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Jueves 9
de Agosto de 2001


tapa

Teatro independiente con aroma dulce

¿Tira?

Sin dejar de pasarse el faso ni de tomar del pico de una Quilmes de tres cuartos, dos aspirantes a actores –en el mejor de los casos– preparan una obra de teatro infantil, mientras flashean ante alumnos y docentes y se enroscan con las charlas enmarañadas y supuestamente profundas, propias de todo fumón. Ese es el plato en el que se sirve Pitá que se apaga, obra de teatro independiente escrita y protagonizada por Gerardo Chendo y Ramiro Agüero, y dirigida por Leandro Calderone.
Uno de los hallazgos del humorístico guión es el constante cruce (deliberadamente equivocado) de frases hechas, lugares comunes y malentendidos. Chendo –uno de los protagonistas de la película 76-89-03– explicó al No que “la idea de las confusiones alude a las obras infantiles pretenciosas, que quieren tocar temas comprometidos, hablar de discriminación, de prevención, de tecnología... todo en un ratito”. Por supuesto, la elección del sugestivo título no fue casual: “Más allá de que los personajes fumen chala, la obra alude a los esfuerzos que hay que hacer para cumplir un sueño, como por ejemplo sacar adelante un espectáculo de teatro independiente. Pitar significa tratar de mantener la llama encendida”, simplifica Chendo. De hecho, el lugar que los fasos en cuestión ocupan en la obra no es, digamos, explícito. Tu abuela –salvo que sea ex hippie– puede verla sin problemas. Además empieza temprano, así que resulta una buena manera de empezar una noche en Palermo. JAVIER AGUIRRE

Pitá que se apaga se presenta en la sala del bar El Taller (Placita Serrano), los viernes y sábados a la medianoche. La entrada es gratis; la salida, a la gorra.


Este muchacho Krantz multimedia

Extraños en la mañana

Los personajes de Pablo Krantz son internos de un hospicio que se derrumba. El hospicio derruido no es otra cosa que el propio mundo y los pacientes –la especie humana entera– esperan recibir el alta de manos de un psiquiatra rencoroso y desvariado. En palabras del autor: “Sujetos que se ven enfrentados a la vorágine del mundo, que intentan mantenerse cuerdos mientras todo enloquece a su alrededor, que intentan ocultar con cinismo e ironía un inexplicable anhelo de pureza que la vida moderna no puede soportar”. La mañana en que falló la ley de la gravedad, segundo volumen de relatos del músico, traductor y sonriente vagabundo de la noche porteña (el primero fue Dame un coche tan rápido que no lo alcancen los recuerdos, 1997), resume el microcosmos Krantz desde la experiencia de sus desdichados engendros. Publicado casi al unísono, el cd Los extraños nunca dicen adiós (sucesor de Demasiado tiempo en ningún lado, 1999) es la proyección rock de esa manera de ver la realidad: dureza etílica, amores despedazados y escenas disparatadas de la vida moderna. Pregunta: ¿a qué se debe la pasión de Krantz por los títulos largos e ingeniosos? Respuesta: “Me cuesta entender por qué todo el resto de los escritores y músicos no le ponen ese tipo de títulos a sus obras. Cómo se sienten tranquilos después de pasarse un año escribiendo para terminar poniéndole a su libro algo así como Bisiesto o Cañaveral, cuando la mayor parte de la gente no va a conocer de su obra más que el título. Finalmente, me parece que la colocación de títulos es un arte en sí mismo, y para mejor un arte que no necesita de sufrimientos o de angustias. Puro placer”. Hombre de pasiones presuntamente dispares (“me interesa tanto el punk rock como la literatura persa o los libros de Gurdjieff”) y de antipatía hacia los diplomados (“esos escritorzuelos superintelectuales fabricados en serie en las facultades de Letras”), Krantz no definiría a sus criaturas como “perdedores” o “antihéroes”: “El mundo se derrumba o corre alegremente hacia su destrucción y cada uno de nosotros intenta llevar adelante su pequeño destino como si nada: somos héroes, pero ya no se entiende bien de qué; nuestras misiones están condenadas al fracaso, y hay algo épico en esa lucha sin esperanza que al menos a mí me evita caer en la depresión y me impulsa a seguir adelante”. PABLO PLOTKIN
Pablo Krantz toca hoy con su nueva banda (Sebastián Volco en guitarra y teclados, Pat Coria en bajo y Silvio Ottolini en batería) en La Cigale, 25 de Mayo 722. A las 24. Gratis.


Andá corriendo a ver

Quizás como parte del persistente y revelador revival universal de los ‘80 (¿no parece eso escuchando la radio?), una muestra presenta fotos de graffitis de los barrios porteños de Palermo, Almagro y San Telmo (aunque también hay de Cuba y Uruguay), y buena parte de las imágenes expuestas provienen de la esfera rockera. Así, la exposición “Pinto y me voy” contiene, por ejemplo, una pintada de tributo a La Renga registrada en Uruguay. La autora de la instalación es la fotógrafa Marcela Bovisio, quien contó al No que las imágenes fueron registradas desde 1983: “Los graffitis son una expresión anónima, pero pública, y que además están al margen del delito”. La oferta, además de cosecha rockera, incluye graffitis humorísticos (“Podemos cambiar el mundo, sólo hace falta otro”), políticos (“Festejo popular, Videla en el penal”), reflexivos (el ya clásico “El consumo te consume”), alcohólicos–hedonistas–chabones (“I love you Quilmes”), polémicos (“Si el Papa fuera mujer el aborto sería ley”)... Y también románticos: un “Candela te amo. Fede” que fue tachado y en el que el pibe volvió a la carga con un “Candela te amo y mucho”. J.A.

“Pinto y me voy” se presenta desde el 1º al 15 de septiembre en la Casona Cultural Humahuaca, Humahuaca 3508.



Gruv Armada, chango...

Si sos músico y te hacés amigo de ellos, sacá número. Seguro que terminás en el escenario, haciendo lo que quieras con tu instrumento. Esa es la aglutinante alternativa que propone Brancaleone (Martín en batería, Uriel en bajo, Gato en guitarra y Martín en voz y charango), una comunidad que integran músicos, músicos invitados casuales y una banda de pibes que los siguen a todas partes. Van a verlos, van a tocar y también a bailar porque, después de cada show, hay danza y bebida para todos hasta el primer sol del alba: “Lo nuestro no se limita al show, las noches terminan a las 6 de la mañana. Esto surgió porque, cuando terminábamos de tocar, tanto el público como nosotros quedábamos muy tensionados, con ganas de seguir jodiendo. En Liniers, una vez, salimos en caravana como 15 autos, y nos fuimos a bailar todos juntos”, prosigue Martín.
Musicalmente, la banda es un homenaje al eclecticismo. Cada performance puede incluir, además, todo tipo de instrumentos para ejecutar un atípico repertorio. En la última fiesta “Chacarera y Rocanrol”, subieron al escenario 23 músicos, hubo 6 guitarras distintas, acordeón a piano, charango, caja peruana, flauta barroca, percusión, xilofón, sikus y armónicas: “No tenemos una línea musical definida –admite Gato–. Aunque nos identificamos con Divididos y Banda Criolla, también tocamos candombe, chacarera, cuarteto, rock y zamba. Por eso, hay espacio para incluir todo tipo de instrumentos. Es nuestro estilo y lo compartimos con todos los músicos que, pese al talento que tienen, no encuentran su lugar”. C.V.