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Jueves 7 de Junio de 2001

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ESTA DECADA SERA ELECTRONICA O NO SERA: UNA OLA QUE CRECE Y CRECE, AQUI, ALLA, EN LA RADIO Y EN TODOS LADOS...

Estrella

El otro Hernán C. no hace goles, pero es el Dj argentino más importante en el mundo. Residente de Cream y con más de 100 fechas programadas para los próximos seis meses por Europa y Estados Unidos, Cattáneo vive su momento. Como él dice, esto es como jugar “de 9 en el Milan”. Entonces, podría corregirse de club, tachar Milan y poner “Lazio”, y el círculo cerraría, ¿no?

 

POR PABLO PLOTKIN

Las cosas están yendo tan bien para Hernán Cattáneo en Londres que se atreve a resumir la cuestión así: “Si no estuviera acá, sería suicida”. Bailen el remix de los últimos 22 años en la vida del primer argentino condecorado en Europa con la etiqueta superstar dj: a los 15, apenas un año después de empezar a pasar música para amigos, la disco Sabash de Villa Gesell contrata sus servicios. En 1988 se lo ve en la cabina de Cinema, al tiempo que Frankie Knuckles, Danny Tenaglia y Graeme Park le hacen conocer el house. En el ‘93 debuta en Pacha Buenos Aires, club del que con los años se convertirá en residente y especie de ideólogo musical, mientras el progressive –Sasha, Paul Oakenfold, Darren Emerson– empieza a ocupar un par de estantes de su discoteca. En 1999, como pinchadiscos responsable de las fiestas Cream en la Argentina, “calienta” la pista de Museum para los Chemical Brothers, recorre el Reino Unido a bordo del Perfecto Tour de Oakenfold, se luce en el festival Creamfields y entonces lo reinventan como disc jockey global: se presenta en las fiestas Cream de Ibiza y Liverpool, pisa buena parte de las capitales americanas (siempre de la mano de “Oakie”) y, en marzo del 2001, asiste al Winter Music Conference de Miami junto a los peces gordos del dance mundial. La fábula llega hasta hoy, a un mes de la mudanza de Hernán (36 años) a Londres, la contratación como residente de Cream, el rebautismo gringo al status de “estrella sudamericana”, la inminente edición de un álbum con Perfecto Records (coproducido por Martín García), los remixes para Deep Dish, las noches en Tokio, Dublin, Reykjavik, Tenerife, Glasgow... “La emoción acá no puede durarte mucho: enseguida tenés que ponerte a trabajar, porque hay unos 10 mil pibes a los que les gustaría ocupar mi lugar”, advierte este otro Hernán C. que triunfa en Europa, desde su departamento/estudio en la capital inglesa, donde pasará unos seis meses antes de volver a Buenos Aires, iniciar una gira por los Estados Unidos y viajar de vuelta a Londres para instalarse tal vez definitivamente. O al menos por un buen rato. “Deberías estar acá para entenderlo: ser residente de Cream es pesadísimo, es como ser el 9 del Milan. Entonces más vale que te rompas el orto y labures bien, porque es un puesto muy codiciado. Así que tuve que dejar la emoción de lado y concentrarme.” Ese rasgo de excentricidad remota es parte de la historia que seduce a los ingleses. Reciben grandes noticias de la cultura bailable sudamericana, a la vez que fantasean con la idea del house amazónico. Je. “Imaginate que en Europa hay 10 mil disc jockeys buenísimos, pero a ellos les llama la atención la visión sudamericana de todo esto”, dice Hernán.
–¿Y en realidad qué diferencias hay entre los dj’s de acá y los de allá?
–En la Argentina recibimos influencias de todos lados, no sólo de Europa y Norteamérica. Acá son más estructurados: está el disc jockey que pone house americano y no lo sacás de ahí; el que pone progressive house holandés y nada más, y así. En cambio nosotros somos mucho más abiertos, mezclamos los estilos, y para ellos es algo totalmente nuevo, distinto y atractivo. La mayoría de los dj’s argentinos nos criamos en la adversidad: tocábamos con sonidos de mierda, no había radios, no había revistas, nadie apoyaba el movimiento. Nos tuvimos que acostumbrar a un montón de cosas. Si vos laburás en la Argentina, más vale que puedas poner house, progressive, tecno, deep house, porque si no estás frito. Esa versatilidad acá es muy difícil de encontrar. Por eso a mí me dieron la residencia de Cream de Ibiza y de Liverpool. Un día toco con Justin Robertson, que es un disc jockey de culto tecno house, y otro día toco con Paul Oakenfold, que es un disc jockey trance. Acá en general el dj que toca con uno no puede tocar con otro.
–¿Qué hiciste para llegar hasta ahí? Es decir: ¿qué tenés vos que no tengan otros dj’s argentinos?
–Son varias cosas. No sé si soy mejor o peor que los demás, pero sí puedo decirte que sé hacer mi trabajo: soy muy consciente de hasta dóndepuedo dar, pero también me ubico frente al hecho de que estoy con los mejores del mundo. Cuando giro con Oakenfold, sé que la estrella es él. Ahora me toca ser la estrella a mí, pero durante años yo hice aguantes para Cream y tenía bien claro que la estrella era el que venía después. Tenés que entender que si sos defensor, no estás para hacer goles. Hay muchos pibes a los que les cuesta muchísimo entender eso: no se bancan tener unos discos terribles en la caja y no ponerlos. Por otro lado, la versatilidad es otro punto importante, y el hecho de que fuera residente de Pacha, a la que muchos consideran una de las cinco mejores discotecas del mundo. Y el management: yo he sido superbien aconsejado en cada una de las decisiones que tomé en los últimos cuatro o cinco años de carrera. Sin el asesoramiento de Martín Gontad y Cruz Pereyra Lucena no habría llegado a donde estoy.
–Ahora que te codeás con la crema del dance, ¿qué clase de personas son los disc jockeys estrella?
–A casi todos tuve la suerte de conocerlos en la Argentina, y tengo un muy buen trato con todos. Hay muchísimo respeto. Todos estos pibes van a la Argentina, ponen la música que se les canta el culo, la gente baila todos los estilos, y ellos deducen que hay alguien que los tiene bien acostumbrados. Los tipos son muy macanudos: me tratan de igual a igual, lo que me da un poco de vergüenza. Tengo muy buena relación con Sasha, con John Digweed, con Oakenfold, Deep Dish, Danny Tenaglia. Me llaman por teléfono en la semana para preguntarme si me estoy adaptando bien a Londres, o me invitan a comer. Eso me ayuda mucho, porque estoy solo acá.
–Más allá de los grandes festivales, ¿cómo encontraste la escena underground de Londres?
–Como tengo tantas fechas, estoy por todos lados: en los lugares más mainstream y en los más underground. Lo primero que hice fue tocar en el restaurant–bar de Mr. C. Mañana toco en The End, que con Fabric son los dos lugares más serios, de culto, que hay en Londres. No creo que haya muchos exámenes más difíciles que hacer un buen trabajo en The End. Ahí la gente es muy entendida, muy exigente. Te diría que acá hay lugar para todo. Hay mucho de todo. Y todo funciona.
Cattáneo sigue conectado con los argentinos a través del programa de radio que conduce en la Metro (FM 95.1) los sábados a la noche (de 22 a 2 de la mañana). Ahí ofrece un reporte sobre la música electrónica en Inglaterra y termina con dos horas de set que graba en la semana. A eso le dedica el tiempo que le queda entre el resto de trabajo en estudio y el promedio de 15 fechas mensuales alrededor del continente. “En seis meses son 100 fechas: es una locura de laburo”, se alarma. “Pero quiero aprovechar el apoyo que estoy recibiendo no sólo de los disc jockeys sino también de la prensa: salió una página en la revista MixMag, en la de Ministry; me acaban de hacer una nota que sale el mes que viene en Jockey Slat; en la BBC pasan los temas que yo hice.” En la primavera de Londres está por oscurecer y esta noche –viernes– Cattáneo se encarga de las bandejas de Gods Kitchen, en Birmingham. “Dentro de un rato me pasa a buscar un chofer”, informa. “Acá no tengo que preocuparme por nada: me llevan, me traen. Las compañías me mandan los discos a mi casa y me piden por favor que los ponga.”
–Sos una estrella.
–Por más que no me quiera dar cuenta, empecé a formar parte de algo muy importante. El otro día había sólo diez copias del nuevo disco de los Chemical Brothers para repartir. Diez, nada más. Y me dieron uno a mí. Puta madre: debe haber 500 disc jockeys importantísimos en todo Europa que quieren ese disco y me lo dieron a mí. Evidentemente soy mucho más importante para ellos de lo que yo creía. Siempre fui de mirar las cosas con las manos para atrás, pero ahora tengo que hacerme cargo. Hay un montón de beneficios de formar parte de esta... elite. Aunque esa palabra me suena mal, porque yo no me siento superior a nadie. Pero, como dicen acá: it’s all good. No hay nada malo en todo esto.


BOEING, DE VILLA LUGANO

In the house

POR P.P.

Leonel Castillo viene de clavarse dos panchos en Gringo, una microcadena céntrica de comida chatarra que vende salchichas de variedad latinoamericana. “Tienen panchos uruguayos, brasileños, unos mexicanos repicantes. Está buenísimo”, recomienda el hombre de 29 años detrás de Boeing, el proyecto más alentador de una escena a la que empiezan a crecerle los primeros dientes de leche: el house argentino. Al menos puede empezar a hablarse de un sello especializado –Estatus Discos– y de un álbum que está a la altura de la tradición elástica del género surgido en Chicago a mediados de los ‘80. Beta es un disco de electrónica bailable que parece tener la consistencia del agua, una compleja –y a la vez ligera– cadena melódica informática producida por un chabón de Villa Lugano que se niega a hablar de sí mismo como músico. “Mis temas tienen un desarrollo muy gráfico, tal vez porque siempre dibujé”, explica. “En el barrio a mí me tienen como dibujante. Ni siquiera yo me veo como músico. No soy músico. Viste cómo son los programas de computación ahora: son para gente que no sabe música. Apenas puedo zapar dos notas.”
Un momento: Leonel reconoce que con el tiempo fue “adquiriendo una coherencia musical”, aunque lo suyo “siempre fue todo de oído”. “Fijate que el house es mucho experimento, el tecno es mucho ritmo... La teoría de la música casi no aparece ahí. El tecno fisura es una locura de alguien. Después ponés un tema de jazz y no tiene nada que ver.” Cuando era adolescente, a Leonel no le gustaba escuchar casi nada. Uno de los primeros buenos recuerdos sonoros data de los carnavales en el club de barrio, cuando alguien se atrevió a poner “Model”, de Kraftwerk. “Me gustaban las cosas que tenían base, ritmo, pero en el ‘82 mucho dance no había. La música disco no la curtí mucho. Y en el barrio que yo vivía, el más avanzado escuchaba a los Rolling Stones.” Para colmo, los boliches no eran precisamente el paraíso. “A veces no me dejaban entrar”, se acuerda. “Pero además no me identificaba. Odiaba cuando ponían los lentos. Hasta que descubrí la Age, donde lo veía tocar a Trincado, por ejemplo. No lo podía creer. Había gente a la que le gustaba lo mismo que a mí. Yo ya curtía Orb, después Prodigy. Ahora escucho todo. Me gusta el sonido del reggae –Bob Marley–. Puedo escuchar Sepultura. Algunos se cagan de la risa: ¿cómo me puede gustar Sepultura, si hago un house medio jazz? Y me gusta, qué sé yo. Debe ser la influencia del barrio.”
A principios de los ‘90, Castillo estudiaba dibujo publicitario en la escuela Fernando Fader de Flores, aprendía el arte del cine de animación clásica (“a mano, cuadro por cuadro, en 16 mm”) e instalaba una placa de sonido en su primera computadora. Recuerda: “Ahí empecé a samplear. Hacía dos temas por día. Así eran: inescuchables”. Entonces conoció a los dj’s Diego Cid y Mike Ares, con los que se puso a trabajar, y cuando explotó la temporada de las raves en Buenos Aires empezó a colaborar con Urban Groove. Entretanto, seguía haciendo música en su habitación. Los disc jockeys le recomendaban que se apurase en publicar todo eso; Leonel hacía bailar a la gente en fiestas en que pinchaba sus temas. Dejó de ser inédito cuando conoció a la sociedad tricéfala de Estatus –los jóvenes Matías Mariño, Andrés Cáceres y Guido Gagliardi– y aportó seis tracks para el compilado inaugural Nuovo Mondo. Allí, además de Boeing, Castillo firma como Myusyq, Color Harmony y Pocket. El disco llegó a manos de la gente de Locomotion, que planeaba su primer programa propio de animación con música electrónica (“Fracto”). Después de eso, ofrecieron financiar el proyecto Beta, y así fue como cobró vida ese disco de tapa celeste de futurismo acuático diseñada por el japonés Hideyuki Tanaka.
“El otro día estaba pensando por qué me gusta el house, si a veces es una mierda. O: ¿por qué la gente no lo entiende? A mí me genera cosas buenísimas. Creo que es la mezcla de todas las músicas. Es como una foto de todos los estilos”, reflexiona Leonel, que remezcla a Altocamet,Catupecu Machu y La Mosca, entre otros trabajos. “El house tiene mucha personalidad. Y es siempre distinto. Todos los estilos se queman, pero el house siempre vive su metamorfosis. Es el ritmo actual, de esta generación, aunque soy muy consciente de que los pibes que escuchan Viejas Locas no están de acuerdo. Para la mayoría, un tema house, otro trance y otro tecno son exactamente lo mismo. Para nosotros no. Pero nosotros estamos enfermos.”

Beta se consigue en las disquerías especializadas (Chopin Haguen, Strong Records, etc.) y en www.submarino.com.ar. En vivo, Boeing se presenta mañana en la “Noche Electrónica Clubbing”, en Niceto Club (Niceto Vega 5510). Estarán, además, Diego Ro-k, Urban Groove, Dr. Trincado, Aldo Haydar, Javier Bússola, Frecuencia Infinita, Flavius, Club Rayo, Caró, Mariano DC, Microesfera, El Signo, Mostrance, Jr. López, Gustavo Carnevale y Panther. Las entradas valen 12 pesos (10 con tarjeta de invitación).


QUE PASA POR LA RADIO...

Tecnohead

Habrá que ir retrocediendo miles de loops hacia atrás hasta llegar a los finales de los ‘80, cuando la FM Z–95 cosechaba un fugaz éxito a partir de una programación que incluía house y tecno–pop alemán, italiano y belga, para encontrar el primer antecedente fuerte de la presencia de música electrónica en las radios argentinas. Ahora, en sus distintas versiones –del trance riguroso al ambient más volátil–, la música hecha con máquinas no sólo tiene destacados espacios en radios más o menos exitosas y vanguardistas sino que también ha crecido en las emisoras de bajo alcance. La Metro (95.1) por un lado y la Supernova (96.7) por el otro son las grandes conquistas de la expansión electrónica en el dial, cuyo bastión histórico sigue siendo la NRG (101.1). Pero, además, radios más chicas/alternativas/nuevas, como Plur (103.5), Eco (90.3) o X4 (106.7) –de la dupla Mario Pergolini & Dj Deró– tampoco se olvidaron de los bits a la hora de sus nuevas programaciones musicales.

Por supuesto, el modo de aplicación y el tamaño de la dosis es lo que marca las diferencias. El ciento por ciento dance sólo se da en la incipiente Eco y, claro, en la NRG, que lleva casi una década de vida. Actualmente dirigida artísticamente por el dj Diego Cid, quien ha desradicalizado un poco la propuesta hacia el pop electrónico, tiene como gran particularidad actual que un 80 por ciento de la música que pasa es programada en vivo. Según explica el dj Diego Ro–k, “la NRG es como la Rock & Pop del dance. Marca las tendencias, y ocupa al mismo tiempo un lugar de vanguardia, de under. Volvió a ser escuchada por los que entienden de música electrónica. Y la Metro, más cool, más abierta a cualquiera, viene a ser como la Aspen del dance”.

Con las excepciones de NRG y Eco, las otras radios tienen programas específicos de música dance (como los ciclos de Pablo Schanton, Romina Cohn y otra vez Diego Ro–k en Supernova); o bien ciertas bandas horarias (como la programación nocturna y de fin de semana en el caso de La Metro, que con dj’s como Carlos Alfonsín o Javier Zucker pasa a llamarse Metrodance). En los casos de Schanton y Cohn, la programación va bien dirigida al house, mientras que Ro–k trata de no estar nunca muy lejos del rock (funk, disco, remixes). Alfonsín suele programar acid jazz y música electrónica cool, en general, y Zucker elige subgéneros más alternativos: breakbeat, tech house.

Uno de los responsables de la Metrodance advierte: “Una cuestión clave para programar música electrónica en radio es el timing. No podés poner a las 9 de la mañana al artista alemán más ruidoso de todos, el que te destruye la cabeza. El house, el backbeat, el ambient; cada uno tiene su momento”. El asunto es que la aparición del dance en las radios es una señal más o menos clara del avance de la música electrónica en los medios argentinos, que empiezan a hacerse cargo de lo que pasa en una parte de Buenos Aires de noche. Dj Deró peleándose con Pappo en la mesa de Nicolás Repetto, o el surgimiento del personaje Dj Perón en “Todo x dos pesos”, hacen pensar que pronto hasta las tías abuelas van a poder conjugar el verbo samplear.

J.A.