Juana
Molina, chica camaleón en busca de una vida musical
“¿La
coreana? La coreana no existe más”
Fue
una estrella emergente de la televisión. Y se fue. Ahora vuelve para mostrar
su segundo disco y pide que le den la oportunidad de mostrar su música.
Versos del Martín Fierro, letras aleatorias, pop en leve ascenso: Juana
promete armarse hasta los dientes para defender sus canciones. Espérenla
y verán.
TEXTOS:
ESTEBAN PINTOS
FOTOS: NORA LEZANO
Los
perros forman la primera comisión de bienvenida. Son varios y de
todas las razas y colores. Son todos amistosos. Hay un cachorro labrador
que parece el niño mimado del rebaño (¿se dice rebaño
con los perros también?). Hay una tuerta, pobrecita, que perdió
su ojo después de una batalla doméstica. Hace calor. Detrás
de la comisión de bienvenida, viene Juana. Es la casaquinta de
Pacheco, en donde la mujer que supo ser estrella de televisión
y ahora es, simplemente, una cantante-compositora que acaba de sacar su
segundo disco titulado, justamente, Segundo por una pequeña
compañía independiente, vive con su esposo y su hija, cerca
de la fábrica de Terrabusi y también de la Ford. Hace mucho
calor, debe corregirse. Juana comenta que su árbol favorito (hay
muchos a lo largo y ancho del terreno), un ciprés que conoce desde
la infancia, se derrumbó con la tormenta del domingo a la noche.
Ofrece agua y café, y va por ellos. Se pierde por un rato, mientras
su hija Francisca juega en la pileta y pide atención materna para
sus exhibiciones acuáticas. Los pajaritos cantan.
Juana Molina,
la chica que supo ser estrella de televisión y ahora es solo una
cantante-compositora de canciones pop, es amable y graciosa en sus respuestas.
Por momentos, aparece su costado histriónico, que lo tiene y en
cantidad: imposta la voz, arrastra las palabras, se inclina sobre el sillón
y sonríe. Han pasado ocho años desde Juana y sus hermanas,
las comparaciones con Niní Marshall y toda aquella bola mediática
montada a su alrededor. Sin embargo, dice algo resignada, le siguen preguntando
por la coreana. Todo, en un principio, es tiempo pasado. Hace ocho de
la coreana y cinco de su debut solista, Rara, un disco superproducido
por Gustavo Santaolalla y lanzado con la intención de convertirla
en número fuerte de la compañía MCA (hoy Universal):
era la primera artista latina que firmaba la compañía, desde
la central Estados Unidos, y con proyección internacional. Rara
era un compendio de buenas canciones, tal vez demasiado filtradas y estigmatizadas
alla Suzanne Vega, con la sencillez, una pícara lucidez y el encubierto
pero detectable carisma de su autora. No pasó nada, en verdad,
con Rara: no tuvo difusión ni siquiera una mínima repercusión.
Juana dice que en ese momento no sabía lo que estaba pasando, que
todo aquello fue un error y que ya no quiere volver a repetir la experiencia.
También desliza que aquel no lo sentía como su
disco. Este es más mío, define sobre Segundo,
otro de canciones sencillas y cristalinas, pero dotadas de una evidente
baja intensidad sonora. Más casero, también (traducción:
menos superproducido). Sin jefe ni opiniones. Todo pasó
bajo mi autocontrol, hasta los defectos son cosas que me gustan.
Cuenta, en verdad, que la historia del Segundo arranca con una serie de
grabaciones de demos para compañías gringas: Dreamworks,
el monstruo tricéfalo del entrenimiento que inventaron Spielberg,
Geffen y Katzemberg, la más importante de ellas. Es que Juana se
fue a vivir a Los Angeles y dejó atrás el circo de la tele,
la Argentina y varias cosas más. Allá se encontró
con un pequeño suceso en una radio college, una serie de actuaciones
en pequeños lugares frente a eruditas audiencias y un rosario de
propuestas para concretar sus deseos musicales. El disco casi que
lo hice con estos demos. Me decían ¿cuánto necesitas
para grabar unos demos? Yo pensaba, mmmm... Y me proponían ¿Un
par de grandes está bien? Me daban dos lucas por semana para me
moviera como me pareciera. Era Hollywood de verdad, me llevaban a restaurantes
con 44 mozos y todo eso. Como la hacen allá. Y se corrige-agrega:
y como la hacen acá, los que pueden. Vuelve a corregir-agregar:
Como se debe. La clave de aquella movida era: Me daban
bola con la música, era un lugar en el que les interesaba lo que
yo hacía. Traducción: no me jodían con los
personajes de la tele. Yo les gustaba... ¡Y no era Juana Molina!
Era Mongo Aurelio, eso era lo más lindo.
Todo esto sucedía mientras aquí nadie tenía
idea de lo que hacías ni dónde estabas...
¡Sí! Siempre me preguntan ¿qué estás
haciendo? Y contesto: Estoy sacando el disco... No, no, no,
pero... En la tele... Insisto: Estoy sacando un disco, el segundo...
No entra el chip. Mala suerte.
¡Quiero volver allá!, exagera y hace como que
llora. Realmente viví en el paraíso, al menos en un
paraíso musical, agrega. En serio: Si bien es chica,
porque tengo un público que no es precisamente una multitud, si
es mucho mayor al que tengo acá. ¡Tenía fans! ¡Gringos!
En uno de los recitales que di, estaban en primera fila: una negra de
dos metros y 158 kilos, un cowboy, un alemán y un chino. Los cuatro,
enfervorizados, conocían las canciones, tenían el disco
en la mano. Yo me distraía mirándolos a ellos y hasta me
olvidaba la letra, pero nadie se daba cuenta. Y ni un puto argentino...
Por supuesto, después, hicieron cola para que le firme los discos,
me hacían preguntas. Yo no sabía, pero es algo que se estila.
Vos tocás y cuando es un lugar chico, te sentás a una mesita
y la gente pasa y te hacen un reportaje personal... (risas).
¿Sentís que acá nadie toma en serio tu carrera
musical?
Es que tampoco la conocen.
Aun así ¿nunca más la tele?
No, ojo que tengo una idea para hacer. Pero en aquel momento de
Juana y sus hermanas ya no sabía más qué
hacer, no me interesaba, estaba en otra. Quedarme embarazada fue la mejor
excusa para poder zafar, (imposta la voz, ahora parece una chica stone)
¡Me quedé embarazada, loco, me tengo que ir! Ahí me
di cuenta de que había dejado la música porque la televisión
me había absorbido. En realidad, yo empecé a hacer televisión
para tener plata y después hacer música. Lo que quería
era lo que me pasó. Quería trabajar en un programa, una
vez por semana. Justo me salió La Noticia Rebelde,
que grababa los lunes para los cinco días de la semana. Entonces,
laburaba un día, pero me pagaban por cinco. ¡Perfecto! Después
empecé con Gasalla y después vino mi programa y ya no pude,
nunca más hice música. Y con Rara, los medios me trataron
como que quería aprovechar que era Juana Molina, la de la tele,
para grabar un disco. Y no permitieron que el disco pasara para que la
gente pudiera tomar una decisión.
¿Y ahora?
Me gustaría llegar a que la gente vaya, aunque sean veinte,
a escuchar lo que ya conocen. Aunque sea distinto. Eso es lo que me gustaría
que pasara.
¿Cómo debe entenderse, entonces, que edites tu disco
por una pequeña compañía independiente?
Es que ya se cómo es eso de ser la abanderada del sello.
Yo tenía contrato con MCA Estados Unidos y me llenaron con eso
de la abanderada del sello. Pero todo eso lo entendí
después. Todo. Por eso prefiero el trabajo de hormiga y que cada
paso sea seguro.
Pero vos ya sos famosa...
Sí, pero soy famosa como actriz. Es así. Por televisión
te ven miles de personas al mismo tiempo, la multiplicación es
mucho más fácil. Ahora pretendo que sea una progresión
geométrica similar, pero en otra proporción. Porque en la
tele yo empecé haciendo lo que se me cantaba el culo, y funcionó.
Ahora quiero hacer lo mismo: no quiero ponerme un aro en el ombligo y
nada para... Me aburre. ¿Para qué? Yo haría televisión,
pero no haría Juana y sus hermanas. Eso FUE.
¿Siguen con eso?
Y sí... La gente que dice Ah... ¡Los personajes! Me
harté de los personajes, no puedo hacer lo mismo y siento que si
lo hiciera, sería salir a robar. ¡Ay! La coreana... ¿La
coreana? ¿Cuál? La coreana no existe más, fue de
mí hace años. Pero, ojo, que la cosmetóloga sigue
ahí.
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