LA
NUEVA GRAN COSA DE LA ELECTRONICA MUNDIAL
El
show del sábado pasado en Museum se pareció a un pequeño acontecimiento
para la escena local: en vivo se vio qué es eso de combinar el folklore
norteño mexicano y la tecnología house. Un sonido original y cautivante,
a punto de explotar a escala global, definitorio de una ciudad-emblema
del choque de culturas entre dos mundos.
POR
ESTEBAN PINTOS
Un
sonido como éste sólo pudo ser soñado y concebido
en un lugar como Tijuana (revista Wire, setiembre 2001).
Welcome
to Nortec. La música del futuro, aquí y ahora: un
revoltijo sonoro que incluye el sabor de maracas, tubas y timbaletas
latinas percutiendo sobre irresistibles ritmos house que vienen
del otro lado de la frontera, la exacta línea que divide
al primer mundo del tercero. Una marea musical que va y viene entre
el folklore de los estados más narcotraficanizados de México
y la tecnología provista por un pequeño escuadrón
de laptops manipuladas por nativos de la ciudad, dj y programadores
que van a camino a convertirse en superestrellas electrónicas
de la nueva década. Fussible, Bostich, Panóptica y
Monithor (Pepe, Ramón, Roberto y Jorge, en orden de aparición
y protagonismo) son ex militantes del gusto mexicano por el sonido
tecno alemán, convertidos al gusto popular de la zona y de
ahí disparados al primer-primer escenario de la ola electrónica.
El sábado, frente a no más de 300 personas, Nortec
desembarcó en Argentina primera aparición en
Sudamérica, en verdad y dejó en claro que lo
escuchado y bailado en el Museum de San Telmo es el futuro. Vimos
el futuro. Y funciona.
Mucha gente no nos conocía. Nos pusieron a abrir la
noche, a las 11 de la noche, y habría unas cinco personas.
En el sound check tocamos puros sonidos ambientales, sin ritmo,
pero la gente fue llegando... A la hora que comenzamos en serio,
el lugar se llenó y el artista que nos seguía, nos
cedió una hora más para que siguiéramos tocando.
Fue muy importante para nosotros, recuerda Ramón Amezcua
(Bostich), 38 años, de profesión ortodoncista y fundador
del colectivo que asombra en el primer mundo electrónico.
Ramón refiere a la noche en que Nortec eclipsó nada
menos que a Roni Size, Jazzanova y otros ilustres del género,
todos juntos en una de las noches centrales del Winter Music Conference,
la mayor convocatoria de música electrónica que se
realiza cada año alrededor de marzo en Miami. Esa noche templada
del sur de la península de la Florida, en el Club Space del
downtown Miami, Nortec se hizo notar. Después, como en una
sucesión de triunfos, tocaron en el Sónar de Barcelona
y el festival Coachella, en el desierto de California. En el medio,
no han dejado de presentarse en todos sus formatos por toda la geografía
de los Estados Unidos, compartiendo escena con pesos pesados y asombrando
críticos de aquí y allá. Escribió Neil
Strauss en The New York Times sobre el fenómeno
Nortec, un colectivo artístico que no sólo tiene música
y que incluye el trabajo de diseñadores gráficos,
de moda, escritores, escultores y videastas. Este es uno del
creciente número de géneros electrónicos dance
que emergen alrededor del mundo, al tiempo en que las máquinas
de ritmo y el software musical se volvió accesible y manipulable.
Nortec esparció su novedad musical gracias a la edición
mundial de The Tijuana Sessions Vol. 1, un cd apadrinado por el
joven sello Palm Pictures, propiedad de Chris Blackwell (fundador,
a su vez, de Island Records, la histórica compañía
de Bob Marley, Tom Waits y U2 entre otros). Allí aparecen
los tracks originales que dieron lugar a la invención del
subgénero, los firmados por Bostich y Fussible el otro
gran nombre de la avanzada, representado en Pepe Mogt, de profesión
ingeniero químico, y acompañado por Roberto Mendoza,
más piezas originales de Terrestre, Plankton Man, Clorofila,
Panóptica e Hiperboreal. Un conjunto de nombres extraños
detrás de una música que envuelve, libera, contrae
y exhala, ritmos que parecen emerger del choque de culturas del
cual Tijuana es centro de gravedad. Nortec es el soundtrack
de Tijuana. Tijuana es la esquina entre América latina y
Estados Unidos, entre tercer y primer mundo. Es una ciudad muy especial,
un lugar en donde la mayoría de la gente no nació
ahí. Gente de 30 años o menos que llegaron de otros
estados del país, entonces no hay una identidad cultural.
Vienen a Tijuana, mejor dicho pasan por Tijuana, para cruzar la
frontera y conseguir trabajo enEstados Unidos. Cuando esa gente
no logra cruzar la frontera, se queda a vivir por ahí y trasladan
sus costumbres. De hecho, la música sinaolense es de otro
estado, Sinaloa, inicia su explicación el artista conocido
como Bostich. Y sigue: Sobre esos sonidos tradicionales, se
mezcla también la electrónica, que llega con los turistas
que van a los clubes y discos de la ciudad. Escuchas todos esos
sonidos y ahí se forma el soundtrack. La ciudad depende del
turismo y de las fábricas que ensamblan televisores y equipos
de audio para venderlos en Estados Unidos (además, los aparatos
electrónicos desechados en Estados Unidos, luego se venden
en Tijuana). De una u otra manera, nuestra gente está relacionada
con la tecnología.
La estética Nortec cobra forma en tal extraño paisaje.
La gente que llega a la ciudad y no tiene dónde vivir,
se instala en unos terrenos que se llaman invasiones (algo así
como los asentamientos del Gran Buenos Aires). Las paredes
de las casas están hechas con puertas de garajes y cuando
no te lo imaginas, al tiempo, esas paredes ya están emplastadas
con cemento, luego tiene concreto y ladrillos, y más tarde
ya tienen una antena parabólica. Ese tipo de arquitectura
tijuanense es modular y define a Tijuana, define al sonido Nortec.
Como rezaba el manifiesto Manguebit del Nordeste de Brasil, las
antenas parabólicas crecen sobre el barro de la pobreza.
De todo eso, surge algo nuevo. Pero ahí más. Cuenta
Bostich que la narcocultura de la zona también tiene que
ver. Es un fenómeno fronterizo, la gente se identifica
con los narcos y muchos son ídolos populares. A lo largo
de todo el camino desde la frontera podés leer carteles con
la leyenda SE BUSCA y ves las caras de los narcotraficantes,
con recompensas de millones de dólares. Es como el Viejo
Oeste. La identificación con esta cultura se refleja después
en la vestimenta: camisas colorinches de Versace y botas tejanas.
Otros se visten de judiciales, los policías antinarcóticos
de la zona. Todo eso también es Nortec.
El génesis de Nortec como entidad musical tiene una historia
por contarse. Dice Bostich: Queríamos hacer música
electrónica a partir de un sonido que puede sonar ridículo,
la música tradicional del Norte, la banda sinoalense y norteña.
Muchos teníamos prejuicios contra el género, porque
es una música que habla de los narcos y la violencia. Yo
crecí escuchándola sin gustarme, pero luego terminó
por gustarme la idea de experimentar con esos sonidos y darles una
nueva estética. Ver una banda sinoalense manipulada a través
de una computadora o de sintetizadores, nadie se lo podía
imaginar. Tal vez en el mambo o la salsa, que son cadenciosos y
sabrosos de por sí, se podía entender. Pero no con
esta música. Cuando empezamos, nosotros estábamos
muy excitados y tratamos de compartir esos sonidos con otros músicos
electrónicos de México. Pues, a mucha gente no le
llamó la atención la idea, nos decían que estábamos
locos y se reían ¿Cómo iba a funcionar
esa música con la electrónica?, nos decían.
En nuestra primera presentación con este formato, en Tijuana,
muchos esperaban a Bostich tocando el drumnbass y house
que ya conocían. Se sorprendieron al escuchar sonidos de
tubas, tarolas, y fue un shock. La gente no sabía cómo
bailar, aunque no sabían cómo moverse, unos bailaban
quebradita cómo se baila la banda sinoalense,
otros tipo cumbia. No sabían cómo reaccionar, pero
les gustó.
TIJUANA,
VISTA POR LOS OJOS DEL NO
Todo
es posible
En Tijuana
no hubo aztecas. O al menos eso puede escucharse al paso,
como queriendo justificar el destino que le tocó en
suerte a esta ciudad, la primera estación latina viniendo
desde el Norte de la América rica. Acá
no hay historia, no hay paisaje, lo único que hay es
la calle, completa José mientras intenta convencer
a unos gringos léase estadounidenses de veintipico
en plan de reviente para que se decidan a entrar al
Bambi Club, uno de los tantos cabarets que visten la célebre
y celebrada Avenida Revolución.
Al noroeste de México y a sólo media hora de
los Estados Unidos (de la dorada y californiana San Diego),
Tijuana se ocupa de recordar al más desprevenido de
que ya no estamos en tierra del Tío Sam.
(...) En la calle ahora suena Erasure y queda claro que en
TJ así bautizada por los gringos, otra vez
la vida tiene banda de sonido. Se suceden los puestos de venta
ambulante con flores artificiales, cigarrillos, bijouterie
y, como no podía faltar, uno de los clásicos
de la ciudad: los burritos. Se trata al menos de una docena
de animales distribuidos en varias esquinas céntricas.
Allí los turistas pueden llevarse un recuerdo fotográfico,
subidos a los carros tirados por esos mismos burritos, que
lucen rayas pintadas a modo de cebra. Un detalle que los hace
muy vistosos y que permite pensar en alguna cruza exótica.
Pero la realidad siempre suele ser mucho más modesta
y Emilio se encarga de que eso ocurra: Esto viene de
más de 50 años atrás, cuando las fotografías
eran en blanco y negro. El burro salía mal en las fotos,
quedaba como una mancha blanca, y entonces empezaron a pintarlo.
Y se hizo costumbre: ahora la gente espera verlos pintados.
Párrafos de una nota publicada el jueves 13 de julio
de 2000, en este suplemento, justamente sobre las particulares
características de la ciudad madre del Norte.
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