Muere alguien en un asalto y no falta nunca el comentario de rigor: a estos delincuentes menores de edad, pobres, villeros, la vida no les importa. Mueren cuatro jóvenes de teórico buen pasar, en un barrio de habitantes ídem, presuntamente alcoholizados y conduciendo un auto a velocidad desbocada, al caer a un lago artificial. Claramente, tampoco les importa la vida, se la autodestruyen sin hesitar. El desprecio por la vida es común a nuestros jóvenes, pobres y ricos. Es lo que les enseña una sociedad que se mofa de aquellos que buscan hijos desaparecidos o nietos robados y piden justicia. Sólo si entendemos que la vida es lo más, como dicen ellos, podremos abrigar esperanzas.
Ana Patrizio - DNI 11.257.294
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