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Jueves 2 de Noviembre de 2000

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Gigio y Adrián Paoletti insisten con las canciones

Quiero tocar la guitarra todo el día

Ambos encajarían dentro de la difusa categoría del songwriter (suena mucho mejor así, en inglés), aún desde sus diferencias de estilo y personalidad. Juntos por el azar de una producción periodística, explican por qué hacen lo que hacen y cómo se las arreglan. Ah, no... No venden muchos discos ni convocan multitudes enfervorizadas.

TEXTOS: PABLO PLOTKIN
FOTOS: TAMARA PINCO

Gigio lo compuso andando en bicicleta y arriba del colectivo, yendo al pequeño taller de estampado de plástico que comparte con su padre. Después empezó a grabarlo en un portaestudio, solo con la guitarra, y cuando entró a un estudio de grabación cerca de su casa en Martínez, todas las noches llegaban amigos y aportaban algo. Así La canción de los días fue armándose con la base de Fernando Ricciardi (batería de Cienfuegos y Los Fabulosos Cadillacs) y Martín Aloé (bajo de Cienfuegos y Erica García), más las colaboraciones de Ricardo Mollo, Erica, Jorge Serrano, Sergio Rotman y Mimi Maura, entre otros. Soy yo por ahora, el tercer álbum en la vida solista de Adrián Paoletti, fue más un plan que un accidente. De naturaleza poco prolífica, Paoletti se sentó a escribir las canciones y, un poco harto de su pasado acústico (desarrollado en el anterior, y pomposo por el título al menos, En la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta), compuso los temas con el cerebro formateado en la función banda de rock.
Los dos álbumes aparecieron este año en Buenos Aires. No es que se parezcan tanto, pero los dos (además de encolumnarse en esa fila desdibujada pero siempre concurrida de “cantautores independientes”) comparten una visión profundamente poética de las cosas y una preferencia por la estructura de canción simple. Hace un par de domingos tocaron juntos en El Anexo, más de una década después de que se cruzaran en una minigira veraniega por Villa Gesell. “Estábamos Harry (el trío en que tocaba Gigio), Copiloto Pilato (la banda de Paoletti) y El Lado Salvaje”, recuerda Adrián. “De ahí nos conocemos. También tocábamos en La Carpintería, un lugar que estaba a la vuelta de lo que hoy es El Borde de Temperley.”
Gigio: Cuando nos conocimos, él era el poeta del sur y yo el poeta del norte. El era de Monte Grande, y yo de Martínez. Después me fui a España siete años; dejé de lado mi faceta de cantautor y me puse a trabajar de disc-jockey en discotecas. Grabé un montón de música electrónica en mi casa, aunque nunca hice nada con eso. Después armé una banda –Kilombo– y tocábamos funk. Yo hacía los temas y una chica los cantaba. Volví cuando los Cienfuegos me mandaron un billete de avión para que grabara en el debut del grupo, donde puse dos temas. Fui allá, agarré la guitarra, me salieron mil temas y decidí volver acá, donde me sentía más cómodo. Me casé, tuve hijos y dejé de lado el reviente del rock’n’roll. Tengo que trabajar, entre otras cosas.
Paoletti: Yo trabajo hace once años en el mismo lugar (repartiendo citas judiciales), y vivo de eso. La plata que pierdo con la música la gano en mi trabajo. En realidad lo tomo como una inversión.
Gigio: Buenos Aires está lleno de vendedores de panchos que tienen bandas. Todos somos músicos acá.
Paoletti: Sí, y todos alguna vez escribieron un poema. Son artes muy subjetivos. Por eso creo que no todo es poesía. Leés a William Blake, a Nicanor Parra, Olga Orozco, y te das cuenta de que ahí hay poesía.
Gigio: El asunto es que para mí la poesía abarca más que las palabras. Miles Davis también es poesía. No sé bien qué carajo es, pero sé que es algo que vive más allá de vos y de mí.
No es del todo conveniente mencionar la palabra “cantautor” como si eso significara algo. Gigio levanta los hombros. Paoletti reflexiona sobre la especie: “De repente hubo una movida de solistas. Las bandas se separaron y de pronto todos somos cantautores. En cuanto a grupos, los nuevos me parecen todos un desastre. Casi todos suenan bien, pero ninguno me emociona. En mi casa puedo llegar a escuchar los discos de Victoria Abril, Entre Ríos, alguna canción de Francisco (Bochatón). Pero, en general, me parece que no hay mucha pasta. Y los que ya están consagrados, los que llenan estadios, es una pena que se dediquen todo el día a la música y no mejoren su manera de componer y tocar. No hay un mínimo de riesgo en nada”. Como compositor, a Gigio le gusta Jorge Serrano. “Sí, es muy grosso -coincide Adrián–. Lo mismo creo de Iorio. Es otro estilo musical, pero el pibe hace canciones. Viejas Locas tiene un par re-lindas, también, para serte sincero.”
Cuando hablás con dos tipos que pasaron los 30 y no se resignaron a abandonar la guitarra (no sólo eso: tampoco a dejar de grabar y editar discos por su cuenta) a pesar de que eso no les resulta en absoluto rentable, hay algunas palabras que conviene evitar. “Independencia” es una. Paoletti, que sabe de qué se trata porque nunca pasó de la sala de espera de una compañía multinacional, puede hablar del asunto: “Ultimamente veo a demasiadas bandas a las que una compañía les devolvió el contrato, y de pronto hablan de todas las libertades que te da ser un grupo independiente. ¿De qué hablan? Nunca tenés menos libertades que cuando tenés que bancarte la edición de un disco. El que diga lo contrario, no sabe de qué está hablando”.

Gigio Banda de los ‘90: Los Auténticos Decadentes. Beatle favorito: Lennon. Un lugar de Buenos Aires: La ribera de Martínez. Alguna actriz: Isabel Sarli. El poeta: Federico García Lorca.

Paoletti Banda de los ‘90: Nirvana. Beatle favorito: Ninguno. No me aportaron nada. Un lugar de Buenos Aires: El buffet de La Cárcova (escuela de arte de Costanera Sur). Alguna actriz: Uma Thurman. El poeta: Nicanor Parra.