En realidad, me asombro un poco cada domingo cuando, por un viaje gratis, adolescentes vulnerables deben cortarse el pelo sin convicción, en medio de un circo romano, donde compañeros, producción, conductores y padres arengan que lo hagan al grito de ¡quedarás divina!, ¡vos podés! Me espanta ver la desazón en las jóvenes allí sentadas, el dolor y el sufrimiento en cuotas. Pienso en otras competencias, en otras maneras de divertirse jugando, teniendo así la posibilidad de ganar un viaje, de paso, no poca cosa hoy día... Pienso en cómo fácilmente pueden idearse maneras de competir entre colegios, apostando al conocimiento, a la rapidez mental, a la resolución de problemáticas respetando las características de la etapa, sin humillar la condición de joven. ¿Qué nos pasa como adultos? ¿Qué valores buscamos? ¿Qué insensata perversión hace que no podamos despertar en ellos la alegría y la transferencia del conocimiento escolar con criterio?
Si cada domingo recuerdo a Soldán y digo: pucha, ¡volvé, amigo! Tus saltitos transmitían alegría, tus cofres con llaves despertaban adrenalina, tu trato con los chicos hablaba de respeto, tus videoclips nos contagiaban de movimiento... ¡Ay! Qué doloroso ver cómo contradecimos todo el tiempo... buscamos en los adolescentes coraje, garra, estudio, y les proponemos un sinfín de antimodelos, que los hacen cada vez más competitivos y violentos. El doble discurso, que eternamente nos acompaña... y diría hoy: así, no. Con los jóvenes, así no; eduquemos educándonos primero, por favor.
Gabriela Paolucci
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