EXCLUSIVO:
HABLA PERRY FARRELL, EL HOMBRE QUE FUE Y VOLVIO, FUE Y VOLVIO
En
unas horas llegará a Buenos Aires quien determinó
los años 90 en sonido y actitud, que no hubieran existido
así como se dieron a conocer sin Janes Addiction y
el festival Lollapalooza. Se trata de un acontecimiento único:
luego de Kurt Cobain, seguramente es el personaje más importante
de la cultura rock de los últimos 10 años que pisa
suelo argentino. Aunque sólo sea para pasar discos, algunas
remezclas sobre canciones propias y dejar constancia de su recientemente
renovada y loca espiritualidad. ¿Cómo? Leer para creer.
POR
PABLO PLOTKIN
Después
de todo, el heroinómano que escribió las mejores aguafuertes
punks de la California mugrienta es el mismo tipo que hoy, a los
42 años, disfruta tanto del scratching como del sonido de
un shofar, lector del Antiguo Testamento y la revista MixMag. Subido
a la espuma de su maremoto creativo, de pronto Perry Farrell fundador
de Janes Addiction y guía espiritual del rock alternativo
de los 90 comete la rareza de venir a pasar discos a
Buenos Aires. Es un año extraño. Productivo y extraño,
para Farrell. Editó su primer disco solista (Song Yet to
be Sung, su aporte al Jubileo 2000 y a la cultura electrónica
global), reunió fugazmente a Janes para una gira norteamericana
y anunció el regreso del festival Lollapalooza. Algunas de
las formas desconcertantes que es capaz de asumir un artista eternamente
disconforme, caprichoso, siempre listo para aniquilar su obra y
regenerarse en el momento menos oportuno, de la manera más
inesperada.
Las verdaderas obsesiones de Farrell siguen lejos de las guitarras
eléctricas y los festivales de tatuados. Mientras del grunge
sólo sobreviven el piercing, las andanzas de Scott Weiland
y las peleas monetarias de Courtney Love y los ex Nirvana, para
muchos la resurrección de Janes huele a necesito-dinero.
Un diálogo telefónico con Perry revela que, en efecto,
su cabeza hoy está en otra parte. De la música
electrónica descubro cosas nuevas todos los días.
Creo que tiene que ver con su flexibilidad, con la cantidad de cosas
que podés hacer con ella. Hay tantos ritmos en el aire, mezclándose,
interactuando, generando una música capaz de elevar ilimitadamente
a una persona, transportarla a cualquier parte. Es la posibilidad
de tener todo el ruido del mundo adentro de una mezcladora.
Farrell habla desde Venice Beach, el balneario de Santa Mónica,
Los Angeles, que eligió para pasar este período de
renacimiento y desintoxicación: enamorado del house, inmerso
en el estudio de la Cábala (conjunto de leyendas y nociones
dominado por unos pocos sabios judíos) y alejado de las drogas
duras. Soy un tipo bastante ocupado, apunta PF, siempre
terminante, siempre amable. Me gusta poder despertarme con
el sol en alto, si debo hacerlo. También me gusta pasarla
bien. Así que me cuido. Me gusta fumar porro, tomar un buen
trago, un buen vodka con Red Bull... Con eso es suficiente para
mí. Si tomás pastillas, empezás a sentirte
como la mierda, porque no estás puro, te llenás de
polución química. No me gusta joder con fármacos,
porque te contaminan, te erosionan. Así que la paso muy bien
con un par de tragos y un poco de marihuana. No más tóxicos.
Ese es mi trato. Se le recuerda que el trato no fue siempre
tan civilizado, en especial en ciertos momentos de las dos décadas
pasadas. PF concede la razón: Hice todo, responde,
y el todo suena como si quisiera captar las posibilidades más
aberrantes de la experimentación química.
Por eso, Los Angeles contemplado por Perry desde la ventana de su
hogar actual no es el mismo que retrataba hace más de diez
años, en los tiempos en que
su banda reformuló la estética punk y renovó
la idea de que una estrella de rock desquiciada podía ser
también un artista integral. Janes era Los Angeles,
escribió recientemente Jay Babcock para LA Weekly, en una
nota de tapa con él. Sus letras eran las historias
de los pobres, los hermosos y los bohemios, la gente que pasaba
sus noches y sus días buscando drogas, surfeando en Point
Dume, de excursión por los cañones, hurtando fruta
y navajas, haciendo arte de la basura recolectada, metiéndose
en problemas con la policía, intentando comprender a su familia,
mirando televisión de día, escribiendo canciones (...).
En un tiempo en que la California conservadora intentaba cerrar
su frontera sur, en un tiempo en que el pelotudo reinante del hard
rock Axl Rose maullaba sus problemas con inmigrantes y maricas,
los Janes usaban uñas negras y ligas, se besaban sus
bocas pintadas sobre el escenario y le daban un título en
español a su álbum de ruptura (Ritual de lo habitual).
Lo dicho: Janes era Los Angeles, pese a que Perry Bernstein
nació en Queenshijo de un joyero judío del Diamond
District de Nueva York y de una madre que se suicidó cuando
él era un chico y creció en Miami antes de mudarse
al oeste, rebautizarse y torcer el rumbo del rock de fines de siglo
XX.
Pero la reunión del grupo no es un tema del que Perry tenga
ganas de hablar. Si bien quiere generar música completamente
nueva al frente de Janes, su lengua escurridiza lo lleva
a observar cuestiones más generales sobre el estado del rock.
Hoy tenía ganas de escuchar una combinación
de electrónica con rock, así que puse el casete de
una banda de unos chicos más jóvenes, a quienes no
voy a nombrar. Es una banda que intenta mezclar electrónica
con guitarras más bien grunge. Podría resultar, pero
descubrí que a estos chicos les faltaba un poco de filo rockero.
Era una cuestión de actitud. El rock, el rock grandioso,
tiene que tener virtuosismo, gente que toque instrumentos de manera
espectacular...
El camino de ripio que toma el discurso de Perry lo conduce ahora
a Sudán, adonde viajó como parte de la delegación
del Christian Solidarity International (CSI) para propiciar la liberación
de seis grupos de esclavos del condado de Aweil. Acabo de
volver de la misión de redención, cuenta Farrell,
que se paseó por entre los 2 mil esclavos liberados cantando
canciones como Happy Birthday, Jubilee (la que abre
su disco solista) y haciendo bailar a los sudaneses con la música
que brotaba de su boombox. La boombox trae una batería
electrónica, Inputs para micrófonos y guitarras, reproductor
de casete y CD, y hasta podés hacer scratch, detalla
Perry. Así que hice de todo: canté sobre bases
programadas, mezclé CDs de otra gente, y mientras tanto los
sudaneses cantaban y bailaban y tocaban su propia música,
con sus propios instrumentos. En una fiesta de redención,
la música tiene que suspenderte a la altura de las nubes.
Y luego grabé sus voces. De manera que, días después,
en mi garaje, agarré esas cintas, las monté en bases
de música electrónica sintética usando
un software con mucha batería y creé canciones
hermosas, verdaderamente hermosas. Combiné el sonido de Sudán
con el de Los Angeles. Esas son las cosas maravillosas de la música
electrónica: podés combinar elementos y rápidamente
obtener grandes resultados.
Ahora bien: ¿qué clase de set hará Farrell
mañana en Pacha? Tenés que estar atento al entorno,
a la situación, a la hora..., apunta el DJ, místico.
Es todo muy sensorial. Ser disc jockey implica un alto grado
de concentración, tener en cuenta las condiciones y las razones
del evento. Entiendo que en Buenos Aires el propósito es
celebrar. Y voy a hacer todo lo posible para que resulte de la manera
más placentera y memorable. Así es que Farrell
intenta poner en escena el espíritu celebratorio de Song
Yet to be Sung, ese manifiesto electrónico de caridad, ambientado
en una especie de desierto idílico, bíblico, para
todos los bailarines del mundo. Voy a estar tocando algunas
remezclas del disco, adelanta. También habrá
mucho progressive, tech house y cosas así. Estoy experimentando
mucho. Me encanta el vinilo, pero también voy a llevar CDs,
porque hay muchas cosas que fui grabando yo mismo y las quiero mezclar.
Es mucho más fácil cargar CDs; los podés grabar
en cualquier momento y ocupan poco espacio.
Las primeras aproximaciones intensas de PF al mundo oriental ocurrieron
en tiempos de Porno for Pyros, cuando sus viajes por Bali, Fiji
y Tahití y una estadía larga en Sumatra inspiraron
parte del sonido y la lírica de Good Gods Urge, segundo
e injustamente menospreciado disco de la banda. De todas maneras,
su posición frente al bombardeo del gobierno de George W.
Bush sobre Afganistán es bastante occidentalista. No
iría tan lejos de decir que mi país está haciendo
lo exactamente correcto, ni que el problema está en manos
de la gente correcta, pero puedo decirte una cosa: yo sé
cómo se vive en esa clase de países, porque estuve
ahí, y te aseguro que no te gustaría vivir en una
tierra en que te sacan a la fuerza de tu casa para convertirte en
esclavo. El gobierno de Sudán y el afgano están bancados
por la misma gente. Esos tipos... Estuve en su tierra, y me gusta
más la mía, dice Farrell, con pragmatismo casi
republicano. Sé que no es perfecto, pero la verdad
es que he salido bastante y todavía no encontré el
lugar perfecto. Conozco las razones por las que esta gente hace
las cosas que hace, y no se trata solamente de Dios. Decime quién
hace qué y te diré dónde tiene invertido su
dinero. Pero no soy un político, no puedo penetrar en el
pensamiento de estos tipos. Me resultaría extenuante, me
llevaría demasiados minutos. Demasiados minutos que prefiero
emplear en hacer música.
Los
años filosos
-
Janes Addiction se formó en 1986 sobre la base
de Psi Com, la primera banda de Farrell. Aunque la leyenda
dice que Perry conoció al bajista Eric Avery a través
de una prostituta adicta llamada Jane, la realidad es que
los presentó Carla Bozulich, luego cantante de Geraldine
Fibbers (que, en efecto, había sido prostituta y adicta).
Ese año también se integró el guitarrista
Dave Navarro.
-
El epónimo debut de Janes fue grabado en vivo
en The Roxy (Los Angeles, 1987). Un año después
publicaron Nothings shocking. Como MTV se negó
a pasar el clip de Mountain song, lanzaron un
video que además contiene una escena en la que Perry
y su novia hacen aerobics para yonquis. La censura
siguió con Ritual de lo habitual (1990), en cuya tapa
se ve una escultura de Farrell que representa un ménage
à trois entre él, una ex novia y la de ese entonces.
-
Versiones sobre el origen del término Lollapalooza,
nombre del festival itinerante con que Farrell detonó
la explosión del rock alternativo: a) modismo empleado
por los soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra
Mundial; b) chupetín gigante; c) algo excepcional;
d) un episodio de Los tres chiflados. Quién
sabe. Lo cierto es que ese primer Lolla fue visto por 430
mil personas y recaudó 10 millones de dólares.
-
Con Nirvana en el vórtice del tornado alternativo,
Janes dijo chau: después de Lollapalooza, hartos
el uno del otro, se desarmaron. En ese 1991, Farrell fue elegido
artista del año por la revista Spin y salió
a negar que estuviera infectado de HIV. Fue arrestado y condenado
por posesión de drogas en Santa Mónica, California.
-
Porno for Pyros, la nueva banda de Farrell (con el baterista
de Janes, Stephen Perkins), debutó en el segundo
escenario del Lollapalooza 92. Ese año salió
el decepcionante debut del grupo y la película The
Gift, con escenas de necrofilia y drogas, muchas drogas.
-
En 1996, desencantado con el rumbo que había tomado
Lollapalooza (con Metallica al frente del cartel), Perry organizó
ENIT, una experiencia multimedia, musical, sensorial
y comunitaria. Ese mismo año, Porno for Pyros
lanzó el precioso Good Gods Urge.
-
Un año después, Navarro y Flea (en ese entonces,
dos Chili Peppers) participaron de Headcharger,
de Porno for Pyros. Rearmaron Janes, con Flea en lugar
de Avery, salieron de gira y editaron Kettle Whistle. La experiencia
duró sólo un año. En el 98, Farrell
desarmó PFP y vio nacer a su hijo, Yobel Ari. Entretanto,
Farrell se alineaba en la lucha de Jubilee 2000, la agrupación
que propuso la condonación de la deuda externa de los
países más pobres del mundo. Esa demanda atraviesa
el concepto de su primer disco solista Song yet to be
sung y sus viajes planetarios bajo el seudónimo
de DJ Peretz.
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EL
LO VIO PRIMERO
Arqueólogo futurista
Perry Farrell no
sólo fue el primer gran hombre de la avanzada eléctrica
alternativa, esa que a principios de los 90 derrocó
la autarquía de un pop que empezaba a languidecer bajo
el peso de sus impasibles frivolidades. Janes Addiction
inventó una estética personal, poderosamente
artística y callejera; y Farrell fue, sin dudas, el
espíritu renacentista al frente del proyecto. El escultor
orgiástico, el performer suicida, el gran cantante,
el autor de algunos de los versos más vivaces sobre
una Los Angeles de putas, asaltos y jeringas. Todo montado
en crudas orquestaciones de punk, surf rock, funk, folk y
psicodelia. Cuando le llegó la fama, en lugar de convertirse
en una estrafalaria estrella de rock con aires de ostra, Perry
se hizo cargo de su rol generacional y activó Lollapalooza,
el marco estético del otoño grunge. Supo correrse
a tiempo, cuando el festival no era más que un condensador
de sponsors y directivas de tendencias mercantilistas. Entonces
Farrell, gurú new age pasado por heroína, especie
de arqueólogo futurista, organizó el fugaz ENIT
y empezó a definir su esqueleto de musicalizador electrónico,
guía espiritual y sobreviviente a todos los excesos.
Bienvenido a Buenos Aires.
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