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Jueves 7 de Diciembre de 2000

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EL RESPETABLE Y GAMBERRO JULIAN HERNANDEZ HABLA DEL ROCK AND ROLL

“Es una cosa descerebrada, machista y políticamente incorrecta”

El cantante de los geniales Siniestro Total ha llegado a los cuarenta y dice que está todo bien con la edad (ante todo, mucha calma, amigos). Estuvo en Buenos Aires para tocar con su banda, y por eso el No aprovechó para hablar de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock and roll?, un divertidísimo y ácido relato de la vida del rockero profesional.

TEXTOS MARTIN PEREZ
FOTOS TAMARA PINCO

Todo comienza como lo dicta el manual jamás escrito de las entrevistas con músicos en gira. Es decir: cuando llega la hora convenida, el cronista se hace presente en el hotel en cuestión –uno de tantas estrellas que no le molesta el porte de sus huéspedes y/o sus invitados, o uno de tan pocas que por lo tanto sucede exactamente lo mismo– y pregunta en recepción por el agente de prensa del entrevistado. De no existir, conviene preguntar entonces por el manager del grupo. Tras un llamado, se hace presente el susodicho y detrás de él viene su artista. Hay un problema: no viene solo sino acompañado. Por lo general, cuando se trata de grupos de rock, quienes suelen hablar son el cantante y/o el guitarrista responsable de las composiciones, si es que lo hubiere. También pueden hablar los demás integrantes, pero es como si no lo hicieran. A nadie le interesa lo que tienen para decir (a veces ni siquiera a ellos mismos). Lo que no suele hacerse, tanto de un lado como del otro del grabador, es hacer evidente semejante desidia. Por eso, cuando el polifacético Julián Hernández, cantante del grupo español Siniestro Total, saludó al cronista del No acompañado por otro de los miembros de la banda, la cuestión amagó ponerse algo incómoda. Con toda la delicadeza del mundo, temiendo magullar el ego del músico desconocido para otros que no sean los fans de su banda, el periodista comenzó a explicarle en voz baja que la nota no era por el grupo sino por el descojonante libro sobre el rock que Hernández había editado en España. Por lo tanto, no iba a ser necesario otro que el mismísimo Hernández en la entrevista. Semejante revelación, lejos de incomodar al tercero en discordia, no hizo más que iluminar el rostro del acompañante y –acto seguido– se retiró inmediatamente por donde había venido, sorprendiendo a propios y extraños por tamaño desinterés. “Era Angel, el baterista. No te preocupes que, como verás, no has herido su orgullo”, explicó entre risas Hernández, consciente de que semejante escena parecía sacada de un capítulo de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? (Temas de Hoy), en el que –entre otras cosas– el cantante vivisecciona con científica crueldad toda la fauna y la flora del siempre ponderado pero muy poco explicado rock’n’roll. Y en el que exclama, al escribir sobre los bateristas, “¡Qué especímenes tan encantadores son los condenados a la extinción!”. Algunos fragmentos de este volumen fueron publicados por este suplemento, a mediados del año pasado.
Con cuarenta años confesos, Julián Hernández es un natural de Vigo nacido en el exilio madrileño y que desde hace ya más de dos décadas forma parte de un irredento (y genial) grupo gallego llamado Siniestro Total, lúcidos autores de temas bautizados con nombres tales como “Matando jipies en las cíes” o “Las tetas de mi novia”. Cuando llega el momento hablar de él en su libro de memorias de los años ‘80, Sabino Méndez –el guitarrista y compositor de Loquillo y los Trogloditas– lo presentó así: “Julián tenía una mirada, unas gafas y un cráneo de niño grande. Cuando su talante bondadoso venía a confirmar esa fisonomía y le considerabas ya como inofensivo, te sorprendía por la espalda con un humor corrosivo e implacable de risueños momentos. Hoy sigue siendo respetable, holgazán y gamberro”. Enfrentado con la realidad de ser rocker a los cuarenta, y para colmo seguir militando en el grupo con el cual comenzó esta historia, Hernández confiesa no haberse imaginado jamás que llegaría así a semejante edad. “Pero siempre quise tener cuarenta años. Siempre me pareció una edad cojonuda, y más cuando me di cuenta de que los cumpliría en el año 2000. Ya me imaginaba yo volando en platillos voladores y con pistola de rayos. Pero en eso sí que me han estafado. El futuro ya no es lo que era”, remata el cantante, que acepta que resulta algo paradójico que quien intente descubrir si existe inteligencia en el rock sea precisamente el autor de un tema como “Todos los ahorcados mueren empalmados”. “Pero eso es lo bueno”, dice quien siempre ha sido demasiado autoconsciente de los límitesdel medio en el que trabaja. “Muchas veces me he preguntado qué sentido tiene seguir en una banda de rock, algo que creo que no deja de preguntarse nadie que no esté en esto durante demasiado tiempo. Porque el rock, al fin y al cabo, es una cosa descerebrada, machista y políticamente incorrecta. Aunque no sólo es eso. Pero no en vano Frank Zappa, quien ha hecho algunas de las cosas más sublimes del rock, también ha firmado una canción como ‘Tetas y cerveza’, la canción más garrula, bestia y machista que se pueda imaginar. Y es que el rock son las dos caras de Frank Zappa, al fin y al cabo, que tal vez haya sido el tipo que mejor entendió su esencia.”
Estructurado como una suerte de documental a lo Animal Planet sobre ese mundo llamado rock –”del que su autor es el primer espécimen”, apunta Hernández– ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? está formado por capítulos dedicados a todos y cada uno de los tópicos del género. Un recorrido por algunos de sus títulos y subtítulos hace evidente su contenido: “Razones biológicas/filosóficas de su existencia: ¿por qué la gente se mete en un grupo?”, “La carretera y el camerino como hábitat naturales de los músicos y sus colegas”, “Opciones sexuales mayoritarias y minoritarias: onanismo o barbarie”, “Si mi ídolo se tira por la ventana, ¿debo hacerlo yo también?”, “La cultura me persigue, pero yo corro más deprisa”. Explica Hernández: “La inspiración principal fue un libro que escribió Frank Zappa, The Real Frank Zappa Book, al que justifica diciendo que ya que hay tantos libros con mentiras sobre él, debía haber uno que al menos estuviese escrito por él. Yo he hecho lo mismo”.

Las casualidades de la vida han hecho que, junto al libro de Hernández, haya salido en España otro libro escrito por un músico: Corre, rocker (Espasa Calpe), las memorias del ex Trogloditas, Sabino Méndez. Claro que si el libro de Hernández es un riguroso (y divertidísimo) trabajo de divulgación de rock, el de Sabino es una sentida “crónica personal de los ‘80”, según reza su subtítulo. En él hay vivas confesiones de ex yonqui, emotivos retratos de compañeros muertos en el camino y –en general– un melancólico recorrido por sueños que decididamente se han perdido. “Lo bueno del rock, como en todo, es saber tener un pie afuera, y poder mirar lo que estás haciendo con cierta distancia”, explica Hernández. “Lo peor de todo es tomarte demasiado en serio y creerte todos los clichés. Algo que por cierto hizo Sabino, que hablaba mucho del rocker, del cadillac, de las chicas y de las drogas. Durante mucho tiempo, Sabino se creyó esa frase que dice: ‘Vive deprisa, muere joven y deja un cadáver bien parecido’. Por eso a mí me parece que sus memorias son un encantador mea culpa. Una confesión, digamos. Mientras que yo nunca me tomé todo demasiado en serio, ya que formaba parte de un grupo de gallegos medio bestias que se dedicaba a la parte más dadaísta del rock”, precisa el cantante de Siniestro Total, que explica que la razón por la cual no hay más libros sobre rock escritos por músicos es muy sencilla: “Es que los músicos no saben escribir”. Y remata: “Aun con sus diferencias, tanto el libro de Sabino como el mío son ni más ni menos que una autocrítica. En ellos dejamos claro que los músicos somos los únicos culpables de todo lo que pasa en el rock... hasta de las malas críticas”.
Durante más de dos décadas al frente de una banda que supo pelear en sus comienzos no contra una dictadura sino más bien contra la gente que durante cuarenta años se había resignado al gobierno de Franco, Hernández asegura que sus canciones aún siguen saliendo de la misma bronca del principio. “Claro que, con el tiempo, no te queda otra cosa que aprender a tocar tu instrumento. Aunque sea por la obligación de tocar cada fin de semana. Y también que los años te hacen ver otras cosas, cosas que tal vez no veías en la inmediatez de la juventud. Ahora es como Blow Up, cada vez más cosas en la foto”, explica. Y siente que el aburrimiento de la vida cotidiana es el peor de todos. “El fascismo de los estadios llenos y elbrazo en alto es algo imposible hoy en día”, explica. “Pero el asunto es que hoy, como dicen los situacionistas franceses, estamos viviendo una vida falsa y mediática, que no es la nuestra. ¡Pero nos encanta! Es la dictadura perfecta”, razona Hernández, que acaba de editar con Siniestro Total el álbum La historia del blues (Virgin, 2000). Un proyecto que parece haber salido del primer capítulo de su libro, en el que recorre -con mucha sabiduría– la historia del rock con particular énfasis en el blues, y que le permite vislumbrarle algún sentido al hecho de estar en un grupo de rock. “Cuando yo comencé con Siniestro Total, pensé que no duraría más de un par de años”, confiesa. “Llevamos todo este tiempo casi de casualidad. Porque ningún músico se decidió a dinamitar la banda desde dentro cada vez que se aburrió sino que simplemente se fue. Porque yo nunca estuve demasiado en Vigo. Y porque, como dice Sabino, siempre es cuestión de intentar de no embrutecerse demasiado. Hay que saber que el rock no lo es todo. Es lo que es, simplemente. Y está muy bien así”, dice Julián Hernández, que asegura que nadie se ha ofendido demasiado por las historias que devela su libro. “Me acuerdo de que me crucé con Joaquín Sabina una noche, que simplemente me dijo: ‘He leído tu libro’, y se fue. Pensé que se había mosqueado, porque escribí al pasar que se había unido a Páez por necesidad. Pero luego me volví a encontrar con él, y me felicitó por todo el libro y ni me habló de Fito. Así que creo que nadie se sintió ofendido por lo que escribí. Hombre, tal vez haya sucedido lo de Zappa, que dijo que tal vez se hayan ofendido los que no fueron mencionados. Pero eso también forma parte del rock. Y del negocio del espectáculo, ese infierno en el que el show siempre debe continuar”, dice Hernández, cantante de una banda para la que el show, precisamente, no termina desde la noche en que cantaron por primera vez eso de que “todos los ahorcados mueren empalmados”.