Apuntador y primera actriz
Jorge
Sappia, el ex viceministro de Trabajo cuando Alberto Flamarique
estaba al frente de esa cartera, tiene dos virtudes. La primera
es que sabe mucho del tema laboral, motivo que lo llevó a
renunciar cuando Fernando de la Rúa designó a Patricia
Bullrich al frente de Trabajo. Y la segunda es que es bastante sincero
dentro de la autocensura de los políticos. Esa virtud la
manifestó en un par de oportunidades cuando se refirió
a los técnicos del FMI y Banco Mundial y a los economistas
de la city. Al respecto, y cuando el FMI critica a los políticos
argentinos calificándolos de lamentables, vale
recordar unas declaraciones radiales de Sappia (Radio del Plata,
2 de noviembre de 2000, programa El mañanero,
conducido por Juan Castro), oportunamente guardadas en un archivo.
Son valiosas porque ayudan a la comprensión de los discursos
que se imponen en determinado momento y de la dinámica que
asumen algunos acontecimientos.
¿Con qué autoridad vienen los funcionarios del
Fondo?, le preguntaron a Sappia.
Vienen con la autoridad de ser los tipos a los que usted le
debe... ¿Sabe lo que le quiero contar? ¿Sabe de dónde
sacan sus razones?
¿De dónde?
De acá, no las traen de afuera. Esos son los argumentos
que les dan...
¿Quiénes?
Los Broda. Esos son los señores que les dan los argumentos.
Entonces ellos vienen repitiendo los mismos argumentos que usted
escucha en cualquier conferencia de estos economistas que emiten
sus consejos. Son burócratas (los del FMI) que no tienen
capacidad de generar un discurso propio y traen el discurso que
les dan en la esquina antes de llegar al ministerio estos señores
(los Broda). Esta es la verdad histórica. Es decir, yo después
de las reuniones que he tenido con la señora Teresa Ter Minassian,
con Paul Levy del Banco Mundial, he llegado a la conclusión
de que son mucho más buenos para decirlo de algún
modo los burócratas de los organismos internacionales
que los que tenemos acá, que son los que les llenan la cabeza
con esas ideas. Como decía un viejo profesor de Derecho del
Trabajo: El problema no son las multinacionales, sino los
negociadores locales de las multinacionales.
Sappia facilita así la posibilidad de entender la repentina
e inusual preocupación del FMI sobre la calidad de los políticos
argentinos. (No se trata de defender aquí la ineptitud y
la corrupción que invade al mundo de la política,
pero suena un poco a desfachatez que la crítica provenga
del Fondo, burocracia de economistas de segunda a nivel internacional,
que en los últimos años no se ha cansado de fracasar
con sus políticas de ajuste, y de los economistas liberales
del elenco estable que en las últimas décadas acumulan
una sucesión de errores de diagnósticos con consecuencias
nefastas para la sociedad.)
En el informe final al Directorio del FMI de la misión que
trabajó en el rescate de los acreedores de Argentina se evalúa
que es lamentable la actitud de algunos dirigentes políticos,
que a la vez pueden generar riesgos significativos al
programa aprobado. Teresa Ter Minassian, quien escribió ese
capítulo del informe, amplió su idea en un reciente
reportaje (BAE, 22 de enero de 2001) culpando directamente a Carlos
Chacho Alvarez porque al renunciar provocó la
crisis que desembocó en el socorro financiero, sin hacer
mención de que ella misma fue quien avaló el paquete
de medidas de Machinea que profundizó la recesión
en el 2000 y acercó al país al borde de la cesión
de pagos.
Siguiendo a Sappia falta una pieza en este tablero. La ficha apareció
el lunes pasado en El Cronista: Las condiciones están,
y ahora los políticos tienen la palabra, fue el título
de su artículo, en el cual precisó que las posibilidades
de una reactivación dependerán crucialmente del comportamiento
de la clase política argentina. El autor ustedes ya
lo imaginan: Miguel Angel Broda. Apuntador y primera actriz salieron
a escena.
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