Señores de Página/12, hace unos meses publicaron ustedes una carta mía, donde explicaba de qué forma la firma regenteada por los Werthein incumplía su contrato y pretendía, con la asociación de la firma Veraz y un estudio de abogados, sumado a la suspensión de mi línea, cobrar una suma exorbitante por un servicio que no me proporcionaban. Evidentemente la sección de lectores de Página/12 es más escuchada que los inútiles intentos de reclamo que nosotros, incautos clientes, realizamos ante la empresa. Comenzaron los llamados de Personal ofreciendo disminuir el monto de la deuda, en diferentes porcentajes, cosa que fui rechazando, pues no era el fondo de la cuestión, hasta que, finalmente, redujeron la deuda al monto del abono contratado, acreditando la cifra reclamada (¡que según planilla provenía de 10 días de comunicación continua, sin dormir ni descansar!, cuando, recuérdese, me resultaba imposible conectar a Internet).

Obviamente, y dado que a pesar de tener el servicio suspendido yo seguía pagando los abonos y pagué este último, con un llamado muy atento me informaron que restituían mi línea. Como dicen los pibes: todo bien pero, ¿saben qué? Siguen sin darme el servicio de Internet, sigo sin poder recibir ni emitir mails. Mi trabajo implica viajes continuos y además comunicarme, recibir planillas, pedidos de presupuesto, datos técnicos, contratos de venta, etc., desde países tan distintos como España, China, Panamá, Canadá, Estados Unidos, etc. El éxito de muchas ventas depende de la celeridad de la comunicación y de la velocidad de mi respuesta. No puedo hacerlo y recuerdo entonces cuando, siendo un chico, y en la oficina de Numo Werthein, lo observaba asombrado leyendo los jeroglíficos de la máquina de télex que allí tenía y lo comunicaba con el mundo de los negocios. A él le funcionaba el servicio. A mí no. El no necesitaba de Página/12 para protestar.

Alberto Bocles

DNI 5.504.037