LLEGA
FATBOY SLIM, LA PRIMERA ESTRELLA POP DE LA ERA DE LOS DJS
“Salgo
tres noches a la semana.
Pero no es diversión, es trabajo”
Probablemente
sus ¿canciones? resulten la banda de sonido más exitosa y rentable
de la última década en Occidente. E incluso suenan más familiares
al oído de millones de personas, seguro, que su nombre y trayectoria.
Aun así, el hombre que de bajista segundón pasó a ser el Nº 1 de
la música de bandejas para masas, es el caso testigo de un tipo
de conversión emblemática.
POR
PABLO PLOTKIN
Fatboy Slim.
Una frase sin sentido y un nombre que simboliza varias cosas. Ritmo,
inducción electroquímica, buenos videos, big beat,
cortina musical de esto y lo otro, una máquina de hacer dinero,
mucho dinero. Un cirujano de la música bailable, artista
de la joda, exorcista del aburrimiento armado con un enorme botiquín
lleno de álbumes de música negra y pastillas de colores.
Un tipo que consiguió que su divertimento favorito emborracharse,
mezclar vinilos, hacer bailar a los amigos torciera su suerte
y la de la música popular de los últimos cinco años.
El tímido bajista de una banda que había sido bastante
exitosa en los ochenta y que, ya entrado en años, condenado
al margen de las enciclopedias, se propuso grabar discos descartables,
para usar y tirar, y que precisamente por esa falta de solemnidad
y pretensiones de grandeza fue convirtiéndose en un artista
en serio. Ese es Norman Cook, alias Fatboy Slim, el que atiende
el teléfono en su casa de Brighton, Inglaterra, desde la
playa en que vive junto a su mujer (Zoe Ball, estrella de la BBC)
y su hijo de diez meses, lejos de la pecaminosa House of Love (su
casa-bardo de soltero en Londres) y los tiempos en que elegía
títulos como Better Living Through Chemistry (Mejor vivir
con la química, su primer disco). Brighton... el balneario
de la desintoxicación. Mmmmm... no tanto, repone
Norman. Puedo intoxicarme en cualquier lado. Y a cualquier
hora. Se ríe.
¿Te estás adaptando mejor al hecho de ser una
estrella pop?
Sí, se me hace cada día más fácil.
Al principio es realmente extraño, te altera los nervios
y no sabés qué hacer. Pero ya bajé la velocidad:
me casé, tuve un hijo, así que me resulta fácil,
porque me quedo en casa, feliz, y no estoy en medio del quilombo
todo el tiempo. Creo que es algo a lo que uno se acostumbra. Sencillamente
aprendés a ignorarlo.
Alguna vez dijiste que temías que el hecho de ser padre
y sentar cabeza te impidiera seguir haciendo discos interesantes...
Tenía miedo de ser padre, y dentro de eso incluía
la posibilidad de que ello implicara ya no hacer buenos discos,
volverme demasiado blando. Pero soy padre desde hace diez meses
y no me ablandé ni un ápice. Así que ese tema
ya no me asusta.
¿Extrañás algo de los tiempos de la House
of Love?
Eeeh, sí, a veces extraño un poco. Pero es esa
clase de cosas que sólo podés hacer durante dos años.
Sí, a veces extraño, pero sé que nunca volvería
a comportarme tan mal. Me mataría.
Bueno, tu vida habrá cambiado bastante.
Sí, para serte honesto, ahora casi no salgo. Es que
mi mujer y yo... especialmente mi mujer, ella es muy famosa, y si
salimos, todo el mundo se nos queda mirando. No podemos emborracharnos
en público, porque nos sacan fotos y esas cosas. Para mí
es más fácil, porque mi trabajo es ir a boliches,
pero ella... Así que normalmente nuestros amigos vienen a
casa. Esa es la parte mala de la fama. Pero ahora se me dio por
la cocina. Cuando nació el bebé, estuvimos unos tres
meses casi sin salir de casa. No teníamos nada que hacer,
así que empecé a cocinar. De modo que mi vida social
en este momento se resumiría así: preparo alguna comida
para los amigos, empezamos a beber, después bailamos... Vivimos
sobre la playa, así que cuando nos emborrachamos, solemos
desvestirnos y salir a nadar. Esa es mi vida.
Buena vida.
No está mal, ¿no? Casi no salgo. Quiero decir:
salgo tres noches a la semana, pero eso es trabajo, no diversión.
¿Ya ni siquiera salís a comprar discos usados
a las ferias?
Ya no compro, me mandan todo. Suena terrible, sueno como un
vago de mierda, pero me mandan unos diez discos por día.
Honestamente, me mandan de todo, así que paso la mitad del
tiempo escuchando música nueva. Si me voy de viaje dos semanas,
vuelvo y tengo unos 150 discos nuevos para escuchar. Es una lástima
porque, durante 25 años, pasé la mitad de mi vida
en disquerías. Con respecto a los discos viejos, todos los
que conozco ya los tengo. Después de 25 años de coleccionar,
debo tener unos 10 mil discos. Muchos de ellos ni siquiera intenté
escucharlos.
Con Halfway between the gutter and the stars (A mitad de camino
entre los suburbios y las estrellas, tercer y más reciente
disco) cambiaste radicalmente el rumbo: menos golpes de efecto,
más músicos de carne y hueso colaborando. ¿Te
ubicaste en un lugar de artista imprevisible?
Espero que sí. Creo que antes se me veía como
el DJ que tuvo suerte. Me gusta pensar que la cosa cambió,
que ahora la gente sabe que puedo abandonar mis fórmulas
anteriores y obtener buenos resultados. Si ya funcionó una
vez, probablemente la próxima vuelva a funcionar. Sí,
en una de esas, la gente ahora me toma un poco más en serio.
Después de trabajar con Bootsy Collins, Macy Gray,
Roland Clark... ¿qué músico te gustaría
que grabara en tu próximo disco?
Uh, no lo sé... Al Green siempre será el número
uno en mi lista. Creo que es el cantante con más soul que
existe. Es una posibilidad. Pero no lo sé... A veces es mejor
que las fantasías se conserven como fantasías. Odiaría
trabajar con alguien a quien admiro mucho, y que al entrar en confianza
dejara de ser mi héroe. Si escuchara a Al Green tirándose
un pedo, creo que ya no podría tomarlo del todo en serio.
¿Cuándo habrá un disco nuevo de Fatboy
Slim?
Falta mucho, como un año, un año y medio. Es
que quiero hacer algo diferente. El álbum de Blur (que estoy
produciendo) me va a llevar unos tres o cuatro meses más.
Estamos esperando que termine Gorillaz, que Damon (Albarn) se ocupe
de no hacer de Gorillaz algo más grande de lo que ya es (se
ríe). No sé exactamente cuándo terminaremos,
pero me gusta hacerlo porque es algo bien diferente. Hacer un disco
de Fatboy Slim me lleva unos ocho meses de trabajo muy intenso,
y por el momento estoy tratando de descansar un poco: hacer viajes
cortos, conocer el mundo, disfrutar de mi hijo... Sí, creo
que no va a haber un disco nuevo de Fatboy Slim hasta dentro de
año y medio, tal vez dos años.
¿Te imaginás cómo va a ser?
No, y ése es un buen motivo para no hacerlo, no tengo
que preocuparme por eso. Si tuviera que empezarlo mañana,
no sabría qué hacer, no tengo un plan. Esa es una
buena razón para no hacerlo ahora. Y si hago otras cosas
durante todo este tiempo, no voy a estar comiéndome la cabeza
con pensamientos del tipo ¡oh, quiero hacer esto, tengo esta
otra idea...! Como por el momento no tengo ideas, me voy a dedicar
a hacer otras cosas, pensaré un poco y, cuando esté
inspirado, recién entonces grabaré otro álbum.
Suena bien, ¿no?
Entre esas cosas, planeás hacer la banda de sonido
de una película, ¿no? ¿Cómo es eso?
La razón es que siempre amé las películas,
y amo las películas con grandes soundtracks. La razón
por la que lo hago ahora es que me va a llevar unos cinco meses
hacerlo, y hasta ahora nunca había tenido cinco meses libres.
Creo que a esta altura de mi carrera puedo permitirme tomarme cinco
meses para hacer algo diferente. La elección de la película
es algo en lo que estuve pensando en las últimas semanas.
Quiero hacer algo... algo bueno. No American Pie 3, ¿entendés?
Mi lista de directores deseados incluiría a Spike Jonze,
los hermanos Coen... En estos días, por primera vez en mi
vida, estoy leyendo guiones, pero me resulta bastante difícil
figurarme cuál va a ser una buena película. Detestaría
ocupar cinco meses de mi vida en musicalizar una película
mala. Así que estoy en eso. Si Spike Jonze, por ejemplo,
me propusiera trabajar en su próximo film, lo haría
inmediatamente. Pero no puedo decir de quién son los guiones
que estoy considerando.
Cambiando de tema, parece un momento difícil para dedicarse
a hacer bailar a la gente. ¿Cómo es ser DJ en tiempos
de guerra?
La música dance es música de escape. Siempre
se trató de que si tenés un trabajo aburrido durante
la semana y llega el viernes, poder salir y olvidarte de tus preocupaciones.
Yo no tengo ninguna influencia sobre las bombas de George W. Bush,
o sobre quién le manda ántrax a quién, de modo
que lo único que puedo hacer, apenas durante tres horas en
una noche, es hacer olvidar las preocupaciones. Ese es el rol de
la música bailable. Algunas dirán que es una evasiva,
que es una manera de no cambiar nada, pero creo que la música
bailable siempre fue para escapar de la realidad. Es como beber.
Vos sabés que no es real, pero durante dos horas, aunque
sean dos horas, tenés la posibilidad de ser otro.
Bueno, vos solés tomar vodka antes de pasar música,
¿no?
Oh, sí. Antes, durante y después.
¿Por qué vodka?
Porque no te da resaca. La cosa es que mi trabajo es de una
noche tras otra. Mucha gente sale sólo una vez a la semana,
pero yo, cuando estoy de gira, tengo que hacerlo todas las noches.
Si actúo una noche en Buenos Aires, después no puedo
tirarme a dormir durante dos días, porque a la noche siguiente
tengo que actuar en Río. Lo bueno del vodka es que, después
de emborracharme en Buenos Aires, puedo volver a hacerlo en Río
la noche siguiente. Y así sucesivamente.
¿Qué clase de set vas a hacer en Buenos Aires?
Tengo dos tipos de sets. Uno es alegre, y el otro es más
bien... ácido (imita el ruido de una máquina ronca).
A los norteamericanos, por ejemplo, les gusta esa clase de set duro.
En otro países les gusta algo más fiestero, que creo
que es el que voy a hacer en Sudamérica. Varios amigos que
estuvieron ahí me dijeron: A vos te va a gustar tanto...
Les gusta todo lo que te gusta a vos: bailar, sonreír, reír,
beber. Es un viaje que estuve esperando mucho. Pero no sé...
Ni siquiera yo sé bien lo que voy a hacer. Ya veré
cuando esté ahí. Lo que sí sé es que
voy a llevar un montón de discos, voy a contemplar a la gente
y trataré de comunicarme con ellos mientras esté tocando.
Veremos qué pasa. Lleva una hora conocer al público,
y el contrato estipula que al menos debo tocar dos horas. Pero voy
a tocar todo el tiempo que se me permita.
¿Todavía disfrutás de las discotecas?
Sí, me encantan. Tengo 38 años, sé que
no deberían gustarme más, pero me encantan. Se supone
que la gente a mi edad debería quedarse en casa. ¿Quién
es el abuelo, qué está haciendo ahí?,
deben preguntarse muchos al verme. Pero no sé... Todavía
disfruto de ver gente ebria bailando, sonriendo, riendo, tocándose.
Para mí eso es el paraíso. Y me pagan por hacerlo.
n
Fatboy Slim presenta
su set mañana viernes, desde la medianoche, en Pachá
Buenos Aires, Costanera Norte.
EL
PRIMER DJ CON TRIBUTARIO PROPIO
Clonado
Si los Beatles
tienen bandas tributo por el mundo y también en la
Argentina (Danger Four, The Beats, The Beladies), ¿cómo
Fatboy Slim no iba a tener un DJ homenaje? El
muchacho en cuestión se llama Tim Davies y era DJ de
house hasta que a su manager se le ocurrió vestirlo
con camisa hawaiana y hacerlo pasar cuatro horas de big beat
por noche. Fatboy Tim había nacido. Y el Chico Gordo
real, Norman Cook, se muere de risa. Incluso hubo planes de
enviar a Tim en lugar de Slim a algún show, para ver
si alguno notaba la diferencia. Si la idea prende en la Argentina,
pronto tendremos a Dr. Trinchado, Diego Ro-cker y Karla Tintorera.
|
EL
HOMBRE EN ACCION
Es
otra cosa
El
set de Fatboy Slim no puede ni debe ser considerado en los
términos
en los cuales la cultura rock establece la visión-participación
de un show. De acuerdo con este razonamiento, es raro pensarlo
así: un tipo detrás de dos bandejas y una mezcladora,
con un auricular colgando de su cabeza, no ofrece en verdad
mayores atractivos más que... la música que
elige y pone. Entonces, mirar hacia el escenario
no tiene nada de interesante. O sí, porque en este
caso se trata de una verdadera estrella, aquí y ahora,
parte importante de la banda de sonido global 2001. Pero eso
puede interesar un rato nomás. Entonces, no hay principio
ni final, ni pausas para el aplauso o la ovación, ni
bises ni nada de lo que se puede estar acostumbrado a escuchar.
Por eso mismo, tampoco cabe esperar una sucesión de
sus grandes hits (los de los discos, en especial You've come
a long way, babe y Halfway between...). En verdad, se trata
de una sesión de música bailable ultraefectiva
y contagiante (big beat fiestero, podría decirse) que
ofrece sorpresas y citas sonoras del tipo inclusiones de Sheryl
Crow (¡sí! All I wanna do, por ejemplo),
Daft Punk y los Rolling Stones (la combinación Satisfaction
+ Rockafeller Skank resulta muy efectiva en estos
casos), entremezclados con algún fragmento de los tracks
de sus propios discos (ahí estará el morocho
que repite What tha fuck). Pero nada más.
Para escuchar eso que tenés guardado en el disco rígido
de tu cabeza, Praise you, Yo mama
y demás, apretá play en tu casa y jugá
a ser tu propio Dj. El no lo va a hacer por vos. n e.p.
|
EL
LARGO CAMINO HACIA LAS ESTRELLAS
Una
vida mejor
Norman Cook nació
el 13 de julio de 1963 en Bromley, Inglaterra. Tenía
22 años cuando se convirtió en el bajista de
The Housemartins, un grupo pop con ciertas ínfulas
socialistas que supo aprovechar el envión propiciado
por el éxito de The Smiths, Aztec Camera y otras bandas
británicas de guitarras y estribillos ganadores. En
el verano del 86 acariciaron la fama internacional (incluso
se hicieron de algunos fans modernos en Buenos Aires) con
el tema Happy hour, pero poco más de un
año después se desarmaron para siempre. Norman
empezó a frecuentar la escena acid house. Al final
de la década, junto a los productores Tim Jeffrey y
JC Reid, formó Pizzaman, un trío que tuvo un
par de pequeños éxitos de temporada Trippin
on sunshine, Sex on the streets, pero
no mucho más que eso. Consagrado de cuerpo y alma a
la música dance, el flaquito aficionado a los destornilladores
empezó los noventa con dos proyectos de aprendizaje:
Freakpower, suerte de relectura moderna del soul, y Beats
International, con cierta trascendencia en la escena electrónica
de Londres. Algo desalentado por los fracasos comerciales,
saturado de drogas y reviente, Norman se recluyó en
su colección de vinilos y su sampler. Se inventó
un seudónimo tonto, se encerró durante una semana
en el altillo de The House of Love (una casa sobre una colina
londinense donde estaban permitidos todos los excesos) y grabó
Better Living Through Chemistry, un slogan de una campaña
publicitaria de los años cincuenta que recomendaba
a las madres norteamericanas calmar a sus chicos hiperactivos
con grandes dosis de Valium. Y ahí está la maqueta
de lo que lo convertiría en el personaje central del
big beat: pedazos de viejos álbumes de funk y soul
montados en bases electrónicas voluptuosas. En 1998,
mientras todo el Reino Unido baila su remezcla del Brimful
of Asha de Cornershop, le llega el éxito masivo
con Youve come a long way, baby, el disco de The
Rockafeller Skank, Praise You, Right
here, right now. Cook obliga a reconsiderar el papel
del DJ en la cultura pop. Madonna y otros empiezan a pedirle
ayuda. Se convierte en una star, se casa con una estrella
aun mayor que él (Zoe Ball, animadora de la BBC), replantea
su lugar en el mundo de la música (con un tirón
de orejas de los influyentes Chemical Brothers) y decide dejar
de hacer discos sintéticos. Pide ayuda a músicos
reales, rescata la voz de Jim Morrison de ultratumba y graba
Halfway between the gutter and the stars, una frase que se
le ocurre mientras se cruza con Brad Pitt y Jennifer Aniston
en el salón de un hotel cinco estrellas. Podés
sacar al chico del suburbio (gutter), pero no podés
sacarle el suburbio al chico, reflexiona. Norman, el
pibe del suburbio, se muda a una casa en la playa de Brighton,
tiene un hijo, mira por televisión los grandiosos videos
que otros filman sobre su música, produce el disco
nuevo de Blur, cocina y se dedica a leer guiones para grabar
la banda de sonido de una película de autor. Tan mal
no le va.
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