PLáSTICA
› GUMIER MAIER, VECINO-PEREIRA EN EL MALBA
Contemporáneos y modernos
La tercera muestra que el Malba dedica a nuevos curadores y artistaspresenta a un pintor y un escultor cuyas obras, más allá de los propios valores, actúa por oposición y contraste con las dos anteriores.
› Por Fabián Lebenglik
La tercera muestra del Malba dedicada a nuevos curadores y artistas –”Contemporáneo 3”– marcó un notorio contraste en relación con las dos anteriores (Tamara Stuby y Esteban Alvarez, convocados por Andrés Duprat en la primera; Doma, Mumi y Ueno, seleccionados por Rafael Cippolini en la segunda).
Con este gesto de oposición y contraste, Gumier Maier –curador invitado en esta oportunidad– decidió marcar un corte y lanzarse contra las obras que se expanden de manera invasiva, saliéndose del marco y ocupando espacios “inesperados”. Hay un fuerte contraste en relación con el instalacionismo, la fotografía y los objetos –sobre todo los cotidianos y “proliferantes”– que se desplegaban en las dos exposiciones anteriores.
Gumier propone introducir un giro hacia las fuentes a través de las pinturas al óleo de Nahuel Vecino y las esculturas de grandes volúmenes de Sandro Pereira.
Si bien se trata de un gesto reactivo, no es reaccionario ni nostálgico, dada la naturaleza crítica de las obras elegidas y la colocación de sus autores en el panorama artístico local. Sí puede pensarse, en cambio, en obras que buscan recuperar cierto carácter expresivo: allí, en todo caso, estaría el componente discretamente passé del envío. Por otra parte, se trata de óleos y esculturas que muestran una relación ambigua con la ironía, porque si bien suponen distancia y autorreferencialidad, implican también un alto grado de artesanía y recuperación, tanto del oficio como de la relación con lo manual, así como un impulso ingenuo. El arte conceptual, en las obras de Pereira y Vecino, forma parte del horizonte cultural pero no constituye un dato saliente.
Al mismo tiempo, el ámbito en el que se exhiben fue acondicionado en sentido museístico: con tabiques que proponen un espacio intimista, al modo de una galería, o como reproducción, a escala menor, de la estructura de circulación que el propio Malba propone en sus plantas superiores para la exhibición de las muestras “mayores”. En este punto se cuela la hipótesis consagratoria: la ambición de intercambio de los jóvenes de la planta baja con las “obras maestras” de los pisos superiores. En relación con el contraste respecto de las muestras “Contemporáneo 1” y “2”, otro de los elementos intimistas y opuestos al despliegue es la discreción. En aquellas exhibiciones la proliferación –de botellas de agua o de señales de tránsito, por ejemplo– marcaba un principio constructivo, casi un componente retórico. Ahora, en cambio, hay una economía del espacio y un pudor que no suenan a impostura sino más bien a una adecuación del contexto al lenguaje de los artistas elegidos.
El Malba, desde la planta baja, sugiere un ambiente tecnológico que tanto lo emparienta con otros espacios de exhibición contemporáneos, como con lobbies de aeropuertos. Y en este sentido el montaje elige lo íntimo antes que lo intimidatorio.
La muestra se abre y se cierra con las esculturas del tucumano Sandro Pereira (1974). Se trata de sólo dos grandes esculturas, “El novio” y “Salvavidas”, que ofician de marco a una serie de óleos medianos y pequeños, de Nahuel Vecino (Buenos Aires, 1977).
Sandro Pereira cursa Artes Plásticas en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Desde hace seis años participa en exposiciones colectivas en Tucumán, Rosario y Madrid. Hace tres años instaló su escultura “Homenaje al sánguche de milanesa” –un autorretrato de grandes dimensiones que parodia la estatuaria patriótica– en el Parque 9 de julio de su ciudad, en el mismo sector donde están emplazadas las toscas estatuas que homenajean a los próceres.
Aquella escultura, luego exhibida en Arte BA, le trajo al artista una rápida y módica fama contra la que el artista viene luchando con lucidez. En 2001, Pereira colocó en el lago del mismo parque, el “Salvavidas” que está hoy exhibido en el Malba. Se trata de un gran pato amarillo, que como un bote a la deriva, lleva a bordo un pasajero –nuevamente un autorretrato–. El pato sugiere una tierna y casi cómica inocencia. Pero cuando se toma contacto cercano, la imagen del sobreviviente que lleva a bordo resulta dramática.
Lo más revelador de aquella experiencia de arte público, el artista la llevó a cabo el 28 de diciembre de 2001. No sólo el día de los inocentes, sino un día de los inocentes a ocho días de la caída del gobierno y la movilización popular. Ese personaje salvado y a la deriva resulta trágico y conmovedor en el marco apacible del lago y el parque.
Toda esa experiencia está registrada en un video documental de una hora (realizado por Giselle Bliman), que también forma parte de la muestra del Malba.
En 2001 Pereira –fundador de “El ingenio”, un grupo autogestionado de artistas tucumanos– presentó en Buenos Aires la exposición “Muchachito de pueblo” (Espacio Duplus).
La escultura que abre la muestra es “El novio”, un autorretrato en tamaño natural que muestra a un hombre desnudo, quien púdicamente cubre sus partes. La figura lleva pintado el atuendo de casamiento, pero al mismo tiempo exhibe su desnudez, salpicada con granos de arroz. Como la obra funciona a manera de introducción, su pudor revela el clima general de la exposición.
Nahuel Vecino formó parte, entre 1993 y 2000, del grupo musical “Atirador láser”. A partir de 2001 comenzó a exponer en Belleza y Felicidad. El año pasado participó de “Arte en La Cumbre” (Córdoba) y presentó una muestra individual en la galería del Centro Cultural Rojas.
La serie de cuadros de Vecino remite a ciertos cánones de la historia de la pintura: “En primer término –escribe Gumier– la pintura pompeyana y luego el Carracci; después le siguen Watteau, Fragonard y los cartones para tapices de Goya. En su taller tiene algunos tesoros: un libro alemán que logró fotografiar en la biblioteca del Museo de Bellas Artes, con dibujos de ornatos del rococó, una pequeña plaqueta de relieves hinduistas –en una edición en grafía extraña, probablemente coreana– donde se ven figuras rotundas, robustas y sensuales, policromadas con los verdes y rojos de su devoción. Ese pardo barroso, húmedo, de la cuenca del Río de la Plata y de su escuela pictórica”.
Los paisajes y personajes de Vecino evocan, en un tono bucólico que va de la idealización a la crítica, a los suburbios y la marginalidad.
Los ojos sorprendidos e ingenuos de sus personajes, según explica el curador, “primero los advirtió en Babilonia y Creta, luego en Pompeya y más tarde en Spilimbergo y Berni”. (Figueroa Alcorta 3415, hasta el 7/4.)