“Ellos se drogan, salen a robar, te asaltan y te pegan un tiro. Y te matan. Y por ahí lo agarran, pero salen de la cárcel como por una puerta giratoria. ¿Y dónde están nuestros derechos?” La frase se repite en las cartas de lectores, en los mensajes de oyentes, en las encuestas. Y sí, el fantasma de la inseguridad es más que una sensación: todos tenemos, si no lo hemos sufrido en carne propia, a un conocido que haya sufrido como mínimo un hurto. Y uno, aún creyéndose alejado de la previsible psicosis que ocasiona ver y escuchar todos los días de todos los años casos de inseguridad, sabe que la mano está difícil. Leo, veo y escucho, y pienso en esa división que sobrevuela, cuando no se hace explícita: ellos y nosotros. Pienso en quiénes son ellos. Los veo marginales, pobres, usando ropa deportiva de primera marca comprada en la feria, furiosos. Ahí están, con sus ojos llenos de resentimiento, casi disfrutando de la relación de poder que los favorece. Y pienso en quiénes somos nosotros. Veo a los ciudadanos, los que salimos a trabajar para vivir, los que pagamos los impuestos, los que no jodemos a nadie. Entonces, para volver a sentirnos seguros y ganar nuevamente nuestros barrios hacemos marchas para exigirles a los políticos que se ocupen de este flagelo. Ocho años atrás, nosotros, los ciudadanos, les pedíamos a ellos, a los que ahora les estamos pidiendo seguridad, que se vayan todos. Pienso en quiénes son ellos. Y los veo corruptos, ricos, distendidos. Ahí están, con sus ojos llenos de hipocresía, de soberbia, casi disfrutando de la relación de poder que los favorece. Me pregunto por qué nosotros somos tan buenos y ellos son tan malos. Y por qué sentimos que somos víctimas de todos ellos. Pienso que ellos, los marginales y los corruptos, de algún lado habrán salido. Presiento que ellos deben vivir en la misma sociedad que nosotros. Quizá compartamos el desinterés por la vida del otro, la falta de expectativas, el debatirse entre una existencia gris, la fascinación por la fama rápida. Quizás ellos son lo que no queremos ver de nosotros. Quizás fuimos haciendo de nosotros una tierra de marginales y corruptos. Quizás ni siquiera haya ellos: sólo somos nosotros que vamos mutando.
Matías Dotta
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