EL
RESPETABLE Y GAMBERRO JULIAN HERNANDEZ HABLA DEL ROCK AND ROLL
“Es
una cosa descerebrada, machista y políticamente incorrecta”
El
cantante de los geniales Siniestro Total ha llegado a los cuarenta y dice
que está todo bien con la edad (ante todo, mucha calma, amigos). Estuvo
en Buenos Aires para tocar con su banda, y por eso el No aprovechó para
hablar de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock and roll?, un divertidísimo
y ácido relato de la vida del rockero profesional.
TEXTOS
MARTIN PEREZ
FOTOS TAMARA PINCO
Todo
comienza como lo dicta el manual jamás escrito de las entrevistas
con músicos en gira. Es decir: cuando llega la hora convenida,
el cronista se hace presente en el hotel en cuestión uno
de tantas estrellas que no le molesta el porte de sus huéspedes
y/o sus invitados, o uno de tan pocas que por lo tanto sucede exactamente
lo mismo y pregunta en recepción por el agente de prensa
del entrevistado. De no existir, conviene preguntar entonces por el manager
del grupo. Tras un llamado, se hace presente el susodicho y detrás
de él viene su artista. Hay un problema: no viene solo sino acompañado.
Por lo general, cuando se trata de grupos de rock, quienes suelen hablar
son el cantante y/o el guitarrista responsable de las composiciones, si
es que lo hubiere. También pueden hablar los demás integrantes,
pero es como si no lo hicieran. A nadie le interesa lo que tienen para
decir (a veces ni siquiera a ellos mismos). Lo que no suele hacerse, tanto
de un lado como del otro del grabador, es hacer evidente semejante desidia.
Por eso, cuando el polifacético Julián Hernández,
cantante del grupo español Siniestro Total, saludó al cronista
del No acompañado por otro de los miembros de la banda, la cuestión
amagó ponerse algo incómoda. Con toda la delicadeza del
mundo, temiendo magullar el ego del músico desconocido para otros
que no sean los fans de su banda, el periodista comenzó a explicarle
en voz baja que la nota no era por el grupo sino por el descojonante libro
sobre el rock que Hernández había editado en España.
Por lo tanto, no iba a ser necesario otro que el mismísimo Hernández
en la entrevista. Semejante revelación, lejos de incomodar al tercero
en discordia, no hizo más que iluminar el rostro del acompañante
y acto seguido se retiró inmediatamente por donde había
venido, sorprendiendo a propios y extraños por tamaño desinterés.
Era Angel, el baterista. No te preocupes que, como verás,
no has herido su orgullo, explicó entre risas Hernández,
consciente de que semejante escena parecía sacada de un capítulo
de su libro ¿Hay vida inteligente en el rock & roll? (Temas
de Hoy), en el que entre otras cosas el cantante vivisecciona
con científica crueldad toda la fauna y la flora del siempre ponderado
pero muy poco explicado rocknroll. Y en el que exclama, al
escribir sobre los bateristas, ¡Qué especímenes
tan encantadores son los condenados a la extinción!. Algunos
fragmentos de este volumen fueron publicados por este suplemento, a mediados
del año pasado.
Con cuarenta años confesos, Julián Hernández es un
natural de Vigo nacido en el exilio madrileño y que desde hace
ya más de dos décadas forma parte de un irredento (y genial)
grupo gallego llamado Siniestro Total, lúcidos autores de temas
bautizados con nombres tales como Matando jipies en las cíes
o Las tetas de mi novia. Cuando llega el momento hablar de
él en su libro de memorias de los años 80, Sabino
Méndez el guitarrista y compositor de Loquillo y los Trogloditas
lo presentó así: Julián tenía una mirada,
unas gafas y un cráneo de niño grande. Cuando su talante
bondadoso venía a confirmar esa fisonomía y le considerabas
ya como inofensivo, te sorprendía por la espalda con un humor corrosivo
e implacable de risueños momentos. Hoy sigue siendo respetable,
holgazán y gamberro. Enfrentado con la realidad de ser rocker
a los cuarenta, y para colmo seguir militando en el grupo con el cual
comenzó esta historia, Hernández confiesa no haberse imaginado
jamás que llegaría así a semejante edad. Pero
siempre quise tener cuarenta años. Siempre me pareció una
edad cojonuda, y más cuando me di cuenta de que los cumpliría
en el año 2000. Ya me imaginaba yo volando en platillos voladores
y con pistola de rayos. Pero en eso sí que me han estafado. El
futuro ya no es lo que era, remata el cantante, que acepta que resulta
algo paradójico que quien intente descubrir si existe inteligencia
en el rock sea precisamente el autor de un tema como Todos los ahorcados
mueren empalmados. Pero eso es lo bueno, dice quien
siempre ha sido demasiado autoconsciente de los límitesdel medio
en el que trabaja. Muchas veces me he preguntado qué sentido
tiene seguir en una banda de rock, algo que creo que no deja de preguntarse
nadie que no esté en esto durante demasiado tiempo. Porque el rock,
al fin y al cabo, es una cosa descerebrada, machista y políticamente
incorrecta. Aunque no sólo es eso. Pero no en vano Frank Zappa,
quien ha hecho algunas de las cosas más sublimes del rock, también
ha firmado una canción como Tetas y cerveza, la canción
más garrula, bestia y machista que se pueda imaginar. Y es que
el rock son las dos caras de Frank Zappa, al fin y al cabo, que tal vez
haya sido el tipo que mejor entendió su esencia.
Estructurado como una suerte de documental a lo Animal Planet sobre ese
mundo llamado rock del que su autor es el primer espécimen,
apunta Hernández ¿Hay vida inteligente en el rock
& roll? está formado por capítulos dedicados a todos
y cada uno de los tópicos del género. Un recorrido por algunos
de sus títulos y subtítulos hace evidente su contenido:
Razones biológicas/filosóficas de su existencia: ¿por
qué la gente se mete en un grupo?, La carretera y el
camerino como hábitat naturales de los músicos y sus colegas,
Opciones sexuales mayoritarias y minoritarias: onanismo o barbarie,
Si mi ídolo se tira por la ventana, ¿debo hacerlo
yo también?, La cultura me persigue, pero yo corro
más deprisa. Explica Hernández: La inspiración
principal fue un libro que escribió Frank Zappa, The Real Frank
Zappa Book, al que justifica diciendo que ya que hay tantos libros con
mentiras sobre él, debía haber uno que al menos estuviese
escrito por él. Yo he hecho lo mismo.
Las
casualidades de la vida han hecho que, junto al libro de Hernández,
haya salido en España otro libro escrito por un músico:
Corre, rocker (Espasa Calpe), las memorias del ex Trogloditas, Sabino
Méndez. Claro que si el libro de Hernández es un riguroso
(y divertidísimo) trabajo de divulgación de rock, el de
Sabino es una sentida crónica personal de los 80,
según reza su subtítulo. En él hay vivas confesiones
de ex yonqui, emotivos retratos de compañeros muertos en el camino
y en general un melancólico recorrido por sueños
que decididamente se han perdido. Lo bueno del rock, como en todo,
es saber tener un pie afuera, y poder mirar lo que estás haciendo
con cierta distancia, explica Hernández. Lo peor de
todo es tomarte demasiado en serio y creerte todos los clichés.
Algo que por cierto hizo Sabino, que hablaba mucho del rocker, del cadillac,
de las chicas y de las drogas. Durante mucho tiempo, Sabino se creyó
esa frase que dice: Vive deprisa, muere joven y deja un cadáver
bien parecido. Por eso a mí me parece que sus memorias son
un encantador mea culpa. Una confesión, digamos. Mientras que yo
nunca me tomé todo demasiado en serio, ya que formaba parte de
un grupo de gallegos medio bestias que se dedicaba a la parte más
dadaísta del rock, precisa el cantante de Siniestro Total,
que explica que la razón por la cual no hay más libros sobre
rock escritos por músicos es muy sencilla: Es que los músicos
no saben escribir. Y remata: Aun con sus diferencias, tanto
el libro de Sabino como el mío son ni más ni menos que una
autocrítica. En ellos dejamos claro que los músicos somos
los únicos culpables de todo lo que pasa en el rock... hasta de
las malas críticas.
Durante más de dos décadas al frente de una banda que supo
pelear en sus comienzos no contra una dictadura sino más bien contra
la gente que durante cuarenta años se había resignado al
gobierno de Franco, Hernández asegura que sus canciones aún
siguen saliendo de la misma bronca del principio. Claro que, con
el tiempo, no te queda otra cosa que aprender a tocar tu instrumento.
Aunque sea por la obligación de tocar cada fin de semana. Y también
que los años te hacen ver otras cosas, cosas que tal vez no veías
en la inmediatez de la juventud. Ahora es como Blow Up, cada vez más
cosas en la foto, explica. Y siente que el aburrimiento de la vida
cotidiana es el peor de todos. El fascismo de los estadios llenos
y elbrazo en alto es algo imposible hoy en día, explica.
Pero el asunto es que hoy, como dicen los situacionistas franceses,
estamos viviendo una vida falsa y mediática, que no es la nuestra.
¡Pero nos encanta! Es la dictadura perfecta, razona Hernández,
que acaba de editar con Siniestro Total el álbum La historia del
blues (Virgin, 2000). Un proyecto que parece haber salido del primer capítulo
de su libro, en el que recorre -con mucha sabiduría la historia
del rock con particular énfasis en el blues, y que le permite vislumbrarle
algún sentido al hecho de estar en un grupo de rock. Cuando
yo comencé con Siniestro Total, pensé que no duraría
más de un par de años, confiesa. Llevamos todo
este tiempo casi de casualidad. Porque ningún músico se
decidió a dinamitar la banda desde dentro cada vez que se aburrió
sino que simplemente se fue. Porque yo nunca estuve demasiado en Vigo.
Y porque, como dice Sabino, siempre es cuestión de intentar de
no embrutecerse demasiado. Hay que saber que el rock no lo es todo. Es
lo que es, simplemente. Y está muy bien así, dice
Julián Hernández, que asegura que nadie se ha ofendido demasiado
por las historias que devela su libro. Me acuerdo de que me crucé
con Joaquín Sabina una noche, que simplemente me dijo: He
leído tu libro, y se fue. Pensé que se había
mosqueado, porque escribí al pasar que se había unido a
Páez por necesidad. Pero luego me volví a encontrar con
él, y me felicitó por todo el libro y ni me habló
de Fito. Así que creo que nadie se sintió ofendido por lo
que escribí. Hombre, tal vez haya sucedido lo de Zappa, que dijo
que tal vez se hayan ofendido los que no fueron mencionados. Pero eso
también forma parte del rock. Y del negocio del espectáculo,
ese infierno en el que el show siempre debe continuar, dice Hernández,
cantante de una banda para la que el show, precisamente, no termina desde
la noche en que cantaron por primera vez eso de que todos los ahorcados
mueren empalmados.
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