Mar 09.09.2003

PLáSTICA  › EL CUBANO JOSE BEDIA EN EL CENTRO RECOLETA

Los territorios primarios

Es uno de los artistas de la diáspora cubana que goza de mayor reconocimiento internacional. Algunos ejes de su obra son las culturas primarias, el exilio y la patria como idea.

› Por Fabián Lebenglik

En el ensayo de presentación de la muestra de José Bedia (La Habana, 1959), el crítico Kevin Power escribe que el artista “nos muestra que no hay lenguajes primitivos, sino que todos son inevitablemente herramientas muy sofisticadas, lo cual ya es de por sí un axioma de la lingüística contemporánea a la hora de estudiar las lenguas más remotas del mundo. No hay lenguas a medio formar ni subdesarrolladas. En todas partes se ha dado un desarrollo que ha producido estructuras de gran complejidad. Esto también es así en los sistemas de rituales, de los que el arte y la poesía forman en buena medida parte...”.
José Bedia integra la generación de artistas cubanos que se fue de Cuba luego de la fuerte crisis económica y social padecida por la isla a mediados de los ochenta y, especialmente, después de la caída del Muro de Berlín. Entre fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, gran número de artistas cubanos partieron hacia México o Estados Unidos (Miami). Bedia emigró a México en 1991 y dos años después se instaló en Miami, donde vive y trabaja.
Se formó en la Escuela de Arte San Alejandro y en el Instituto Superior de Arte de La Habana. Hizo una importante carrera artística en Cuba –donde exhibió regularmente desde fines de la década del setenta– y como docente en el instituto donde se graduó.
Desde mediados de los ochenta, cuando consolida la estética que, con notorias diferencias, aún hoy practica, comienza su etapa internacional.
Realizó exposiciones en México, Nueva York, Bogotá, San Diego, Filipinas, Florida, Dublín, Buenos Aires, Oaxaca, París y Barcelona.
Ganó los premios de la Fundación Joan Miró (1982); la Segunda Bienal de La Habana (1986), la beca Guggenheim (1994) y la beca Oscar Cintas Foundation (1997).
Presentó muestras individuales en importantes galerías de Canadá, México, Estados Unidos, Colombia y Brasil.
De paso por Buenos Aires para presentar su segunda muestra en esta ciudad (la primera fue hace casi siete años), el artista dialogó con Página/12 acerca de las fuentes culturales de su obra y de la cuestión del exilio.
“La relación de mi obra con las culturas primitivas es obvia –explica Bedia–. Yo prefiero hablar de culturas primarias, porque muchas veces el concepto de ‘primitivo’ implica un aspecto peyorativo. Para mí no son primitivas en ningún sentido sino, más bien, tremendamente desarrolladas. Son mi principal influencia y siempre las he usado en mi trabajo, desde la perspectiva de culturas primarias, tribales o tradicionales, incluso como folklóricas de distintos lugares.” Así, la obra de Bedia revela elementos afrocubanos, macumba, umbanda, candomblé, de la santería cubana, palo monte y vudú, así como de culturas amerindias y australianas.
En relación con los artistas de la diáspora cubana, Bedia cuenta que “haber trabajado como artista en Cuba o hacerlo en Miami, por supuesto que es muy diferente. Para mí fue muy difícil comenzar a trabajar fuera de mi país, porque siento que trabajo desde y para mi cultura, que es cubana; aunque no me encuentre trabajando en Cuba. Esto es muy natural, no sólo en mi caso, sino en el de muchos otros artistas..., porque se suele decir, desde otros puntos de vista, que si uno se fue ya no es cubano o es otra cosa. Yo sigo trabajando desde mi cultura, incluso tomando textos y elementos que son propios de mi país. Por supuesto que, cuando uno sale, se deben tener en cuenta una serie de consideraciones nuevas. Por ejemplo: yo perdí un público que tenía en Cuba. Toda mi generación tenía un público y debemos recuperarlo en otro lado. En mi caso... en los Estados Unidos, que tiene otra lengua, otra cultura y otro tipo de consideraciones. Justamente ésta es la búsqueda en que estamos ahora todos nosotros, losartistas de ese momento que estamos buscando a nuestro público ideal. Buscamos que la gente entienda cuáles son nuestros intereses y dinámica. Queremos enseñarle a la gente nuestros gustos y nuestras ideas. Para mí fue crucial la salida en cuanto a la incorporación de otro tema, más allá de la valoración y recreación de estas culturas primarias. Al irme de Cuba incorporé la idea del exilio, la idea de la toma de distancia con el país de origen y la idea de tener que acarrear la cultura de uno hacia otros lugares... como una especie de bagaje. Te sientes como un nómade de la cultura... Como nunca antes había pensado en que me iría de mi país, este tema surgió como completamente nuevo, que apareció por sí mismo. Comencé a sentirme también como vector conductor de experiencias similares en otra gente. Me encontré con otros que se habían ido de Cuba y vivían el drama del exilio y la distancia.”
En este punto, telas como Estupor del cubanito en territorio ajeno funcionan casi como un cuadro de situación, donde el personaje simbólico carga con un bagaje que el artista evoca como una combinación entre valija y casa portátil.
Durante los años noventa se popularizó la categoría teórica de “artista nómade” para explicar la posición estética y política alrededor de la crisis de los nacionalismos, las fronteras y la localización de los conflictos entre países, nacionalidades y etnias que eran (y son) alentados por poderosos intereses económicos. En esa lógica demencial, el pintor José Bedia se vio obligado a participar en la guerra civil de Angola, en la que inexplicablemente Cuba tuvo activa participación (“Angola fue el Vietnam de Cuba”, dice Bedia), enviando miles y miles de soldados que luego no pudieron reinsertarse socialmente en su país.
La patria, entonces, como en el Estupor del cubanito..., se convierte en algo portátil, que se lleva encima y que no coincide exactamente con la nacionalidad, sino más bien con la lengua, la cultura y la historia personal y social.
La mayor parte de los artistas del exilio cubano –incluido Bedia– recibió una formación en la que se privilegiaba el arte figurativo, como resultado de una determinada fundamentación discursiva que asociaba, para decirlo muy rápidamente, el arte figurativo a la conciencia política. La figura reconocible se convierte entonces en una condensación simbólica e ideológica. Así, los ritos y mitos que Bedia toma como fuentes de su obra le proporcionan una estructura narrativa implícita de base.
En lo que queda de este año y durante 2004, Bedia está trabajando para una exposición en Los Angeles, en una galería de dos hermanas mexicanas: Iturralde Gallery. Después presentará una exposición en Florencia y la inauguración de una muestra en La Casa de América de Granada, que recorrerá varias ciudades españolas. (En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 5 de octubre)

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