PLáSTICA
› EXPOSICION DE POLESELLO EN EL
CENTRO CULTURAL RECOLETA
La lente con que se mira
La coherencia y el impacto de su obra sobresalen en un recorrido que va desde fines de los años ’50 hasta hoy.
› Por Fabián Lebenglik
La muestra que Rogelio Polesello (1939), en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, traza una mirada retrospectiva sobre una obra que viene construyendo hace casi medio siglo. Con unas pocas series, realizadas entre 1959 y el presente, entre pinturas y acrílicos tallados, el artista resulta impactante en el despliegue, notable e intemporal en la coherencia de la imagen.
No es difícil imaginar que las obras de pequeño formato de fines de los años ’50 –tintas y témperas sobre papel– podrían haber sido pintadas por el consagrado artista que es hoy, así como las pinturas actuales podrían haber sido realizadas por el precoz jovencito que pintó aquellas obras tempranas. En Polesello toda obra resulta actual, más allá de su realización temprana o reciente.
La exposición fue curada por el propio artista, su mujer –Naná Gallardo– y la curadora del CCR –Liliana Piñeiro–. La ajustada selección exhibe un recorrido que permite ver claramente una idea programática de su obra, en la que toda obra (y toda serie) anterior implica, contiene y anticipa a la siguiente.
Mientras las pinturas se distribuyen por series sobre las paredes, en el espacio de la sala se despliegan estratégicamente las grandes placas y objetos de acrílico tallado. Así, los acrílicos, como enormes lentes múltiples y distorsionantes, recomponen en otra dimensión las formas, patrones y colores de la muestra.
En este punto, la mirada retrospectiva sobre su propia obra no sólo funciona como propuesta conceptual –en la que pasado y presente adquieren mutuos sentido complementarios porque es posible concatenarlos– sino que la condición retrospectiva se vuelve también literal: a través de los acrílicos de los años ’60 –de esas grandes placas en las que el artista talló distintas series de óvalos– es posible ver –distorsionada– la obra reciente. Una obra se ve, literalmente, a través de la otra. Esta cualidad óptica y conceptual resulta crucial para entender el mecanismo que rige la libertad de su producción.
A partir de sus placas/lentes de acrílico de la década del ’60, Polesello viene trabajando la idea de que los espectadores vean el mundo a través de su obra. Entonces, como ahora, se invitaba al visitante a poner el ojo entre las concavidades de cada acrílico. El artista tenía claro que uno de los efectos del arte es lograr que los demás vean el mundo a través de la mirada del artista. Desde entonces, la obra de Polesello forma parte de la mirada de todos.
En la recorrida resulta evidente el principio constructivo de sus patrones visuales. Allí queda claro el factor de progresión y secuencialidad de sus formas y colores, estructuras y diseños. La raíz de ese mundo artificioso, decorativo y sofisticado, que huye del vacío, lleno de falsos espacios y falsos volúmenes, cargado de geometrías, ya estaba en los ojos de la infancia del artista, perplejo por la realidad como maquinaria y precozmente intituitivo respecto de la certeza de que esa realidad está construida y es modificable. Con destreza y virtuosismo fabricó una obra sin fisuras, autosuficiente, rigurosa y narcisista, en que cada cuadro es al mismo tiempo único, pero también parte de una serie interminable que comenzó en los años cincuenta y sigue hoy, fuera del tiempo. Y sus acrílicos son el cristal con que el artista mira el mundo para transcribirlo en otra lengua.
Existe la hipótesis de que el arte del futuro se convertirá en una condición de la mirada. Si así fuera, el arte tendría más que ver con una manera de percibir que con determinados objetos o acontecimientos producidos por terceros. Siguiendo esta hipótesis, el artista del presente daría un paso enorme si consiguiera imponer una manera de mirar, porque estaría anticipándose, logrando que los demás vieran el mundo a través de sus obras. En estos términos, Polesello –el de los años ’50, el de hoy– podría ser un artista del futuro. (En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 28 de agosto.)