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Jueves 7 de Junio de 2001

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convivir con virus

A modo de confesión, debo decir que a veces siento que vivo en una burbuja. Más después de haber estado en Jujuy, a donde me invitaron las Mujeres Periodistas –una asociación en formación– para dar un taller sobre mujer y sida en la Facultad de Humanidades de esa provincia. Formaba parte del taller el doctor Manuel Pizarro, director del Programa provincial de Sida, un hombre que dice tener presente a Dios en todos sus actos y que no dudó en argumentar en contra de la distribución gratuita de preservativos, ya que “está demostrado que el preservativo sólo sirve si se lo tiene en el momento justo”. Seguramente, pero a menos que alguna mano mágica aparezca en el momento justo, es bueno tenerlo desde antes en la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Fue una sorpresa para mí escuchar su exposición y darme cuenta de que entre los métodos de prevención de la transmisión del vih/sida el preservativo ocupaba el tercer lugar, detrás de la “charla franca con los hijos” y de la “fidelidad mutua y la pareja estable”. Sólo si estas cosas no funcionan habría que hablar de forros. Para este señor, que guía los destinos de Jujuy en materia de vih/sida, “el sexo responsable” se opone al uso de preservativos, algo que nunca pudo explicar el doctor y, por supuesto, nadie entendió. Obviamente, según este estado de cosas, las personas que vivimos con vih deberíamos marginarnos tanto del sexo como de la pareja, por lo menos de lo que se considera responsable y/o estable, ya que ese concepto no protege a nuestros compañeros o compañeras de la transmisión del virus. Este tipo de mensaje suele confundir a la gente y generar todo tipo de fantasías que desde hace años se intenta, desde unos pocos lugares, erradicar, por ejemplo que quienes vivimos con vih somos seres peligrosos y amenazantes con quienes sin embargo se puede compartir un mate o ser dignos de la compasión y la caridad cristiana. Tan amenazantes podemos volvernos al amparo de estos discursos que nadie dudó, en Jujuy, de la veracidad de una noticia que desde la televisión local daba cuenta de que en la mayor discoteca de la ciudad de San Salvador había personas con vih que pinchaban subrepticiamente a los jóvenes con el único fin de contagiarlos. Nadie se preguntó por qué alguien querría hacer una cosa así, ni con qué tipo de elementos se pinchaba a la gente, ni cómo fue que en Jujuy se materializó una vieja leyenda urbana que circula por lo menos desde 1985. Además del pánico injustificado que esto generó, ¿cuál será la imagen que se representa en esa abstracción llamada inconsciente colectivo cuando se habla de una persona que vive con vih? ¿Se imaginan de qué forma se podría señalar a quien tenga el coraje de confesar su diagnóstico? ¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Estamos locos?

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