Teatro
independiente con aroma dulce
¿Tira?
Sin dejar
de pasarse el faso ni de tomar del pico de una Quilmes de tres
cuartos, dos aspirantes a actores en el mejor de los casos
preparan una obra de teatro infantil, mientras flashean ante alumnos
y docentes y se enroscan con las charlas enmarañadas y
supuestamente profundas, propias de todo fumón. Ese es
el plato en el que se sirve Pitá que se apaga, obra de
teatro independiente escrita y protagonizada por Gerardo Chendo
y Ramiro Agüero, y dirigida por Leandro Calderone.
Uno de los hallazgos del humorístico guión es el
constante cruce (deliberadamente equivocado) de frases hechas,
lugares comunes y malentendidos. Chendo uno de los protagonistas
de la película 76-89-03 explicó al No que
la idea de las confusiones alude a las obras infantiles
pretenciosas, que quieren tocar temas comprometidos, hablar de
discriminación, de prevención, de tecnología...
todo en un ratito. Por supuesto, la elección del
sugestivo título no fue casual: Más allá
de que los personajes fumen chala, la obra alude a los esfuerzos
que hay que hacer para cumplir un sueño, como por ejemplo
sacar adelante un espectáculo de teatro independiente.
Pitar significa tratar de mantener la llama encendida, simplifica
Chendo. De hecho, el lugar que los fasos en cuestión ocupan
en la obra no es, digamos, explícito. Tu abuela salvo
que sea ex hippie puede verla sin problemas. Además
empieza temprano, así que resulta una buena manera de empezar
una noche en Palermo. JAVIER AGUIRRE
Pitá
que se apaga se presenta en la sala del bar El Taller (Placita
Serrano), los viernes y sábados a la medianoche. La entrada
es gratis; la salida, a la gorra.
Este
muchacho Krantz multimedia
Extraños
en la mañana
Los personajes de Pablo
Krantz son internos de un hospicio que se derrumba. El hospicio
derruido no es otra cosa que el propio mundo y los pacientes la
especie humana entera esperan recibir el alta de manos de
un psiquiatra rencoroso y desvariado. En palabras del autor: Sujetos
que se ven enfrentados a la vorágine del mundo, que intentan
mantenerse cuerdos mientras todo enloquece a su alrededor, que
intentan ocultar con cinismo e ironía un inexplicable anhelo
de pureza que la vida moderna no puede soportar. La mañana
en que falló la ley de la gravedad, segundo volumen de
relatos del músico, traductor y sonriente vagabundo de
la noche porteña (el primero fue Dame un coche tan rápido
que no lo alcancen los recuerdos, 1997), resume el microcosmos
Krantz desde la experiencia de sus desdichados engendros. Publicado
casi al unísono, el cd Los extraños nunca dicen
adiós (sucesor de Demasiado tiempo en ningún lado,
1999) es la proyección rock de esa manera de ver la realidad:
dureza etílica, amores despedazados y escenas disparatadas
de la vida moderna. Pregunta: ¿a qué se debe la
pasión de Krantz por los títulos largos e ingeniosos?
Respuesta: Me cuesta entender por qué todo el resto
de los escritores y músicos no le ponen ese tipo de títulos
a sus obras. Cómo se sienten tranquilos después
de pasarse un año escribiendo para terminar poniéndole
a su libro algo así como Bisiesto o Cañaveral, cuando
la mayor parte de la gente no va a conocer de su obra más
que el título. Finalmente, me parece que la colocación
de títulos es un arte en sí mismo, y para mejor
un arte que no necesita de sufrimientos o de angustias. Puro placer.
Hombre de pasiones presuntamente dispares (me interesa tanto
el punk rock como la literatura persa o los libros de Gurdjieff)
y de antipatía hacia los diplomados (esos escritorzuelos
superintelectuales fabricados en serie en las facultades de Letras),
Krantz no definiría a sus criaturas como perdedores
o antihéroes: El mundo se derrumba o
corre alegremente hacia su destrucción y cada uno de nosotros
intenta llevar adelante su pequeño destino como si nada:
somos héroes, pero ya no se entiende bien de qué;
nuestras misiones están condenadas al fracaso, y hay algo
épico en esa lucha sin esperanza que al menos a mí
me evita caer en la depresión y me impulsa a seguir adelante.
PABLO PLOTKIN
Pablo Krantz toca hoy con su nueva banda (Sebastián Volco
en guitarra y teclados, Pat Coria en bajo y Silvio Ottolini en
batería) en La Cigale, 25 de Mayo 722. A las 24. Gratis.
Andá
corriendo a ver
Quizás
como parte del persistente y revelador revival universal de
los 80 (¿no parece eso escuchando la radio?), una
muestra presenta fotos de graffitis de los barrios porteños
de Palermo, Almagro y San Telmo (aunque también hay de
Cuba y Uruguay), y buena parte de las imágenes expuestas
provienen de la esfera rockera. Así, la exposición
Pinto y me voy contiene, por ejemplo, una pintada
de tributo a La Renga registrada en Uruguay. La autora de la
instalación es la fotógrafa Marcela Bovisio, quien
contó al No que las imágenes fueron registradas
desde 1983: Los graffitis son una expresión anónima,
pero pública, y que además están al margen
del delito. La oferta, además de cosecha rockera,
incluye graffitis humorísticos (Podemos cambiar
el mundo, sólo hace falta otro), políticos
(Festejo popular, Videla en el penal), reflexivos
(el ya clásico El consumo te consume), alcohólicoshedonistaschabones
(I love you Quilmes), polémicos (Si
el Papa fuera mujer el aborto sería ley)... Y también
románticos: un Candela te amo. Fede que fue
tachado y en el que el pibe volvió a la carga con un
Candela te amo y mucho. J.A.
Pinto y me
voy se presenta desde el 1º al 15 de septiembre en
la Casona Cultural Humahuaca, Humahuaca 3508.
Gruv Armada, chango...
Si sos músico
y te hacés amigo de ellos, sacá número. Seguro
que terminás en el escenario, haciendo lo que quieras con
tu instrumento. Esa es la aglutinante alternativa que propone
Brancaleone (Martín en batería, Uriel en bajo, Gato
en guitarra y Martín en voz y charango), una comunidad
que integran músicos, músicos invitados casuales
y una banda de pibes que los siguen a todas partes. Van a verlos,
van a tocar y también a bailar porque, después de
cada show, hay danza y bebida para todos hasta el primer sol del
alba: Lo nuestro no se limita al show, las noches terminan
a las 6 de la mañana. Esto surgió porque, cuando
terminábamos de tocar, tanto el público como nosotros
quedábamos muy tensionados, con ganas de seguir jodiendo.
En Liniers, una vez, salimos en caravana como 15 autos, y nos
fuimos a bailar todos juntos, prosigue Martín.
Musicalmente, la banda es un homenaje al eclecticismo. Cada performance
puede incluir, además, todo tipo de instrumentos para ejecutar
un atípico repertorio. En la última fiesta Chacarera
y Rocanrol, subieron al escenario 23 músicos, hubo
6 guitarras distintas, acordeón a piano, charango, caja
peruana, flauta barroca, percusión, xilofón, sikus
y armónicas: No tenemos una línea musical
definida admite Gato. Aunque nos identificamos con
Divididos y Banda Criolla, también tocamos candombe, chacarera,
cuarteto, rock y zamba. Por eso, hay espacio para incluir todo
tipo de instrumentos. Es nuestro estilo y lo compartimos con todos
los músicos que, pese al talento que tienen, no encuentran
su lugar. C.V.
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