MARTA
DILLON
Todos los duelos traen una certeza: la blanda mano del tiempo que los
consuela.
A la distancia, las peores pesadillas no parecen más que monigotes
bailando detrás de un vidrio empañado, y aunque siempre
cuesta caminar los pasillos de la pérdida, el tiempo enseña
que no hay posibilidad de quedar atrapada en ese laberinto. Porque el
curso de la corriente es inexorable y no queda más que navegar.
A la deriva, es posible, o sosteniendo el timón, pero siempre
en movimiento.
Mientras
pueda decidir, busco mi huella. No encuentro razones suficientes para
tragar agua hasta ahogarme. Cuando me toca la violencia de la catarata
me dejo llevar, tampoco tiene caso oponerse, sólo esperar hasta
que llegue la calma y entonces empezar a agitar las olas.
El
cuerpo tiene su propio lenguaje para enunciar las pérdidas y
asiste a sus otros duelos. Aun cuando no entienda sus imágenes,
aun cuando están tan lejos de las imágenes que reconstruyo
lejos del espejo, aun así hay una dinámica entre lo que
veo y lo que quiero, lo que sé y lo que imagino, y en esos intervalos
está mi identidad.
¿Hay
espacios vacíos que llenar? ¿Hay encuentros posibles sin
mantener el hueco listo para el encastre?
El
tiempo ha quitado de mi piel su rastro. Como arena sobre el cuerpo mojado,
así era su recuerdo. Y se cayó con el sol.
Sin
embargo, el calendario hace su trampa con las fechas memorables y las
cicatrices duelen como huesos rotos antiguamente en los días
de humedad. ¿Qué me quedó en las manos de todo
lo que tuve? Sí, la experiencia. Y un toque como de varita mágica
que alguna vez me dijo que fui la elegida. Nada más. Soy otra,
es cierto. Y a la vez la misma. La misma ilusión intacta de que
navegar es preciso y ahora estoy más segura de hacia dónde
quiero conducir mi nave. Sé también que las pequeñas
muertes no me matan y que volvería a hacer todo de nuevo sin
dudarlo un instante. Corregiría mis pasos hacia aquí o
hacia allá, pero no me arrepiento. Siempre estuve dispuesta a
lo que vendría como estoy dispuesta a morir cuando llegue el
momento. ¿Y cómo será? ¿Duele? Antes pensaba
que deseaba una buena muerte o una muerte digna. Ya no. Lo que me importa
es el camino, en todo caso una buena vida.
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