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Jueves 2
de Agosto de 2001


tapa

Ahí vienen los chilangos

R.C.

En algún lugar del Distrito Federal mexicano, cuatro tipos están componiendo y grabando canciones para su tercer álbum. Sí, Molotov se apoderó de un viejo estudio –que el sello Universal había convertido en sala de reuniones– y allí ya tienen listas veinte canciones, con la idea de publicar el sucesor de Apocalipshit en marzo del 2002. Por supuesto, todavía el grupo no tiene idea de qué nombre llevará: “Cuando esté todo grabado lo decidiremos, con una buena botella de whisky en las manos”, dice Paco, uno de los dos bajistas del grupo. Separados ya definitivamente de la órbita de Gustavo Santaolalla (firmaron un nuevo contrato con Universal), es muy posible que Mario Caldato Jr. –entre otros trabajos anteriores, productor de los Beastie Boys– vuelva a trabajar con ellos, al menos en algunos temas del nuevo álbum. “Acabamos de hacer temas para dos películas. Para el de Atlético San Pancho trabajamos con Mario; en el de Moulin Rouge colaboramos con los Dub Pistols, una banda inglesa”.
–¿Ya se puede vislumbrar qué dirección tendrá el nuevo material?
–Es un poco más rocker que lo anterior. Sigue siendo el mismo estilo de canto y rap, sólo que un poco más crudo. Las letras son más localistas, como las del primer disco.
–¿Por qué volvieron al localismo?
–El primer disco era de chistes locales que se hicieron grandes. Pero para el segundo sólo tuvimos cuatro meses para componer, ensayar y grabar el álbum, porque llevábamos como cinco años de gira. Entonces no teníamos la misma esencia de estar viviendo aquí. Ahora estamos en eso, plantando otra vez los pies en México. Y agarrando nuestro viejo estilo chilango.


Niko Villano, jurado de lucha por televisión

¡Titán!

J.A.

Luego de las vacilaciones rockeras de “El Megáfono”, el otro gran desembarco del rock and roll en la TV de aire en lo que va del año fue la aparición de Niko Villano como jurado de “Titanes en el ring 2001”. Al parecer, la llegada de Niko a la legendaria saga criolla de catch fue posible gracias a que Paulina Karadagian, hija de Martín, es fanática de Villanos y tiene sus discos tanto en su casa como en el auto. “Yo siempre fui fan, bien freak, de los Titanes –revela Niko al No, por su lado–, hasta tengo discos autografiados por William Boo y el Mercenario Joe.” La conexión fue instantánea: al poco tiempo, Niko comenzó a participar del ciclo, y hasta cultivó cierta respetuosa amistad con el elenco, que incluyó hasta espontáneas clases de catch gracias a las que el músico aprendió algunas tomas y caídas. “En un momento flasheé con ser un titán, pero el deporte y el rock no van de la mano”, cuenta el autor de hits como “No disparen” y “Sale caro”.
Acorde a los cánones del drama y del relato, el personaje de Niko jurado cobró desarrollo: empezó sólo calentando su silla y protestando airadamente fallos arbitrales, pero terminó gestando una polémica rock vs. cumbia (cuando también fueron jurados los integrantes de Volcán) y hasta permaneciendo inconsciente durante todo un bloque luego de que lo ahorcara el Faraón –uno de los titanes modelo 2001–, en lo que fue un episodio desgraciado y nunca aclarado por la policía ni por las autoridades del canal América. “Estar en Titanes fue cumplir un sueño de la infancia”, dice Niko. “Y con Villanos lo revivo siempre, porque siempre empezamos nuestros shows tocando la ‘Marcha de Apertura de Titanes’. La que dice ‘Titaaanes en el riiiiiiing... hoy se vuelven a enfrentaaaaaar...’.”


Metegol argentino, deporte chabón y potencia mundial

No vale molinete

J.A.

El deporte argentino sigue quebrando barreras en los pasos a nivel de la gloria mundial. Esta vez le tocó a una de las disciplinas más características del juego de esquina, tan emparentado con el rock chabón como la cerveza o los perros callejeros: el metegol. Sí, amigos, el metegol criollo es potencia y su organización crece día a día. De hecho, la flamante Asociación Argentina de Fútbol de Mesa (AAFM) acaba de celebrar el primer campeonato nacional de metegol, para diversas categorías. El reglamento del certamen incluye verdaderas perlas como la prohibición efectiva y por escrito del molinete (“...cuando los jugadores giran más de 360 grados...”) o del serrucho (“...cuando una de las barras golpee ambos costados de la mesa...”) y la sanción al participante que distraiga a su rival con “picardías”; además de novedades como la existencia de tiempos muertos –como en el básquetbol– e institucionalizaciones de prácticas comunes como jugar al mejor de siete pelotitas. Tema importante: si la pelota entra y sale del arco es gol, no seamos tramposos.
El torneo local llega luego de importantes títulos internacionales logrados en los últimos años: el campeón mundial Sub–17 en 1999 fue Facundo Colazo, y el ganador del Hall of Fame 2000 fue Federico Panzitta, ambos ar–gen–ti–nos. Detalle: tanto los mundiales como los torneos Hall of Fame se disputan siempre en Estados Unidos, verdadera superpotencia de la disciplina, con jugadores profesionales y todo (¿lo llamarán mete-soccer?). El próximo desafío, en agosto, es Dallas 2001. El entusiasmo luego del primer campeonato local crece, y ahora los dirigentes de metegol van por más: en la AAFM aseguraron al No que el objetivo es conseguirle al metegol el status de deporte olímpico. Ya hubo contactos con las altas esferas metegolísticas de Bolivia, Chile y otros países, y el argumento es el siguiente: “Si el ping–pong, o tenis de mesa, ya es deporte olímpico, ¿por qué no incluir el metegol, o fútbol de mesa?”.