cámaras, los gritos de los periodistas, todo... Entonces, como
iba al lado del cana que mandaban el operativo, le dije:
Maestro, ¿están todos los periodistas afuera, no?
Sí, Diego, sí. Hay un montón...
Bueno, acomódese la corbata, entonces, porque va a salir
en todos los canales. Así lo ven en su casa...
¿¡Y podés creer que el cabeza de termo se la acomodó!?
pág. 214
Pedro
(Altocamet)
Soy el único de la banda que empezó a leer el
libro, al resto no le interesa el fútbol. Aunque voy por la mitad,
estoy en condiciones de decir que me parece una de las autobiografías
más interesantes y divertidas que existen. Diego es realmente un
número uno y ha pasado por miles de situaciones futbolísticas
y otras no tanto. Estoy orgulloso de que Maradona sea argentino.
Cucho
(Auténticos Decadentes)
Me muero por leer a Diego. Pero ahora estoy concentrado con
la actividad de Los Decadentes. Cuando vuelva del viaje, seguramente lo
primero que hago es ponerme las pilas con el libro.
Después,
sí, armé aquella fiesta de cumpleaños. Fue en el
Buenos Aires News y junté a todo el mundo: mi familia, primero;
mis compañeros de Boca, por supuesto; pero también Charly
García, Juanse, Diego Torres, Ricki Maravilla, Andrés Calamaro.
¿Que yo soy contradictorio? Si, ¿y quién no lo es?
Lo cierto es que estuvieron allí todos los que yo quería
que estuvieran. Y festejé con un mensaje: que iba a vivir muchos
años más, aunque varios querían que no fuera así.
Esos varios, que no eran pocos, también pensaban que los futbolistas
éramos todos unos ignorantes: y la mejor respuesta no se la di
yo, sino la prestigiosa Universidad de Oxford. Esa sí que fue una
de las más grandes alegrías de mi vida: que me reconocieran
en ese lugar. Por eso hice un esfuerzo enorme para estar. Jugué
contra Vélez en la cancha de Boca, el domingo 5 de noviembre. Ganamos
nuestro partido consecutivo, y desde la Bombonera volé hasta Ezeiza.
Me acompañaban Claudia, mis hijas, Cóppola y Bolotnicoff.
Me tomé un avión hasta Nueva York y ahí hice escala
más que eso no pude hacer, porque se sabía que los
yanquis no me dejaban entrar en Estados Unidos y enganché
con el Concorde. En tres horas y media aterricé en Londres y en
una camioneta me llevaron hasta Oxford. En menos de veinte minutos estaba
parado frente a un montón de estudiantes de todo el mundo, que
me aplaudían como si hubiera hecho el mejor gol de mi vida. La
idea había sido de un pibe argentino a quien le voy a estar agradecido
toda mi vida, Esteban Cichello Hübner. Durante treinta y cinco minutos
leí un discurso que me habían ayudado a escribir Bolotnicoff
y Cóppola. Para mí, era un desafío en serio: volví
a leer en público desde mis tiempos de la primaria. El sentido
de lo que dije aquella vez era el que me había motivado siempre:
demostrar que los jugadores de fútbol no somos ignorantes, defender
la dignidad del jugador. (pág. 260)
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