MARTA
DILLON
Navegando en el mar de soledades, prefiero hacer
la plancha. Y sí, a veces está bueno dejarse llevar y
que la corriente te acune, el pelo suelto como una red para cardúmenes,
las manos sueltas, sintiendo entre los dedos lo que atraviesa el agua,
algas, caracoles, restos de algo que ya no es; los pies como timones
involuntarios, un reaseguro para no llegar tan lejos que después
no se pueda volver, los ojos cerrados, los oídos llenos del eco
marino. No quiero nadar, no veo a qué horizonte podría
apuntar mi brazada, vueltas carnero en el mar de soledades, agua en
los ojos abiertos, verde caldo de cultivo, colonia de ostras de vacaciones,
hidroavión, paraninfo, liquidario. ¿Hay vida acá
abajo? ¿Hay aventura en este mar?
Ya
es suficiente este desafío, surcar las grandes aguas sin naves
para conquistar. silencio. silencio.
Estoy
de acuerdo, no se trata sólo de vivir. Es decir, no se trata
de conservar la vida al precio de no correr ningún riesgo. Además
es imposible. No hay manera, ninguna manera. Ni siquiera es del todo
posible elegir qué riesgos correr. Salir de noche, conocer a
alguien, aceptar un trabajo o rechazarlo, tener hijos o no, comer un
hamburguesa o un choripán mientras sale la luna llena esta
semana está llena, todo encierra la larva del peligro ¿Y?
Allá vamos. Ultimamente la pregunta que más contesto es
sobre el sexo oral. ¿Es verdad que hay sólo una posibilidad
en dos millones de contagiarse vih de ese modo? Es verdad, aunque las
estadísticas, ya sabemos, son mentirosas. Lo cierto es que puestos
en la balanza los beneficios y los costos, a mi juicio, ganan los beneficios.
Poco antes del 1º de diciembre, la fecha en que todos hablan de
vih sida, le pregunté a la directora del Plan Nacional de ídem,
por qué en ningún lado, en ningún congreso, en
ningún folleto, se habla de los riesgos que podrían correr
las lesbianas en relación con el virus. La respuesta fue cómica,
porque estos grupos no se han movilizado. No es cierto.
Si alguna vez se habló del tema, es porque lo pusieron sobre
la mesa las mismas interesadas. El silencio se debe sobre todo a que
nadie piensa que el sexo oral implique riesgos a tener en cuenta, mucho
menos cuando la que tiene el virus es una mujer. De hecho no se conocen
en el mundo contagios por esta vía. En el caso inverso un
hombre que vive con el virus que goce los beneficios de que se la chupen,
hay sólo doce casos registrados en veinte años que lleva
la epidemia. Aunque sea bajísimo hay que informar que es
una vía de contagio, dijo Bianco. Lo que pasa es que cuando
se informa no se dice que es bajísimo, sólo meten miedo,
como siempre. Puede sonar a proselitismo yo soy una mujer con
el virus que no renuncia al placer, pero es la verdad. Nadie sugiere
que no se tomen aviones aun cuando el riesgo de muerte es mucho más
alto que el de chupar una concha lamento que suene mal, no encuentro
mejor poesía. Cada uno sabe.
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