A veces
los encuentros suceden. A veces nuestros ojos se instalan en otros ojos
y el mundo echa a rodar de nuevo. A veces la risa se suelta como si
se cortara el hilo de un collar de perlas y las esferas rebotan en el
piso con su sonido de cristal en el caos. A veces se puede hacer algo
para darle de comer al alma, recoger los puñales que lanzamos
como limosna, cambiarlos por manos que aten los cordones, que hagan
sandwiches de milanesa, que pongan hebillitas en el pelo. A veces nuestro
SOS cotidiano recibe un mensaje en clave, unos garabatos en el fondo
de una botella, las gotas de la felicidad que ruedan de a siete después
del último brindis y entonces podemos de nuevo ser artistas,
militantes, edificar nuestro futuro (el que ya llegó), aventurar
la mano en la selva impenetrable de otro cuello y conjurar a la soledad
lejos de la piel. Otras veces la noche o la mañana se desarman
en lágrimas, lágrimas bálsamo para la nostalgia,
lágrimas gotitas de mar para adornar las carcajadas, lágrimas
que dan alivio y oradan el muro de tu resistencia, te recuerdan que
sentir no es gratis, que adivinar un corazón que late tiene sorpresa;
y que el placer que se da siempre se anota en la cuenta del haber. Pasamos
la vida buscando ese encuentro, hurgando en el agujero de la memoria,
esa grieta por la que alguna vez supimos respirar y reconocernos y confrontarnos.
Y de pronto estar juntos es posible para mí. Es un acuerdo y
en ese acuerdo, aunque sea escondidos bajo la tierra, otra vez las palabras
mágicas alumbran el encuentro y podemos hacer de un lugar este
lugar el nuestro. Un sitio con ubicación geográfica
móvil, pero de verdad, que en su carta de intenciones esté
anotado que te corra la sangre por las venas. Que el amor te haga llorar.
Que ser protagonista de tu destino sea mucho más que una consigna.
Que encuentres consuelo en algún hombro, que se agite tu cuerpo
al ritmo de otro y que otro te conteste y entonces de nuevo empiece
la danza. Que puedas decir nosotros y que tenga sentido, que ese sentido
se proyecte en el tiempo, y nos dé valor, imaginación,
que traiga sus propios desafíos, que dé cachetadas a ese
poder que no es éste, el de estar juntos y definirnos en la búsqueda
de ese cambio que deseamos y construimos.
Estar juntos, con mis compañeros y compañeras, habernos
encontrado los que no tememos perder el tiempo dibujando utopías
y conquistas cotidianas, es un refugio desde donde tenderle zancadillas
al miedo. Un refugio desde el que es posible buscar alianzas para conspirar
contra todo, sobre todo contra la apatía. Quitarnos su mordaza,
soltar las amarras de lo posible y volver a diseñar lo que a
simple vista no se puede, no nos dejan, está pasado de moda.
Este es mi lugar en el mundo, en definitiva, poder decir nosotros. Y
que tenga sentido.
[email protected]