LEO
GARCÍA, DANIEL MELERO, BABASONICOS... UNA COINCIDENCIA NO TAN CASUAL
Sentido
común
Puede
plantearse el juego de las diferencias y semejanzas: tres discos
sobre los que orbiba la famosa palabrita "pop" aparecieron
en la última semana, cada uno con defectos y virtudes, todos
dotados de buenas canciones. Una manera de levantar la cabeza y
respirar, aún en la inundación.
PRODUCCION
Y TEXTOS
ESTEBAN PINTOS
De
la promesa a la realidad
El repite la palabra
pop. Pop de aquí, pop de allá. Leo García,
feliz con la edición
de lo que él mismo considera su primer disco a
pesar de las ediciones de Avant Press y de sus proyectos paralelos,
e incluso de Vital-, no duda en definirlo así. Este
es un disco pop. Tiene canciones y la música pop es
la que mejor define las cosas, las hace directas, enuncia
con cierta monotonía de discurso aprendido. O como
si se tratara de un prospecto. Fácilmente digerible,
agrega. Y remata con una sentencia que, a oídos del
fundamentalismo rocker argentino, sonaría a escándalo
o algo así. Pop mainstream, a eso apunto,
dice con una sonrisa. Y más tarde vuelve sobre la palabra.
Dice: Soy un cantor pop y durante muchos
años me dispersé. Este es un momento especial
de mi vida. Este es un momento de mi vida en el que busqué
definirme para ser conocido como tal. El cantor pop
reivindica a Tanguito, a Moris y a otros iniciadores del rock
argentino cantado en castellano, a la par que revela su admiración
por Britney Spears y el fenómeno del teenpop
reinante en los medios. Hace tres años me saqué
los prejuicios de encima... Me llevó bastante, 27 años,
pero lo logré, confiesa.
La aparición
de Mar catorce canciones simples, de guitarra acústica
y ritmos bailables viene a representar la concreción
de una promesa largamente anunciada por algunos influyentes
medios especializados, que no dudaron en tomar al músico
de la ceja izquierda recortada como nueva esperanza.
En verdad, todavía es esperanza y no realidad, y recién
a partir de estos días, cuando el disco está
en la calle y suena en las radios, deberá concretarse
el paso de un estado a otro. Desde los tiempos de Avant Press,
la banda que co-lideró junto a Juan Carlos Marioni
a mediados de los 90, García sumó elogios,
adeptos e incluso, con el paso del tiempo y el crecimiento
(¿exagerado?) de su presencia mediática, enemigos.
Que un grupo haya elegido bautizarse Leo García
is Dead representa bastante más que un simple
arranque de ¿odio? hacia alguien en especial. Desde
su actitud afable, siempre amistosa, el blanco de todas esas
reacciones se lo toma con calma. Hace bastante que vengo
tocando y ya sé que hay gente que me ama y gente que
me odia. La negativa siempre viene... No sé, no le
gusta que vos hagas lo que querés hacer y está
bien que así suceda. Sólo que yo no le desearía
la muerte a nadie, responde. Y enseguida contraataca,
aún desde la calma. No me suena mal, alimenta
el mito. Aunque soy bastante inconsciente de las malas ondas,
no las capto, gracias a Dios.
Mar reúne
varias particularidades que lo distinguen. Inaugura un camino
poco recorrido en el rock argentino que ya transita por su
mediana edad (más de 35 años). Leo García
es, como músico, una combinación de dos culturas
que hasta aquí parecían irreconciliables o al
menos desconocidas entre sí: el fogón y la disco.
Sus canciones, compuestas y ejecutadas con una guitarra criolla,
se sumergen la mayoría de las veces en agitadas aguas
electrónicas y sobre ellas flotan. Se mecen. Dejan
paso a la melancolía por momentos, expresan alegría
en otras, siempre suenan emotivas, aun cuando esa emoción
suene impostada. El nombre de Gustavo Cerati (ver aparte),
en el rubro producción artística,
agrega un certificado de calidad que tampoco le viene mal.
Se trata de un disco de canciones pensadas como unidades melódicas,
pequeños relatos que empiezan y terminan en menos de
tres minutos, cortas elegías postadolescentes
en donde el amor sobrevuela en sus diversas formas. Las letras,
con la excepción de Renacer (del mismo
García), están firmadas por el crítico
musical Pablo Schanton. Una novedad, también. He aquí,
entonces, un disco producido por una estrella, escrito por
un periodista y cantado por un músico vocacional de
proyección ilimitada, buen cantante. Una combinación
extraña, pero no endeble.
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Mar es el primer lanzamiento de Virgin Records representada
por EMI en la Argentina-, y por tanto ostenta una campaña
promocional de artista prioritario en una compañía
multinacional.
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Tiene catorce canciones, entre ellas la difundida Morrissey,
de connotaciones homosexuales (una temática poco abordada
por el en exceso- machista rock argentino, salvo excepciones,
Virus por caso).
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García toca la guitarra criolla y canta. La producción
corrió por cuenta de Gustavo Cerati. Las letras están
firmadas por el periodista Pablo Schanton.
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El disco será presentado antes de fin de año,
con un espectáculo que intentará transmitir
el concepto pop que su autor pregona.
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Es,
no se hace
La nueva criatura
de Babasónicos goza de buena salud. A poco de su edición,
Jessico reafirma un concepto siempre latente sobre una banda
que ha sobrevivido por más de una década a crisis
económicas, desprecio de compañías multinacionales,
conflictos internos y vaivenes de calidad. Tiene mucho de
compendio a partir del sonido y el sentido de discos anteriores,
pero es una vez más distinto a su antecesor y así
logra reafirmar el concepto de obra. Una idea
que siempre remarca su cantante, letrista y vocero, Adrián
Dargelos. El disco suena bien; las canciones responden a cualquier
positiva expectativa sobre ellas y la banda parece atravesar
uno de sus mejores momentos como equipo de ejecución
instrumental. Siempre abordábamos las ideas y
no la forma de las canciones. En ese proceso nos dispersábamos.
Aunque... Todo se fue dando sin preverlo: las canciones licuaron
las formas pop, no las podíamos entender hasta ahora.
Pero ahora sí, las hicimos, nos salió. Aunque
todo esto lo vamos a abandonar próximamente, así
que aprovechen, dispara Dargelos, hábil declarante,
siempre interesante conversador sobre el rock y otras cuestiones.
Desde un lugar no siempre delimitado, tal vez para beneficio
propio, Babasónicos tiene un nombre en la escena argentina
de la década del noventa y promete más y mejores
entregas en el nuevo siglo. En ese sentido, Jessico explota
al máximo las condiciones de sus ejecutantes. Se bambolea
entre las baladas y el rock fuerte, pero nunca pierde una
unidad conceptual de sonido que lo destaca por encima, incluso,
de anteriores discos. Es, también, el paso natural
después de Babasónica (el que anticipó
el stoner rock) y Miami (el que reflejó el efecto lounge
en la canción pop, al menos en Argentina). Dice uno
de sus autores: Siempre nuestra intencionalidad es entrar
en una estética desconocida. Por eso el disco,
que otra vez fue producido por Andrew Weiss a esta altura,
casi un babasónico más, entrega esa sensación
de extrañeza conocida. Una constante en la carrera
de la banda: esto ya sonó, pero no así... Siempre
moviéndose de un lado a otro, con una particular forma
de organización interna y métodos de grabación
y pos producción, Babasónicos llega con su primer
disco del siglo XXI en buenas condiciones. Dargelos utiliza
la palabra logro para resumir su sensación
de satisfacción con el disco, que se mueve sutilmente
entre mundos aparentemente dispares. De la balada al rock
y viceversa, siempre filosas, las canciones de Jessico ofrecen
una idea de riesgo que el rock argentino lánguidamente
está dejando escapar. No es éste el caso.
El territorio en el cual se desarrollan las aventuras de los
personajes que aparecen en el disco, casi siempre amorales
y poco amistosos, remite a cierta idea de gitana del
mundo, de pueblo nómade, donde cada lugar contiene
su verdad, un punto imaginario que es así de fuerte
porque no existió antes, según el creador
de esos personajes y ese territorio. Lector de Marcelo Cohen,
Dargelos cita las películas de Emir Kusturica y los
narcocorridos como posibles coordenadas artísticas
desde donde entender el sentido de sus nuevas canciones. Mundos
que se sostienen en sí mismos, piensa. Esos
personajes juegan en ese contexto y no intentan contar cómo
es el mundo. Así, van pasando: vedettes o personas
que juegan a la vedettes, desconfiados, confianzudos, farsantes,
audaces, desesperados, vitales. Con esta materia prima, las
canciones cobran vida y son manipuladas a gusto por la banda,
que regula los ritmos e incluso la intensidad instrumental
de cada una. Para llegar a un lugar indefinido pero atractivo,
que no figura en ninguna guía ni sería recomendado
en algún suplemento de turismo. Existe, está
ahí, sólo hay que animarse a transitarlo, sufrirlo
o gozarlo, vivirlo.
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Jessico tuvo una tirada inicial de 10.000 copias y no se consigue
en las grandes disquerías. Es el primer disco de la
banda editado a través del sello de la productora Pop
Art. Para Latinoamérica, se negocia con una multinacional
su edición y distribución.
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El disco se mece entre la balada y el rock, aunque se interna
en aguas instrumentales hasta ahora poco transitadas por Babasónicos.
-
Las letras de las canciones describen situaciones y personajes
propios de una particular fauna nocturna, siempre al borde
de la locura.
-
Soy rock ofrece una particularidad de género
en su escritura: está en primera persona del femenino.
Y arranca, vaya definición, con la frase soy
muy puta.
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Así
se llamaban los jeans
Melero es así,
acostumbra a estas piruetas. Después de concebir y
titular un
disco inequívocamente Tecno, arremete con uno de canciones
de ruta, con banda, guitarras slide y evocaciones amorosas.
Que despertó una declaración casi despechada
y desilusionada de parte de la revista Inrockuptibles (órgano
melerista, si los hay), por ejemplo. ¿Por qué
no preguntan al que graba siempre los mismos discos? Si no
se arriesga, el artista puede equivocarse. Si es correcto
y no arriesgó, hace mal su trabajo, responde
el aludido. Ahora bien: el giro existe, aunque habría
que tener en cuenta que no es la primera vez que el hombre
que representó siempre incluso a su pesar
una vanguardia sonora y estética que no siempre fue
entendida así, y que incluso mereció rechazo,
lo hace. Pensar en Travesti a mediados de los noventa, o en
Piano más acá en el tiempo. No se trata de un
performer tal como el imaginario rocker ayudó a concebir,
pero sí de un fino compositor de canciones, modesto
cantante y agudo observador de su obra y del contexto en que
ésta se desarrolla. No es poco. En ese sentido, Vaquero
que según el autor remite a la vieja denominación
del jean y no a ninguna reivindicación country
representa un paso adelante en su sinuosa carrera. Este
es el primer disco mío con arreglador. Está
hecho con la intención de recuperar aquel sonido de
los cantautores de la década del 60. El desafío
era imponer los arreglos desde la armonía y no más
como una especie de soundtrack. En Piano me interesé
en la armonía para luego resolver en las canciones.
Ciertos giros emotivos son resueltos por la armonía,
que resulta mucho más interesante que una pasta de
sonidos. La otra particularidad del disco es que pude rodearme
de buenos músicos, más allá de mi discurso
habitual del no-músico y todo eso, precisa el
protagonista. Esa sensación de comunidad musical flota
en cada una de las canciones, simples y agradables al oído.
En verdad, Vaquero
es una rareza y no por la combinación que ofrece, por
ejemplo, una canción titulada Tormenta personal:
Melero-Botafogo. Es una rareza porque de Melero no podía
esperarse algo así, pero fundamentalmente porque recupera
un sentido de la melodía y los arreglos que pocos discos
de rock argentino han plasmado en los últimos tiempos.
Ya no quedan. Y Melero, justamente, viene a llenar ese vacío.
Es un disco pop, en el mejor sentido de la palabra pop,
que tiene que ver con la cultura de los 60 y 70. Tal como
la diferencia entre la música rock y la cultura rock,
donde la música se vació de su cultura... Ahora
por pop se entiende algo que debe conformar a todos con los
que les gusta escuchar, con la idea de mantener a la gente
mansa y en su sitio. El pop perdió ironía. Me
dicen que los Backstreet Boys son pop... Yo pensé que
se trataba de música mala, razona (también)
irónicamente. Desde la provocación artística
(sé que soy un músico que despierta temor
en los sellos discográficos, dice entre satisfecho
y resignado), Melero edificó una respetable carrera
en la que, más allá de posibles evaluaciones
críticas sobre el nivel o calidad de las canciones,
existe y está ahí, lista para ser escuchada.
Aquí, con una pequeña y casi artesanal colección
de once canciones sobre el amor y otros sentimientos, se vuelve
a comprobar una vez más.
Más allá
de reflexiones sobre el sentido de una obra, Vaquero resume
buena parte de la experiencia personal, actual de Melero.
El mismo se piensa como alguien que ha pasado una etapa de
vida e ingresa en otra. Me siento casi bajando línea
en este disco. Por un lado, tiene que ver con la mediana edad
y cierta meditación sobre la vida, casi metabólica
(tal como sucede con la energía a los 18). Plantea
conflictos de una persona de más de 30, trabaja sobre
ciertas certidumbres, la de la muerte fundamentalmente. Y
no de tipo social o política, cosas que me parecen
pueriles. Es optimista, con la muerte como protagonista.
¿Optimista? Basta con oprimir play y dejarse llevar
por el delicado ritmo de la primera canción del disco.
Tu vida empieza hoy, se llama.
-
Las letras de las canciones transmiten una sensación
permanente de ensayo y error sobre la vida de
quién las escribió e interpreta. Es un disco
adulto, pero no por eso dramático y aburrido.
-
Todo suena en armonía, y las canciones conservan una
frescura instrumental inusual en el medio. Y menos en Melero.
Vaya sorpresa.
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Es el primer disco de Melero editado por Fogón Records,
luego de una serie de discos lanzados por Ultrapop.
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A diferencia de otros discos del artista, Vaquero cuenta con
una banda (Leonardo Santos, Gabo, Diego Vainer, Miguel Botafogo
en Tormental personal y Daniel Melero) y un arreglador:
Enrique Londaits.
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Emoción
3-D
Me alegra
mucho que estos discos salgan. Está bueno que no pase
el año sin que pase nada. Que empujemos un poco todos,
más allá de las vicisitudes de las compañías
discográficas y de la situación económica
general. Yo también quiero que mi nuevo disco pueda editarse
este año. De los tres, debo decir que a Daniel hace mucho
que no lo veo, y a Babasónicos sí, los vi en vivo
un par de veces en el último tiempo. Con Leo trabajé
bastante en el suyo, y lo pudimos terminar en enero de este
año. Creo que los tres casos tienen raíces bastante
diferentes y circunstancias diferentes, no sé si ligarlos
mucho, aunque sus discos hayan aparecido en este año
complejísimo.
Mi trabajo como productor de Mar se resumió en poder
darle un marco sonoro y un empuje, a varios niveles, a lo que
Leo proponía. A diferencia de Vital, que es un gran disco,
pero hecho de entrecasa, más mínimo,
con recursos limitados. El tenía ganas de zarpar hacia
un lugar más grande y aunque las canciones nacieron de
la guitarra, él quería llevarlas hacia una cosa
con más participantes e instrumentos. Esa fue la idea.
Fui escuchando el material en medio de la gira de Bocanada y
charlando con él sobre la dirección que quería
tomar. La verdad es que trabajé como si se tratara de
un disco mío, en el sentido de que me lancé a
trabajarlo totalmente enfocado. Hace mucho que no lo escucho,
pero me va a gustar mucho verlo y oírlo terminado. Esa
idea de Leo de convertirse en una estrella del pop me parece
bien, porque siempre me sensibilizó y tiene el talento
para hacerlo. Más allá de que finalmente lo sea.
Destaco su habilidad para hacer muchas cosas, electrónicas
y esa sustancia pop de hacer canciones con la guitarra, bastante
similar a como yo empecé, también
una guitarra criolla y sobre canciones. Por eso le tengo fe:
porque son buenas canciones y él tiene el talento para
tocarlas y llevar esa emoción al vivo. Estoy muy conforme
con el trabajo que hicimos, aunque haya pasado el tiempo: alguien
el otro día me decía que Mar transmite emoción
tridimensional y me gusta la idea... Después de la experiencia
fallida con Avant Press en su disco para Universal, teníamos
miedo de que nunca sucediera pero, gracias a Dios, ¡salió!
Ahora la gente tiene la palabra. GUSTAVO
CERATI |
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