Mar 14.01.2003

PLáSTICA  › GRAN EXPOSICION DE ABSTRACTOS ARGENTINOS EN ITALIA

Formas y fórmulas de la utopía

La porteña Fundación Proa organizó una excelente muestra de los pioneros de la abstracción argentina y rioplatense en la ciudad italiana de Bergamo. En primavera podrá verse aquí.

Por Adriana Lauria *

El 18 de diciembre pasado se inauguró en la Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea de Bergamo (GAMeC), Italia, la muestra Arte abstracto argentino, organizada por la Fundación Proa. Curada por Marcelo Pacheco, contó además con la colaboración de otros experimentados profesionales del medio local. Patricia Artundo estuvo a cargo de la investigación documental, Luis Priamo de la fotográfica, Florencia Battiti y Cristina Rossi de la cronología general de arte argentino y de las biografías y a quien escribe estas líneas se confió el ensayo que prologa el catálogo.
La muestra se compone de más de 120 obras entre pinturas, esculturas, objetos y dibujos, e involucra decenas de documentos que incluyen revistas, catálogos, libros, invitaciones, panfletos y fotografías, que dan testimonio del ambiente cultural en el que se desarrolló la abstracción argentina, abarcando un amplio panorama, que cubre desde las primeras décadas del siglo XX hasta los años ‘50.
Como curador invitado se contó con la colaboración del reconocido crítico italiano Enrico Crispolti, quien seleccionó la obra de Lucio Fontana y escribió el texto que especialmente se le dedica. Las obras de este artista fueron provistas por la Fundación Fontana, cuya sede se encuentra en Milán, por la Galleria Civica d’Arte Moderna e Contemporanea de Turín (GAM) y por particulares italianos.
También se publicó en el catálogo una extensa entrevista a Tomás Maldonado, realizada por el actual director de la GAMeC, Giacinto Di Pietrantonio, en la cual el artista y teórico argentino reflexiona, desde la perspectiva de su prolongada estadía europea, sobre los orígenes y consecuencias del movimiento concreto, que lo tuvo como uno de sus principales protagonistas.
La presencia de los pioneros de la abstracción argentina –Emilio Pettoruti, Xul Solar, Antonio Sibellino, Pablo Curatella Manes, Juan Del Prete y Yente–, fue posible por el aporte del Museo Xul Solar, la Fundación Pettoruti, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y de importantes colecciones privadas argentinas. Pinturas de Joaquín Torres García y algunos de sus discípulos uruguayos, que completan el contexto en el que se estableció el constructivismo rioplatense –uno de los movimientos de vanguardia más importantes de Latinoamérica–, fueron cedidas en préstamo por algunas de las instituciones mencionadas, coleccionistas privados de Uruguay, Suiza y Estados Unidos. Es este aspecto, también se contó con la contribución de la Colección Cisneros de Caracas, que además facilitó excelentes piezas de los concretos argentinos.
La muestra permanecerá abierta en Bergamo hasta marzo, y si no media algún otro destino internacional, lo cual sería deseable para el mejor aprovechamiento de semejante esfuerzo de producción y una mayor difusión del arte argentino, pronto se abriría en Buenos Aires en la sede de la Fundación Proa.
Emilio Pettoruti introdujo la abstracción en la Argentina en su resonada exposición de la Galería Witcomb en 1924, donde presentó junto a obras cubistas, dibujos y pinturas abstractas realizados bajo la influencia del futurismo.
En la década del 30, Joaquín Torres García elaboró en Uruguay el Universalismo Constructivo, movimiento que propuso una fórmula de síntesis entre la abstracción geométrica –abrevada en el esencialismo espiritual de Mondrian– y las tradiciones provenientes tanto de la clásica sección áurea como del arte precolombino. La acción aislada e incomprendida de Juan Del Prete, que había participado del grupo Abstraction Creation en París, materializó la primera muestra íntegramente abstracta realizada en Buenos Aires en 1933.
El atractivo ejercido por una propuesta decididamente de vanguardia tuvo que ver con una predisposición individual de algunos artistas a la experimentación y al riesgo, incluso con vistas a lograr una expresión estética original que amalgamara el arte nacional con las tendencias más avanzadas de la época. Además se relacionó con la voluntad de alcanzar el conocimiento necesario para forjar un arte que se ligara, e incluso impulsara de una manera simbólica, el proyecto a medias vislumbrado, reiteradamente prometido, pero siempre postergado, de concretar la modernización de la Argentina. Modernización que idealmente significaba progreso y desarrollo, bonanza económica y democratización política, paz y equidad social y, sobre todo, un lugar para el país en el concierto de las naciones “civilizadas”.
A medidos de los años cuarenta estos ideales encarnaron en el desarrollo del arte concreto, cuyas bases se formularon en el único número de Arturo, revista de artes abstractas, aparecida en Buenos Aires, en el verano de 1944.
La expresión “arte concreto” nació en Europa. En 1930 el artista holandés Theo van Doesburg publicó en París, en el único número de la revista Art Concret, un manifiesto de seis puntos que proclamó sus bases teóricas: arte calculado, lógico, que estipula la concepción de la obra “en la mente antes de su ejecución”.
Para la misma época el artista alsaciano Hans Arp se refirió a su trabajo, señalando que “una pintura o una escultura no modelada sobre ningún objeto real es por completo tan concreta o sensual como una hoja o una piedra”.
El arte concreto se basa en el empleo de formas geométricas y en el análisis de los elementos plásticos, desarrollando un sistema objetivo de composición. Las obras se crean sobre los fundamentos de las leyes perceptuales y la organización racional de sus partes. Por estos medios se convierten en entidades en sí mismas (concretas) y no actúan como representación de otros objetos. Se opone a las ficciones oníricas creadas por el surrealismo o a las emotivas del expresionismo, y radicaliza su carácter autorreflexivo, camino emprendido por la modernidad estética en la segunda mitad del siglo XIX.
Esta actitud y los elementos puestos en juego relacionan a este movimiento con el diseño, la arquitectura, la máquina y la invención, construyendo una estética que se articula en forma coherente con los descubrimientos científicos y técnicos del momento. De esta manera el arte responde a los requerimientos de un mundo nuevo e intenta propiciar un entorno adecuado para el surgimiento de una organización social armónica.
Paralelamente al lanzamiento de Arturo en 1944, el suizo Max Bill –ex alumno de la Bauhaus– organizó en Basilea una importante exposición internacional de arte concreto. Su influencia llegaría años más tarde a la Argentina por medio de Tomás Maldonado y la Asociación Arte ConcretoInvención.
El núcleo editor de la revista, integrado por los uruguayos Carmelo Arden Quin y Rhod Rothfuss y por los argentinos Edgard Bayley, Tomás Maldonado, Lidy Prati y Gyula Kosice, mostró desde el inicio su espíritu combativo, adhiriendo a la abstracción como única manifestación artística no alienante, ya que limitaba su trabajo a los mecanismos del lenguaje formal, negándose a construir con él cualquier clase de ficción. La adhesión a las ideas marxistas expresadas en varios artículos se contraponía a una Argentina donde el filofascismo, sostenido durante la guerra, se prolongaba en ciertos aspectos del régimen peronista, entonces en ascenso. La publicación contenía entre sus artículos algunos conceptos claves: el de “invención” –distinto del concepto romántico de inspiración creativa-, y el de “marco recortado”, desarrollado por Rothfuss, quien señalaba la ventaja de hacer jugar un papel activo al marco de encierro de acuerdo con las fuerzas formales que se desarrollaran en la obra. Este debía adquirir variadas e irregulares configuraciones, dejando de lado los formatos cuadrangulares que evocaban el “cuadro ventana” y el consecuente resabio representativo.
Los integrantes de Arturo pronto se separaron y entre 1945 y 1946 conformaron la Asociación Arte Concreto-Invención y el Movimiento Madí. En 1947 Raúl Lozza se desprendió de la Asociación y fundó el Perceptismo.
Diferencias teóricas, de procedimientos y también rivalidades personales provocaron estas rupturas. Sin embargo, todos mantuvieron en común la utopía que sostenía un proyecto de país que parecía viable, por la que estos artistas creían poder desafiar el atraso, el aislamiento y la desventaja geopolítica, con imaginación y trabajo, con conocimiento y creatividad. Los movía la fe en las propias fuerzas para contribuir, a través de la acción del arte, al cambio de las estructuras tanto productivas como sociales. El estado de permanente debate, sosteniendo ideas, tratando de compartirlas y hasta de imponerlas, se fundaba en la convicción de que ninguna acción positiva podía ser llevada a cabo sin la concurrencia de fuerzas y voluntades comunitarias, aunque éstas fueran, como en cualquier tarea precursora, iniciativa de unos pocos. La ideología sostenía una estética que proponía una acción ética, y aunque a veces los resultados se vieran contradichos por el decurso inevitable de la falibilidad humana, valdría la pena rescatar, particularmente en la actualidad de la Argentina, algo, lo más posible, de aquel espíritu de las vanguardias.

* Investigadora, docente de la UBA y crítica de arte. Autora del texto principal del catálogo de la muestra que se presenta en Bergamo.

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