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Jueves 9 de Agosto de 2001

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convivir con virus

Estuvo tanto tiempo abrazado a su angustia que ahora la lleva prendida al cuello como a un vampiro de película. Ya tenía todo dispuesto para las peores noticias, era un ejercicio, dice, para poder resistir lo que suponía una certeza, una rutina de médicos y análisis que le pondría un punto y aparte al resto de sus planes. Puede ser una estrategia, es cierto, el tema es que la venía usando desde tanto tiempo antes de pensar que podría hacerse un análisis que aun ahora, cuando tiene el resultado en sus manos, le cuesta dejarla ir. Le cuesta acostumbrarse. ¿Qué explicación tendrá ahora para sus catarros recurrentes? ¿Cuál para ese eterno languidecer que seguía a las pesadillas sobre su propia muerte? Aun conociendo los detalles de la enfermedad, sus tiempos y su cotidianidad, él pensaba en una muerte súbita, causada por algo que no se animaba a saber qué era, pero siempre relacionado con el virus. Ahora ya está. Ya sabe de qué se trata. Ya no pueden asustarlo las predicciones de los astros, las intuiciones mal intencionadas, su propio monitoreo de síntomas inexistentes, el recuento circular de las situaciones que podrían haber sido. No fue una decisión fácil hacerse el análisis, pero qué alivio. Aun cuando suponga que entonces es otro oscuro mal el que le quita el aire. Tal vez sea sólo un efecto residual del pánico, nada que no pueda dejar partir lentamente, como quien se despide de un lugar que solía frecuentar. Pero a esta nostalgia se le puede saltar encima sin pudores, se puede bailar sobre ella sin culpa. Pasaron demasiados meses hasta que pudo tomar la decisión, algo que sucede habitualmente, a casi todos nos pasa eso de andar rumiando el miedo antes de poder darle su estocada final. Sea cual sea el resultado, aun cuando hubiera empezado esa rutina de médicos y pastillas, aun así es mejor saber de qué se trata. Lástima que no todos tengan la misma suerte que tuvo él, eso de llegar a un hospital que te tomen la muestra y una semana más tarde tener el resultado. El ajuste llega también para los reactivos y hace meses y meses que en el interior y en el Gran Buenos Aires los resultados tardan años o ni siquiera llegan. Pero lo primero es tomar la decisión de hacerse cargo, animarse a ponerle nombre a la angustia o a dejarla partir como a un viejo enemigo, nada asusta más que aquello que no se conoce.

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