LA
MURGUERATO, ARGENURUGUAYOS
Celeste
y blanca y celeste
Cuando
me pinto la cara para subir al tablado, dibujo en un cachete
la bandera argentina y en el otro, la del protectorado de los
pueblos libres de Artigas. Si San Martín fue el padre
de la patria, Artigas fue el abuelo. Guillermo, guitarrista
y uno de los 13 integrantes de La Murguerato, una murga que
bien podría encontrar su lugar en el mundo en la isla
Martín García, el único pedazo de tierra
entre ambas orillas rioplatenses. No sabemos qué
demonio somos. Si nos definimos como murga uruguaya, quedamos
colgados porque si bien tenemos el esquema de voces abierto
en tres cuerdas y bombo, platillo y redoblante, no poseemos
el formato clásico de presentación-couplé-popurrí-retirada.
Nuestras influencias más bien pasan por Jaime Roos, Mauricio
Ubal y el rock argentino, dice.
La Murguerato ensaya habitualmente en el Parque Lezama, con
un repertorio que incluye canciones de Roos, pero que no se
remite exclusivamente a eso. Si bien hacemos muchas canciones
de Jaime, no agotamos nuestro repertorio ahí. La gente
se copa cuando hacemos La retirada de los Diablos Verdes,
una vieja composición de 1961, y Los Asaltantes
con patente. También tenemos canciones propias
como Si vos querés o La bella tierra,
que conservan nuestra esencia. La Murguerato nació
en 1999, después de una presentación de Falta
y Resto en La Trastienda. Guillermo dio con un folleto que lo
alertó acerca de clases de canto coral murguero por Alejandro
Balbis, director escénico de la murga uruguaya: Llevé
al curso a mis cuatro hermanas, una abuela y una periodista
y arrancamos. Yo era un vendedor de valijas y me identificaba
con esos hombres de corbata que quieren ser murguistas y no
van a ensayar, como uno de los personajes que describe la letra
de Que el letrista no se olvide. Era la mía.
CRISTIAN
VITALE
EL
HORREO EXISTE Y PERSEVERA
Culto
o nada
A
esta altura ya perdimos cualquier esperanza de llegar a ser
popstars, en cambio, vemos el programa de TV... Y seguimos grabando
discos y pagando la producción de nuestros bolsillos,
y bueno, quizás con el tiempo seremos artistas de culto.
O no seremos nada, y listo. El Horreo editó recientemente
un notable tercer disco, Siga siguiendo (se consigue a diez
pesos en www.dvdmovies.com.ar/horreo), que mezcla un origen
pop con una psicodelia matinal que bien podría pegotearse
con el Wild Honey Pie del Album Blanco, pero también
con la banda de sonido de un imaginario y retorcido programa
infantil. Dos discos y cuatro años atrás, Manuel
Onis, Franco Luzzi, Abeluchis Waisman y Leandro Stein vivieron
el dudoso privilegio de ser vistos como promesa.
Ahora están en paz: Nuestra prioridad es hacer
buenos discos y aprender. Está bueno, ya que no vamos
a ganar guita, hacemos lo que se nos canta las bolas hasta las
últimas consecuencias. Esa reflexión propia
del entretiempo de un partido que se va perdiendo, y la predilección
artística por lo insólito que tiene El Horreo,
suenan a un respetable (anti)manifiesto. Mientras tanto, sus
canciones viajan del cuelgue sonoro a la acidez lírica,
y generan la impresión de que el humor te tocó
el hombro, te diste vuelta para mirarlo, pero ya no está.
Para una banda independiente, aspirar a entrar a un ranking
latinoamericano de diez bandas en el que está primera
Shakira y todos los millones de Emilio Estefan... es ingenuo
dicen. Nos encantaría, pero es como imposible,
si hoy hasta Spinetta y Charly venden poco. Sacar un disco para
intentar entrar al sistema, es sentir que no existís,
cuando en realidad, dentro de otra escala, sí existís.
Por un lado, El Horreo marcó nuestras vidas. Y por otro,
hay gente que te va a ver cuando tocás, que te pregunta
cuándo sale el nuevo disco, que te lo compra, que sabe
cómo te rompés el orto a pesar de todo, que te
dice algo sobre tus canciones... Todo eso existe y hay que legitimarlo,
darle valor. Haber generado eso es muy reconfortante. Quizás
alguien algún día se dé cuenta de que existimos.
JAVIER
AGUIRRE
¡LOS
REDONDOS LLEGARON A MEDRANO!
Subte
línea B...
La foto
lo prueba: no todos los murales de las estaciones de subte tienen
motivos históricos, como dibujos de los gauchos de Güemes
o del pueblo queriendo saber de qué se trataba frente
al Cabildo. También el rock se ha ganado su lugar (en
este caso, en la estación Medrano de la línea
B). Se trata de una pintura que incluye, entre rayas y manchas
rojas, un fragmento de la letra del himno ricotero Ñam
fri frufi fali fru, con dos perlitas. La primera es que
aparece un error en uno de los versos reproducidos, ya que el
mural reza ...voy a cuidar de mi amorcito/ que mordió
el vidrio por de más otra vez/ me llamaré de sifón...,
mientras que la canción original dice ...me llaman
nene sifón.... La segunda curiosidad es que junto
a la firma, los autores Juan Pablo Renzi y Arturo Holzer agregaron
la leyenda: Realizado en 1991 durante la criminal Guerra
del Golfo. Más allá de que en este suplemento
no logramos advertir la conexión entre esos versos del
Indio Solari y los entonces bombardeos contra Irak en el nombre
de Saddam Hussein, sí resulta curioso que, diez años
después y coincidiendo con esta nota, otras bombas caen
a pasitos de aquéllas, esta vez sobre Afganistán
y con Bin Laden como archivillano invitado. Yo no los
cambio por nada, cuando empiezan a bombardear... J.A.
LA
NUEVA SENSACION DE LOS VIDEOJUEGOS
Bailemos
La gente
ya no necesita recluirse en ghettos específicos como
discotecas o clubes para bailar por no hablar de la intimidad
que brinda el siempre discreto y comprensivo espejo sino
que, de a poco, la danza aflora hacia otras áreas y es
normal ver a chicos y chicas bailando en shoppings y locales
de videojuegos. El fenómeno responde a la última
sensación del siempre en revolución mundo de los
videogames: el Dance Dance Revolution, un reciente fichín
en el que los jugadores no usan palanquitas ni botoncitos sino
que bailan de acuerdo con el ritmo y con los pasos que la máquina
les marca. Hay distintos niveles de dificultad y un menú
de unas cincuenta canciones de géneros como disco, soul,
reggae, funk, jungle, rock, hip hop y house, entre otros. El
objetivo es, claro, no errar el paso. El DDR que en su
versión Konami está en el Neverland del shopping
Abasto ya tiene varias secuelas, tanto para Playstation
como para PC, casos en los que viene con unos paneles para colocar
en el suelo, que forman la superficie sobre la que se baila.
El detalle de color lo dan los cancheros que ya se saben los
pasos de memoria y por lo tanto bailan de espaldas a la guía
que va apareciendo en la pantalla. Ahora, viendo cuán
transpirados quedan los participantes después de jugar/bailar,
el interrogante es: ¿quién te cree que estuviste
en los videos? J.A.