¿Sabrá
tu madre que leés esto?
P.P.
Presiento
que no será un día como cualquier otro,
se le ocurre a Paul Stanley en una mañana resacosa antes
de enfrentarse al espejo y descubrir el horror: le desaparecieron
los pelos del pecho. Una mujer que es todo vagina sufre un accidente
menstrual frente a sus flamantes suegros. No importa lo que
le suceda toparse con dos extraterrestes, tener que optar
entre mate dulce o amargo, José Luis Perales sólo
sabe decir: aguante los Redondos. Nachito, el
trasher complaciente, acepta comprar un disco de Jairo
en lugar del último de Sepultura. Un heladero pedófilo
sostiene un secreto idilio con un clientecito goloso. Una pareja
cree que las DRF de naranja son un solvente método anticonceptivo.
El pequeño catálogo de situaciones y personajes
corresponde al universo enfermito de Gustavo Sala, un prolijo
muchacho de 27 años y emociones estables, según
puede saberse en el prólogo de Falsalarma!, el volumen
que publicó la revista Comiqueando en su última
edición. Humorista gráfico marplatense, Sala hizo
y deshizo el fanzine cult Falsa Modestia, tinta china de alcantarillas
que dejó de correr en 1999. Discípulo imperfecto
del viejo incorrecto Robert Crumb, Sala deforma el planeta y
lo convierte en una inmundicia gobernada por el rock descerebrado,
la zoofilia y el acné. Un descuartizador de la cultura
pop, un artista del mal gusto capaz de postular a una decena
de ratones espantosos como dobles de Mickey Mouse y de burlarse
del mundillo comiquero porteño en muchos casos,
estúpido y asexuado en una historieta feminista
sin ninguna clase de moraleja.
Un modesto atentado de herejía. Y se consigue en los
kioscos.
Cuatro
razones para entusiasmarse
Manso.
Lo bueno viene en envase pequeño y aun estando en un
equipo que apenas puede aspirar a mitad de tabla (aunque nunca
se sabe), el 10 de Ñuls es de los que garantiza, cada
partido, algún chiche y mucho más también.
Y ojo que, aunque chiquito, no arruga, va siempre al frente
y gambetea, gambetea...
Saviola. Se fue Pablito Aimar, pero al menos quedó él.
Capaz de definir un partido en una ráfaga de gambeta
y definición, capaz de soportar con su metro sesenta
y sus sesenta kilos toda la presión puesta sobre
un River conflictuado y algo anárquico. Parece ser la
¿única? esperanza de los millo para este torneo,
y ¡está bien! que así sea.
Riquelme. Por suerte no lo vendieron... Por suerte seguirá
pisándola y pisándola, poniendo pases milimétricos,
haciendo esos goles que siempre son lindos (en los torneos de
verano hubo una buena muestra). Y por suerte seguirá,
casi inconscientemente, cambiando la mentalidad del otro cavernícola
(huevo, huevo, huevo) hincha de Boca.
Castillo. El sabor colombiano en las canchas argentinas. Cuando
llegó a Vélez, pocos sabían de su gambeta,
guapeza, velocidad y gol. Es de esos delanteros que siempre
son capaces de provocar algo, una jugada de peligro, un instante
de electricidad en un partido de baja tensión. Además,
cuando convierte, se manda unos bailecitos sabrosos, sabrosos...
AGUANTE