PLáSTICA
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Observador de una tragedia
La imagen del escritor israelí Amos Oz que perdura en la memoria es su sonrisa amable, amistosa, que puede algunas veces contener una medida de ironía, pero nunca de arrogancia o rechazo. Amos Oz es hoy, junto a David Grossman, el principal escritor en hebreo, tanto que fuera de su país se lo ha mencionado como futuro candidato al Premio Nobel de Literatura. Pero si bien niega que sea un autor internacional y prefiere ser visto como un escritor local, de su país y su lengua, es un hombre que puede andar por el mundo con la comodidad de los que saben que son leídos y conocidos, y por ello es respetado en todas las latitudes. Su esfuerzo por mantener, en todo momento, lazos fuertes con los creadores palestinos le ha servido para encarar debates y contactos más allá de la estructura política y social de su país.
Amos Oz nació en Jerusalén, en 1939, y en esa ciudad estudió filosofía y literatura en la Universidad Hebrea. Durante muchos años, a partir de cumplir los quince, pero también en los setenta y ochenta, prefirió abandonar la ciudad e instalarse en un kibbutz, desde donde emitía sus ensayos y su producción literaria. El asma de su hijo lo obligó a instalarse en el clima seco del desierto y hoy reside en Arat. Hizo el servicio militar en 1961, combatió en la Guerra de los Seis Días, en 1967, y en la Guerra de Yom Kippur, en 1973.
Sus primeras obras publicadas datan de la década del sesenta. Quizás en otra parte, una novela dedicada a la memoria de su padre, fue adaptada para el teatro. Mi marido Mikhail es una novela publicada en 1968 que llevó al cine Dan Wollman en 1975. Tiene luego una serie de novelas cortas, y más recientemente sus éxitos literarios en Israel y en el exterior incluyen Hacia la muerte, Tocar el agua tocar el viento, Un descanso verdadero, todas novelas. En Alemania obtuvo el Premio de la Paz, en Francia ganó el Prix Femina.
Aunque reiteradamente explica que prefiere no ser un vocero de su país ni un intérprete del conflicto de Medio Oriente, es llamado a opinar en todo lugar en que se detiene. Su observación más frecuente y repetida es: “El conflicto entre israelíes y palestinos es un choque entre lo justo y lo injusto. Eso significa que es una tragedia”.
Una entrevista con Amos Oz es, más que un placer, un privilegio y un honor. Nos conocimos en Barcelona en 1977 en una reunión de escritores que organizaba el centro PEN catalán, que regresaba a la superficie luego de cuatro décadas de prohibición franquista. Su estilo simple, analítico, y contundente, atrajo a todos los que lo acompañaron, que admiraron sus amables y frecuentes reuniones con artistas árabes provenientes de diversos países. Nos reencontramos luego en Londres y en varias partes del mundo. Hablamos por teléfono en la paz y en la guerra. No somos amigos, pero siempre es bueno sabernos a mano en cada extremo del mundo. Por eso, era ya impostergable esta entrevista con Amos Oz.
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