MARTA
DILLON
o
es mucho lo que supe de ellos. Fue un encuentro fugaz, un par de comidas,
un par de discusiones, un humito que echamos en los médanos de
Chapadmalal, con el mar rugiendo atrás y el viento adelante metiendo
arena hasta donde parece imposible. Para mí fue amor a primera
vista. No bien entendí la indignación de David me sentí
como en casa en un lugar al que no quería ir y que después
me costó dejar. Estábamos en una mesa sobre Derecho y
vih sida y, después de escuchar alguna pavada sobre el deterioro
de las facultades mentales que produce el virus, David tomó el
micrófono y no disimuló el hartazgo que le producen algunos
términos .-¿portador de qué?, yo sólo
porto mi documento y porque me obligan. Hubo un guiño
de Carlos, que oficiaba de coordinador, la risa de Carolina en la primera
fila y una pregunta más de Andrés antes de que una de
las oradoras ensayara una disculpa por sus deformaciones profesionales.
Un rato después estaba sentada en el pasto con mis nuevos amigos,
tomando el primer sol después de una semana de lluvia y hablando
de amor y otros goces. ¿De qué más podíamos
hablar? Todos vivimos con vih y esos temas están en la lista
de nuestros favoritos. No es mucho más lo que supe de ellos,
salvo que me ensancharon tanto el corazón que creí que
ya no me pertenecía. Supe también que Carlos y Andrés
estuvieron presos mucho tiempo. Que usaron ese tiempo para estudiar
y para entender cuáles son las grietas posibles en el encierro
y cómo resistir a ese poder absoluto que intenta ejercer el sistema
penitenciario. Supe que Carlos tomaba sol en tanga en el patio de Sierra
Chica, que vivió en el pabellón de homosexuales y que
se las arregló para sacar escritos de otros presos, para redactar
hábeas corpus y para acompañar a quienes morían
de sida en la cárcel sin chance para nada. Supe que Andrés
pasó por distintos penales, que entendió el valor de la
educación en la cárcel, que estudió sociología
y que lleva sus pastillas en un frasco tan grande que parece un misil,
que David está en Argentina porque la represión en Chile
lo obligó a exiliarse, que tiene marcas de picana, que su mujer
sabe que es bisexual y que no le importa. Supe que Carolina no tiene
vih pero está comprometida con sus amigos, que saca de su cartera
las pastillas de Carlos, que es antropóloga y que colabora con
la red de personas viviendo con vih en Olavarría. Supe que todos
tienen ganas de pelearla juntos, que saben que éste es un momento
de resistencia y que en este momento los encuentros tienen un valor
que todavía no calculamos pero que pronto se va a sentir. Supe
también que nos vamos a volver a ver, que éste es el primer
paso de la amistad. Cuando a la noche nos juntamos a cenar y a discutir
lo que queríamos, todos sacamos nuestras pastillas como si fuera
un ritual que no tenía nada de secreto, tomamos todo el vino
que pudimos y nos reímos de la cara de alguna gente cuando decimos
que, además de querer seguir vivos, que además de querer
nuestras pastillas en término, que además de todo eso
también queremos dignidad, queremos coger, queremos enamorarnos.
No es mucho lo que supe de ellos, pero fue suficiente para saber que
no estamos solos, que nos vamos a volver a encontrar y que eso ya tiene
la fuerza suficiente de un primer paso.
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