Sergio
Rotman, el bocón ROCKER ataca de nuevo
“Lo único que nos puede destruir es un hit”
Cienfuegos
sigue vivo y ahí estará el sábado para demostrarlo. Después de rumores
y una cierta confirmación del final, una de las pocas bandas con cultura
rock del medio local afronta una "nueva" etapa. Eso, al menos, asegura
su cantante y mentor.
TEXTOS:
MARTIN PEREZ
FOTOS: SANDRA CARTASSO
A
Sergio Rotman le gusta ser bocón. O, más bien, no le importa
serlo. Lo importante es lo que uno hace, no lo que dice, asegura
mientras se encoge de hombros con una sonrisa. No es casual la mención:
el cantante de Cienfuegos, ex Cadillac, supo ganarse todos los reproches
de sus compañeros de grupo cuando hace un par de meses, durante
un show en la FM Supernova 96.7 declaró muy orondo que ése
era el último show del grupo. Y lo cierto es que muy cerca estuvo
de serlo, pero ése no es el punto. Cuando me fui de los Cadillacs
se armó flor de revuelo por todo lo que dije, y no hice más
que decir la verdad. Pero la gente no se merece la verdad, lo único
tiene que saber son tus canciones, dice ahora, representando al
dedillo su papel. Y desde el cual celebra la aparición de Chila-Rock,
un site de Internet que no deja títere con cabeza. Subtitulado
como Polémica en el rock, y poblado de mordaces comentarios
que no cuesta mucho imaginarse saliendo de la boca del arquero paraguayo,
ChilaRock se cepilla sin pelos en la lengua a los Redondos, Charly García,
Spinetta y demás. Y, por supuesto, también a Sergio Rotman.
Cienfuegos se apaga, Rotman. ¿Cuanto valdrá volver
a los Cadillacs?, se puede leer en el mordaz site, y la cita de
la página cretina ayuda a escapar de la responsabilidad de hacer
tamaña pregunta. Mirá, no se puede volver a algo que
ya no existe, explica Rotman. Y en lo que respecta a Cienfuegos,
lo que se apagó fue la intención de posicionarnos dentro
de la escena local. Pero la naturaleza del grupo es tal que no puede dejar
de existir. Estamos lejos de nuestro comienzo, pero aún más
lejos de la separación. Lo único que nos puede destruir
es un hit, lanza.
Cuando Rotman dijo lo que dijo en aquel último show de Cienfuegos,
lo único que hizo fue volver pública una crisis dentro del
grupo que mejor encarna al rock más maldito y puro dentro de la
escena local. Producidos por Ricardo Mollo, y con una larga lista de covers
que hacen honor a sus influencias David Bowie, Talking Heads, The
Clash, Wire y Joy Division, entre otros, Cienfuegos es la clase
de grupo que quiere escuchar cualquier fanático del rock que no
ha dejado de creer en el género desde la década del ochenta.
Un grupo permanentemente enojado consigo mismo, incapaz de hacer otra
cosa que revolcarse en sus propias entrañas a aullido y guitarrazo
limpio; un quinteto con la angustia existencial masculina a flor de piel
en sus letras, tan capaz de defraudar a conciencia como quemar toda la
bronca a la hora de tocar en vivo. Esa clase de grupo que se suele citar
una y otra vez como posible revelación hasta que terminan siendo
encasillados como malditos. Y a partir de entonces es posible comenzar
a enumerar una larga historia negra que sustenta el mito. Como le sucedió
a Cienfuegos. Cuando me metí en Cienfuegos, sabía
que esto iba a pasar, asegura el principal implicado. Y esto
es el definitivo fracaso en la búsqueda de ser la próxima
revelación. Nos pasamos todo un año tratando de que
el grupo funcione como debe funcionar según los mandatos de la
escena local: tocar dos o tres veces por mes, y lograr que la gente cante
nuestro nombre en los recitales. Todo de manera forzada. Hasta que nos
quedamos sin ganas de seguir tocando, confiesa Rotman, que avisa
que las ganas han vuelto, y por eso es que Cienfuegos despide el año
tocando este sábado.
Sé que es difícil de explicar, pero para entender
la lógica de Cienfuegos hay tener en cuenta que es un grupo de
amigos, y que por eso siempre terminamos tocando para los amigos. Los
cinco integrantes del grupo crecimos escuchando la misma música,
y viviendo en el mismo barrio. Y vamos a tocar siempre juntos, pase lo
que pase. Puesto a aclarar aún más las cosas, Sergio
dice que la gran decisión sobre la que se apoya este retorno del
grupo es que han decidido tocar sólo cuando pueda Fernando Ricciardi,
baterista también de los Fabulosos Cadillacs. Durante todo este
conflictivo año que los llevó a la crisis, Cienfuegos intentó
prescindir de esta dependencia que el grupo tenía con las fechas
libres de Ricciardi,y consiguió un baterista de reemplazo: Aitor
Graña, ex Juana La Loca y actual Virus. Aitor es un genio,
y gracias a él fue que el grupo duró un año más,
apunta Rotman. Pero, al fin y al cabo, Cienfuegos es el grupo de
los amigos. Un grupo que no tiene ningún otro proyecto detrás
que el de tocar juntos. Y por eso fue que se deshizo siempre que no estuvimos
juntos: cuando Martín Aloé se fue a España, cuando
a Hernán Bazzano le dio un ataque de psicosis y no podía
subir a un escenario o cuando con Fernando nos fuimos a los Cadillacs.
Claro que, dentro de la crisis, él encontró este año
su propio oasis tocando con Mimí Maura. Con Mimí damos
un servicio a la comunidad, hacemos sentir bien a la gente, asegura.
En cambio, a mí muchas veces me pareció que la música
de Cienfuegos era algo inútil. Porque, ¿a quién le
interesa saber cómo me siento?
Pregunta inútil en realidad a la hora de hablar del rock la
carveriana pregunta ¿de qué hablamos cuando hablamos de
amor? mutando en ¿de qué cantamos cuando cantamos canciones
de rock?, Cienfuegos responde semejante existencialismo trágico
disco a disco, los tres ineludibles al hablar del mejor rock local con
algo para decir, aunque sea de sí mismo. Después de un año
en el que se ha hablado mucho de grupos a los que nadie parece realmente
escuchar piensen en todos esos grupos que les importan a las discográficas,
los que ocupan espacios en las revistas... e incluso en el festival que
rodeó la llegada de Sonic Youth, es inútil preguntarse
paraquiéncantoyoentonces sino qué
hace falta cantar. Y eso es lo que va a hacer Cienfuegos el sábado.
No va a ser una experiencia agradable, avisa el pequeño
frontman. Pero agrega: Yo no sé qué es lo que espera
la gente de un grupo de rock, pero lo mejor es cuando está en crisis.
Porque ahí sale toda la vibra y vale la pena pagar la entrada para
verlos. Lo digo por experiencia propia. Y el bocón sonríe
por una vez en silencio. ¿Sabés que les escribí
a los de Chila-Rock?, anuncia, para terminar. Les mandé
un cantito de la hinchada de San Lorenzo, dedicado a Chilavert: Ahí
está, ahí lo ven, el paraguayo al que le dimos de comer.
A ver si lo ponen online, dice el hombre que ahora está en
paz con todos. Con la gran familia Cadillac, con Mimí Maura. Y
también con Cienfuegos. Al menos hasta el sábado.
|