Estudiantes que resisten ajustes y más ajustes
No recortarás
El
paquetazo de López Murphy (ah, no... ahora es Cavallo) movilizó
a los alumnos de las universidades públicas. No hace falta aclarar
por qué. O sí: por una educación pública
y gratuita, libre para todos. Vale aguantar.
POR SONIA SANTORO
+Juan
tiene 21 años y ocupa uno de los bancos que desde el lunes a
la mañana cortan la avenida Paseo Colón, frente a la Facultad
de Ingeniería. Julio, futuro contador, escucha una clase pública
frente a la Facultad de Economía. Patricia, estudiante de sociología,
participa de la asamblea de los alumnos de Ciencias Sociales. Son universitarios,
como los miles que todavía creen que tiene sentido comprometerse
por algo y desde el lunes tomaron todas las facultades de la Universidad
de Buenos Aires y los colegios que dependen de ella para luchar contra
la reducción del presupuesto universitario.
En la avenida Córdoba, entre Junín y Uriburu, algunos
alumnos esperan sentados a que comience la clase del profesor Vicente.
Por entre el murmullo de gente (estudiantes, curiosos, periodistas)
que los rodea y la catarata de bocinazos, se escucha la presentación.
Su clase se divide en tres partes: debate acerca del recorte educativo,
marketing y análisis de un tema de la realidad a partir de un
artículo periodístico, anuncia. Al lado, la TNT, una agrupación
independiente, pide a gritos, megáfono mediante, que los alumnos
se acerquen a participar de una asamblea para determinar los pasos a
seguir. Después de unos largos minutos logran convocar a un grupo.
Entre ellos está Alejandro, estudiante de Administración,
que vive en San Justo y viaja de lunes a sábado a Barrio Norte
para estudiar. En su casa son siete y viven de un retiro voluntario
al que tuvo que acogerse su padre, ex empleado de ENTel. Lo suyo es
tan simple como concreto: Si la facultad se arancelara, no podría
seguir viniendo. Pero el grupo de interesados es bastante reducido.
En Económicas, como en la mayoría de las facultades de
las llamadas ciencias duras, la actitud de la gente es más
fría. Y hay muchos que tienen miedo, desinterés o pocas
ganas de abrir la boca o moverse por algo que supere las aspiraciones
personales. Si todos los estudiantes se ponen las pilas, esto
va a dar resultado; lo que pasa es que acá la mayoría
dice que sólo viene estudiar y no se dan cuenta de que lo que
pasa nos afecta a todos, se queja Juan de Jong, que hace dos años
vino de Neuquén a estudiar Ingeniería electrónica.
Allá quedaron sus padres, ambos docentes de la Universidad Nacional
del Copahue. Juan vive en una pensión para estudiantes y cuenta
las monedas para comer y moverse cada día. Por eso está
ahí sentado desde temprano, participando de asambleas y de clases
abiertas.
Por mayor presupuesto educativo, colegio tomado, se lee
en la puerta el Colegio Nacional Buenos Aires. La misma consigna se
repite en toda la ciudad. La intención no es clausurar las facultades
sino seguir dando clases para que los alumnos no pierdan la cursada,
pero tampoco se pierdan en la isla universitaria. A mí
personalmente no me afectaría el arancelamiento, pero creemos
que es indispensable que la universidad sea gratuita porque el arancel
genera más exclusión, opina Mariano, de sexto año
del Nacional, como muchos de los que copan las calles por estos días.
Carolina Duarte tiene 22 años y vive con su familia en Lomas
del Mirador. Su padre está desocupado y su madre es maestra de
chicos diferenciales, por lo que estudia gracias a que de vez en cuando
hace algunas changuitas, como vender cremas o productos naturales. Como
a la mayoría de los estudiantes, no le gusta perder horas de
cursada, por eso está de acuerdo con protestar con un paro activo:
La idea es que no seamos unos ignorantes, por eso no podemos darnos
el lujo de perder clases, dice. Pero no todos piensan lo mismo,
o al menos no se dan cuenta de qué va. En Paraguay y Uriburu,
un colectivero se baja furioso y corre de un solo envión los
bancos que le impiden el paso. Acelera y pasa. Detrás, un grupo
de estudiantes vuelve a poner los bancos en su lugar.