Gigio
y Adrián Paoletti insisten con las canciones
Quiero
tocar la guitarra todo el día
Ambos
encajarían dentro de la difusa categoría del songwriter (suena mucho mejor
así, en inglés), aún desde sus diferencias de estilo y personalidad. Juntos
por el azar de una producción periodística, explican por qué hacen lo
que hacen y cómo se las arreglan. Ah, no... No venden muchos discos ni
convocan multitudes enfervorizadas.
TEXTOS:
PABLO PLOTKIN
FOTOS: TAMARA PINCO
Gigio
lo compuso andando en bicicleta y arriba del colectivo, yendo al pequeño
taller de estampado de plástico que comparte con su padre. Después
empezó a grabarlo en un portaestudio, solo con la guitarra, y cuando
entró a un estudio de grabación cerca de su casa en Martínez,
todas las noches llegaban amigos y aportaban algo. Así La canción
de los días fue armándose con la base de Fernando Ricciardi
(batería de Cienfuegos y Los Fabulosos Cadillacs) y Martín
Aloé (bajo de Cienfuegos y Erica García), más las
colaboraciones de Ricardo Mollo, Erica, Jorge Serrano, Sergio Rotman y
Mimi Maura, entre otros. Soy yo por ahora, el tercer álbum en la
vida solista de Adrián Paoletti, fue más un plan que un
accidente. De naturaleza poco prolífica, Paoletti se sentó
a escribir las canciones y, un poco harto de su pasado acústico
(desarrollado en el anterior, y pomposo por el título al menos,
En la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta),
compuso los temas con el cerebro formateado en la función banda
de rock.
Los dos álbumes aparecieron este año en Buenos Aires. No
es que se parezcan tanto, pero los dos (además de encolumnarse
en esa fila desdibujada pero siempre concurrida de cantautores independientes)
comparten una visión profundamente poética de las cosas
y una preferencia por la estructura de canción simple. Hace un
par de domingos tocaron juntos en El Anexo, más de una década
después de que se cruzaran en una minigira veraniega por Villa
Gesell. Estábamos Harry (el trío en que tocaba Gigio),
Copiloto Pilato (la banda de Paoletti) y El Lado Salvaje, recuerda
Adrián. De ahí nos conocemos. También tocábamos
en La Carpintería, un lugar que estaba a la vuelta de lo que hoy
es El Borde de Temperley.
Gigio: Cuando nos conocimos, él era el poeta del sur y yo el poeta
del norte. El era de Monte Grande, y yo de Martínez. Después
me fui a España siete años; dejé de lado mi faceta
de cantautor y me puse a trabajar de disc-jockey en discotecas. Grabé
un montón de música electrónica en mi casa, aunque
nunca hice nada con eso. Después armé una banda Kilombo
y tocábamos funk. Yo hacía los temas y una chica los cantaba.
Volví cuando los Cienfuegos me mandaron un billete de avión
para que grabara en el debut del grupo, donde puse dos temas. Fui allá,
agarré la guitarra, me salieron mil temas y decidí volver
acá, donde me sentía más cómodo. Me casé,
tuve hijos y dejé de lado el reviente del rocknroll.
Tengo que trabajar, entre otras cosas.
Paoletti: Yo trabajo hace once años en el mismo lugar (repartiendo
citas judiciales), y vivo de eso. La plata que pierdo con la música
la gano en mi trabajo. En realidad lo tomo como una inversión.
Gigio: Buenos Aires está lleno de vendedores de panchos que tienen
bandas. Todos somos músicos acá.
Paoletti: Sí, y todos alguna vez escribieron un poema. Son artes
muy subjetivos. Por eso creo que no todo es poesía. Leés
a William Blake, a Nicanor Parra, Olga Orozco, y te das cuenta de que
ahí hay poesía.
Gigio: El asunto es que para mí la poesía abarca más
que las palabras. Miles Davis también es poesía. No sé
bien qué carajo es, pero sé que es algo que vive más
allá de vos y de mí.
No es del todo conveniente mencionar la palabra cantautor
como si eso significara algo. Gigio levanta los hombros. Paoletti reflexiona
sobre la especie: De repente hubo una movida de solistas. Las bandas
se separaron y de pronto todos somos cantautores. En cuanto a grupos,
los nuevos me parecen todos un desastre. Casi todos suenan bien, pero
ninguno me emociona. En mi casa puedo llegar a escuchar los discos de
Victoria Abril, Entre Ríos, alguna canción de Francisco
(Bochatón). Pero, en general, me parece que no hay mucha pasta.
Y los que ya están consagrados, los que llenan estadios, es una
pena que se dediquen todo el día a la música y no mejoren
su manera de componer y tocar. No hay un mínimo de riesgo en nada.
Como compositor, a Gigio le gusta Jorge Serrano. Sí, es muy
grosso -coincide Adrián. Lo mismo creo de Iorio. Es otro
estilo musical, pero el pibe hace canciones. Viejas Locas tiene un par
re-lindas, también, para serte sincero.
Cuando hablás con dos tipos que pasaron los 30 y no se resignaron
a abandonar la guitarra (no sólo eso: tampoco a dejar de grabar
y editar discos por su cuenta) a pesar de que eso no les resulta en absoluto
rentable, hay algunas palabras que conviene evitar. Independencia
es una. Paoletti, que sabe de qué se trata porque nunca pasó
de la sala de espera de una compañía multinacional, puede
hablar del asunto: Ultimamente veo a demasiadas bandas a las que
una compañía les devolvió el contrato, y de pronto
hablan de todas las libertades que te da ser un grupo independiente. ¿De
qué hablan? Nunca tenés menos libertades que cuando tenés
que bancarte la edición de un disco. El que diga lo contrario,
no sabe de qué está hablando.
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Gigio
Banda de los ‘90: Los Auténticos Decadentes. Beatle favorito: Lennon.
Un lugar de Buenos Aires: La ribera de Martínez. Alguna actriz:
Isabel Sarli. El poeta: Federico García Lorca.
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Paoletti
Banda de los ‘90: Nirvana. Beatle favorito: Ninguno. No me aportaron
nada. Un lugar de Buenos Aires: El buffet de La Cárcova (escuela de
arte de Costanera Sur). Alguna actriz: Uma Thurman. El poeta: Nicanor
Parra. |
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