La escena sucede
en un hospital público, más precisamente en la sala de
hemoterapia. Es verano. Sobre los cientos de tubitos de ensayo con su
líquido y rojo elemento, una ventana demasiado alta aporta la
luz y una brisa mínima que no llega a mecer la cortina de lona.
En medio, un escritorio en el que se apoyan un joven tembloroso y un
profesional de guardapolvo verde. El profesional tacha casilleros en
una planilla, atento a las respuestas del muchacho. ¿Usa drogas?
mmse, ¿marihuana? see, ¿cocaína?
mhm, ¿Se inyecta? no, ¿ha tenido
relaciones sexuales en los últimos seis meses? sí
¿con una, dos, tres, cuatro, cinco personas o más? no
sé, no las cuento. Algo tiene que contestar, diga un número
aproximado, mmno sé, cinco ¿con personas del
mismo sexo? ¿con prostitutas? ¿con travestis? ¿mantuvo
o mantiene relaciones anales? ¿tiene tatuajes o piercing? De
nada valieron las quejas a media lengua del joven, eran preguntas reglamentarias
dijo el profesional, preguntas reglamentarias que completarían,
según sus palabras, un posible diagnóstico de vih o de
hepatitis. Preguntas reglamentarias que más de una vez han hecho
huir despavorido a aquel o aquella valiente que tomó la decisión
nada fácil de hacerse un análisis. Y eso que para llegar
a esas preguntas ya había pasado otra serie de obstáculos:
pedir turno con un médico para que dé la orden del análisis,
responder a la curiosidad del galeno sobre las razones que lo llevaron
a eso, levantarse a las seis de la mañana para llegar al laboratorio
antes de las 9 y recién después de todo eso sentirse un
objeto de investigación de las costumbres de la vida moderna.
No, en esas condiciones no es fácil hacerse un análisis.
Los primeros impulsos suelen morir como mariposas al final de la noche.
Por eso es una buena noticia que a alguien se le haya ocurrido facilitar
ese maldito trámite y sin costo alguno ya sabemos que con
un poco de dinero todo se consigue más cómodo y mejor.
En el Hospital Ramos Mejía, por ejemplo, uno puede darse una
vuelta por el segundo piso de clínica médica, en el extenso
horario de 8 a 20, y en esa puerta que dice servicio de inmunocomprometidos
solicitar que le hagan el análisis en ese mismo momento, además
de contestar las preguntas que uno quiera hacer sin necesidad de contestar
ninguna intimidad. Una semana más tarde el resultado estará
allí para que uno o una pueda hacerse cargo de él. Para
más datos, se puede llamar al 4931-5252. También en la
Casa de la Juventud de Flores, en Bonorino y Primera Junta, justo debajo
de la autopista, funciona un Centro de Prevención, asesoramiento
y diagnóstico en donde uno puede hacerse el análisis en
el mismo horario que en el Ramos y atendido por gente joven y dispuesta
a hacerte las cosas más fáciles. Simplificado el trámite,
sólo queda juntar coraje y poner el brazo. Ninguna cosa puede
ser peor que dejar que las decisiones las tome otro. O nadie.
marta
dillon
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