Por Julio Menajosky *
Desde Tucumán

La vorágine periodística a la que nos hemos mal acostumbrado, la velocidad y el consumo frenético de información hacen que muchos temas sean tratados en la emergencia con alarmante superficialidad y sensacionalismo. Un rasgo lamentablemente común en casi todos los soportes de información masiva. Así, la pancita inflada por el hambre de Pablito Gómez, ese niño tucumano cuya foto en la tapa de casi todos los diarios nos llenó de lágrimas, a las pocas semanas fue rápidamente olvidada. Poco importó que Pablito y todos los Pablitos que tras él empezaron a aparecer como imágenes de pesadilla no fueran los primeros desnutridos y que la desaparición del tema en los medios guarde poca relación con el fin del hambre.
Como dato significativo, la intención de este festival es justamente hacer visible otro tipo de producción fotográfica que en nuestro país cuenta con una legión de fotógrafos que realiza producciones a modo de proyectos personales. Y lo hacen en un tono diferente del que nos tiene acostumbrados el discurso periodístico. Aunque los temas guarden parentesco, no son lo mismo. Se trata de otro discurso, aunque las fotos, a veces, sean las mismas.
Así, la fotografía documental necesita de otro tiempo porque su trascendencia radica justamente en superar la instancia del suceso dando cuenta del proceso, del contexto que lo torna comprensible, alejados de todo voyeurismo sensacionalista, aunque las imágenes por ello mismo duelan y nos interpelen.
Entre las muchas y celebradas muestras que integran esta primera bienal de fotografía documental figura Los olvidados, una muestra colectiva de fotógrafos que pasaron por esos días del 2002, cuando los medios descubrieron el hambre en la Argentina. Entre tantas imágenes que volveremos a ver en un contexto diferente del que dieron a conocer los medios, las fotos Pablito Gómez nos siguen interrogando desde su más profundo hambre. El encuentro fue en Tucumán.

* Fotógrafo y docente universitario.