MARTA
DILLON
Es un día sin urgencias. Seguramente hay algo que hacer muy lejos
del borde de la pileta, donde nos acomodamos como gatas haciendo equilibrio
para recibir hasta el último resto de sol que queda de la tarde.
Seguramente dentro de la casa el teléfono suena, o se acumulan
esas tareas que siempre quedan para un día libre, que no es éste,
claro. Lo mejor es que es un día hábil. Un día
en el que seguramente deberíamos estar en otro lado, cumpliendo
alguna función como miembros activos de esta sociedad. Pero decidimos
tomar ese día por asalto y dejarnos llevar por conversaciones
lentas, por chistes pavos, por chismes baratos y de los otros.
Así es como llegamos a nuestro eterno tema de amor o al amor
y sus variantes como tema. Coger es fácil, dice una
de las cuatro mujeres que allí rememorábamos nuestras
últimas aventuras y pesares. ¿Fácil? Sí,
claro, nadie necesita tomar clases, el problema es llegar al punto,
reflexiona alguien más haciendo círculos con el brazo
en el agua, será fácil pero tenés que encontrar
la persona correcta, al menos te tiene que gustar, aunque sea hacerte
una cosquilla.
Lo difícil no es coger sino hacerlo bien, se entusiasma
otra de las chicas, diciendo bien como si se escribiera con v corta.
Para hacerlo realmente bien hay que estar enamorada, insiste
la primera, que evidentemente goza de los favores del amor.
No estoy de acuerdo digo yo, que estoy muy lejos del festejo
de San Valentín y en uno de esos estados en que pensar en enamorarme
es una sensación parecida al haberse quemado con leche y ver
una vaca. El amor es un poderoso afrodisíaco pero también
hay encuentros dignos de mencionarse, que tal vez no pasen de eso, pero
son encuentros, en los que además de caricias también
hay palabras y emociones y descubrimientos, intimidades que se comparten,
de alguna manera no siempre se vuelve igual después de haberse
desnudado delante de alguien más, después de haber soltado
los sonidos del placer y haber perdido esos pocos gestos que construyen
un personaje y que suelen caer como fruta madura cuando nos hamacamos
juntos sin pensar en nada más. Claro que esto también
lleva tiempo, y yo no lo llamaría fácil. Puede no ser
amor, pero por lo menos es un mínimo de cariño y un máximo
de respeto.
Después de semejante discurso, hay acuerdo. Hay acuerdo también
en que siempre nos alegra la vida, siempre que ese bien pronunciado
mordiéndose el labio haya formado parte de la historia lentamente
pasamos a diversas consideraciones sobre el sexo ocasional, compulsivo,
frecuente, emocionante, intenso, fugaz, de vacaciones y mil formas más
de relacionarse con más o menos compromiso. Compulsivo ya no
nos gusta, eso lo dejamos para los adictos a cualquier cosa, ya sabemos
que hay mejores maneras de terminar una noche, por ejemplo, que irse
a dormir. Hay otro acuerdo también, un poco obvio pero siempre
necesario, hay que estar siempre lista por si la magia te toca y para
eso nada mejor que una linda caja de forros en el bolsillo.
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