MARTA
DILLON
Hay un lugar común que en forma de queja se repite a menudo;
es el que dice que sobre sexo no se habla. Mejor no hablar de ciertas
cosas, cantó Luca alguna vez ampliando los límites del
mandato de silencio mucho más allá del tema que nos ocupa.
Y en parte es así, en la escuela se lo menciona sólo como
referencia de la anatomía humana y sus funciones reproductoras
jamás de su capacidad de placer, goce y comunicación,
los muñecos y las muñecas no tienen genitales y a los
nenes se les sigue pidiendo que saquen la mano de ahí cuando
despreocupadamente investigan de qué manera pueden hacerse esas
mágicas cosquillas. Pero todo esto, digámoslo, es hablar
de sexo. Igual que lo es hacer un programa que se supone de rock mientras
un montón de chicas menean el culo en gracioso montón
para ver quién es la que lo tiene más lindo. Los límites
son cada vez más amplios hubo alguna honrosa excepción
y algunos divertidos programas extranjeros, pero el discurso siempre
es el mismo. En las telenovelas las chicas siguen quedando embarazadas
en el primer polvo (¿habrán oído hablar de forros?)
y el humor al que estamos acostumbrados es apenas algo más que
jugar a ver quién la tiene más larga o quién la
pone más rápido y con más frecuencia. En la vida
real a nadie se le escapa cuánto dolor y cuánta insatisfacción
trae este supuesto de tomar las relaciones como una lucha de conquistadores
y/o conquistadoras que tienen que poner a prueba su falta de prejuicios
o su excelencia para conseguir erecciones. Ahora que se supone que la
vida real ha pasado a la gran pantalla léase El Bar
o Gran Hermano la historia no ha cambiado demasiado.
Es cierto, tampoco había por qué esperar tal cosa. Pero
bueno, tampoco había por qué pensar que las cosas serían
tan patéticas (¿o sí?). Obligada a ver estos programas
por el oficio del periodismo me topé con LA escena de sexo que
en el reality show de Telefé se presentaba como LA sorpresa de
la semana. Resulta que la chica se mete en la cama del muchacho, de
espaldas, en la posición popularmente conocida como cucharita,
sin desvestirse y con cara de máscara de sal, mientras el muchacho
hacía lo suyo ¿en qué momento se habrá
puesto el forro? tapado hasta la oreja fue lo único
que se vio agitarse y sin más trámite que el conocido
mete y saca. Y sí, también es sorprendente escuchar a
alguien de El Bar decir que tal chica fue la única
que tuvo huevos para coger y no estamos hablando de
Celeste, la travesti. Por suerte a esta altura ya todos sabemos
que hay poco de realidad en estos shows, pero también sabemos
que de algo están hablando estas escenas. Y creo, chicas, que
nos hablan directamente a nosotras. Tener sexo no es una cuestión
de huevos obvio, en todo caso de ganas, de sensaciones,
de posibilidades, de encuentros, de seducción, de placer, de
vida, de muerte y de millones de otros sentimientos que a veces pueden
ser contradictorios u otras veces no. Pero siempre se trata de algo
que se construye entre -por lo menos dos y que exige cuidado y
atención para que el placer también pueda ser compartido,
alimentado y consumido. Pero para eso es necesario escuchar el propio
deseo, ese que te habla al oído, que no necesita de palabras
y que pocas veces tiene que ver con cumplir fantasías ajenas.
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