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Jueves 22 de Marzo de 2001

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Estudiantes que resisten ajustes y más ajustes

No recortarás

El paquetazo de López Murphy (ah, no... ahora es Cavallo) movilizó a los alumnos de las universidades públicas. No hace falta aclarar por qué. O sí: por una educación pública y gratuita, libre para todos. Vale aguantar.

POR SONIA SANTORO

+Juan tiene 21 años y ocupa uno de los bancos que desde el lunes a la mañana cortan la avenida Paseo Colón, frente a la Facultad de Ingeniería. Julio, futuro contador, escucha una clase pública frente a la Facultad de Economía. Patricia, estudiante de sociología, participa de la asamblea de los alumnos de Ciencias Sociales. Son universitarios, como los miles que todavía creen que tiene sentido comprometerse por algo y desde el lunes tomaron todas las facultades de la Universidad de Buenos Aires y los colegios que dependen de ella para luchar contra la reducción del presupuesto universitario.
En la avenida Córdoba, entre Junín y Uriburu, algunos alumnos esperan sentados a que comience la clase del profesor Vicente. Por entre el murmullo de gente (estudiantes, curiosos, periodistas) que los rodea y la catarata de bocinazos, se escucha la presentación. Su clase se divide en tres partes: debate acerca del recorte educativo, marketing y análisis de un tema de la realidad a partir de un artículo periodístico, anuncia. Al lado, la TNT, una agrupación independiente, pide a gritos, megáfono mediante, que los alumnos se acerquen a participar de una asamblea para determinar los pasos a seguir. Después de unos largos minutos logran convocar a un grupo. Entre ellos está Alejandro, estudiante de Administración, que vive en San Justo y viaja de lunes a sábado a Barrio Norte para estudiar. En su casa son siete y viven de un retiro voluntario al que tuvo que acogerse su padre, ex empleado de ENTel. Lo suyo es tan simple como concreto: “Si la facultad se arancelara, no podría seguir viniendo”. Pero el grupo de interesados es bastante reducido. En Económicas, como en la mayoría de las facultades de las llamadas ciencias “duras”, la actitud de la gente es más fría. Y hay muchos que tienen miedo, desinterés o pocas ganas de abrir la boca o moverse por algo que supere las aspiraciones personales. “Si todos los estudiantes se ponen las pilas, esto va a dar resultado; lo que pasa es que acá la mayoría dice que sólo viene estudiar y no se dan cuenta de que lo que pasa nos afecta a todos”, se queja Juan de Jong, que hace dos años vino de Neuquén a estudiar Ingeniería electrónica. Allá quedaron sus padres, ambos docentes de la Universidad Nacional del Copahue. Juan vive en una pensión para estudiantes y cuenta las monedas para comer y moverse cada día. Por eso está ahí sentado desde temprano, participando de asambleas y de clases abiertas.
“Por mayor presupuesto educativo, colegio tomado”, se lee en la puerta el Colegio Nacional Buenos Aires. La misma consigna se repite en toda la ciudad. La intención no es clausurar las facultades sino seguir dando clases para que los alumnos no pierdan la cursada, pero tampoco se pierdan en la isla universitaria. “A mí personalmente no me afectaría el arancelamiento, pero creemos que es indispensable que la universidad sea gratuita porque el arancel genera más exclusión”, opina Mariano, de sexto año del Nacional, como muchos de los que copan las calles por estos días. Carolina Duarte tiene 22 años y vive con su familia en Lomas del Mirador. Su padre está desocupado y su madre es maestra de chicos diferenciales, por lo que estudia gracias a que de vez en cuando hace algunas changuitas, como vender cremas o productos naturales. Como a la mayoría de los estudiantes, no le gusta perder horas de cursada, por eso está de acuerdo con protestar con un paro activo: “La idea es que no seamos unos ignorantes, por eso no podemos darnos el lujo de perder clases”, dice. Pero no todos piensan lo mismo, o al menos no se dan cuenta de qué va. En Paraguay y Uriburu, un colectivero se baja furioso y corre de un solo envión los bancos que le impiden el paso. Acelera y pasa. Detrás, un grupo de estudiantes vuelve a poner los bancos en su lugar.