CARTAS DE LECTORES › EL ANALISIS DE UNA CLIMATOLOGA, INVESTIGADORA DEL CONICET
Para Carolina Vera, ante la mayor frecuencia de estos fenómenos deberían trazarse “planes de contingencia” para proteger a la población. Así deberían mejorarse los niveles de alerta, pero también las condiciones de las viviendas.
› Por Pedro Lipcovich
“Ya que en la Argentina aumenta la frecuencia de eventos extremos como la tormenta del miércoles, hay que tomar medidas para proteger a la población.” Así lo sostiene Carolina Vera, climatóloga, profesora en la UBA e investigadora del Conicet. La especialista es una de quienes firmaron el informe que, hace una semana, dio a conocer el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), donde se aporta evidencia sobre el incremento de “eventos climáticos intensos” en el mundo. La protección de la población debería basarse –sostiene la investigadora– en “planes de contingencia”: gracias a ellos, los distintos organismos estatales han de tener claro qué hacer en cada caso. Pero también la población debe estar al tanto del plan de contingencia y, así, prestar atención a los dos niveles de alerta: el que se da con horas o días de anticipación –que, antes de la tormenta del miércoles, efectivamente fue impartido por el Servicio Meteorológico Nacional–, pero también el que, a veces, sólo puede darse minutos antes de la granizada o de las ráfagas. Cierto que, para lograr este último, también es necesario –según la investigadora– un más completo sistema de radares meteorológicos.
–En climatología llamamos eventos intensos a los que, en determinada zona, se producen en menos del 25 por ciento de las oportunidades; y los eventos extremos tienen lugar menos del 10 por ciento de las veces. A partir de la información disponible hasta ahora, es verosímil que la tormenta del miércoles pueda clasificarse, por lo menos, como evento intenso: se registró lluvia muy intensa en corto tiempo, vientos extremadamente severos y granizo. La pregunta es: ¿tienden a ser más frecuentes los eventos de este orden? Por una parte, hay que decir que la atmósfera es caótica y siempre pueden producirse eventos extremos: no sabemos cuál sería el evento más extremo que la atmósfera pueda generar, más allá de toda intervención humana. Sin embargo, hay evidencias de que, en los últimos 50 o 60 años, en la Argentina, ha habido un aumento de los eventos intensos de precipitación pluvial, principalmente en el centro del país y en la provincia de Buenos Aires –contó Carolina Vera.
–¿Esto vale también para las ráfagas de viento o el granizo?
–No contamos con registros suficientes y continuos sobre ráfagas o granizo; no suele haberlos en el mundo, en realidad. Pero sabemos que los eventos intensos de precipitaciones pueden ir acompañados por vientos intensos o granizo: puede inferirse que también aumentaron. En cuanto a precipitaciones, sí tenemos más datos y los registros muestran tendencia a una mayor frecuencia de eventos intensos: si comparamos lo que ocurría a mediados del siglo XX con la actualidad, vemos que la frecuencia de eventos intensos aumentó entre un diez y un 15 por ciento. Esto tiene correlato con el informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), emitido hace una semana y del que soy firmante. Este documento examina distintos tipos de eventos intensos y extremos: olas de calor, de frío, lluvias intensas, sequías. Una de las evidencias es el aumento de eventos intensos de precipitación en distintos lugares del mundo.
–Esto vincula estos fenómenos con la noción de un cambio climático global causado por la actividad humana.
–Todavía no lo planteamos con un ciento por ciento de certeza. Pero nuestra última conclusión, contenida en ese informe, plantea, para diversos eventos extremos, cambios atribuibles, con fundamento científico, al aumento en los gases de efecto invernadero por actividades humanas. Hay ya evidencias de que la actividad humana incide en la aparición de eventos extremos. Ahora, en el caso particular de un evento como la tormenta del miércoles, no se puede establecer si obedece o no al cambio climático; esto vale para comparaciones en series históricas. Lo cierto es que, si uno vive en una zona donde aumenta la frecuencia de un evento extremo como la precipitación acompañada de granizo o ráfagas, hay que tomar medidas para reducir la vulnerabilidad y la exposición de la población.
–¿Hay un concepto de vulnerabilidad y otro de exposición?
–Sí. El impacto desastroso que pueda tener un evento meteorológico no depende sólo de su magnitud, sino de estos dos aspectos, que suelen desestimarse. Como se vio claramente en la tormenta del miércoles, las viviendas de chapa son más vulnerables que las de material. La vulnerabilidad de la población depende así de las condiciones habitacionales, pero también de la infraestructura: la limpieza de los desagües, la situación de los ríos entubados, el estado de los árboles en las calles. Incide el estado general de la infraestructura, pero también hay medidas de limpieza, cuidados que pueden tomarse ante una alerta temprana: en el caso de la tormenta del miércoles, el Servicio Meteorológico Nacional dio la alerta desde el día anterior y temprano en la mañana. Todo esto depende a su vez de que existan y se apliquen planes de contingencia, que conciernan a instituciones como los bomberos, la defensa civil, sectores de mantenimiento urbano. Estos planes son necesarios siempre, y lo son más cuando hay indicios de un cambio climático.
– ¿Y en cuanto a la exposición al evento extremo?
–Hay que avisarle a la gente. Recordemos por ejemplo la tormenta con granizo, tremenda, que aconteció en Buenos Aires en agosto de 2008. A lo largo de nuestras investigaciones llegamos a la conclusión de que ese evento se podía haber pronosticado pero sólo con 20 minutos de anticipación. Esto requiere, en este caso para tormentas con granizo o ráfagas, un sistema de alerta parecido al que se utiliza en Estados Unidos para otro fenómeno, los tornados. Allí, cuando el Servicio Meteorológico anuncia que al día siguiente hay probabilidad de tornados, la gente ya sabe que ese día tiene que tener prendida la radio o la televisión. En cuanto el servicio meteorológico está en condiciones de disparar una alerta, la envía directamente a los medios de comunicación: a veces la gente no tiene más de 15 minutos para meterse en un sótano. Entonces, veinte minutos puede ser un tiempo suficiente para que, ante un alerta de tormenta con granizo, la gente se proteja y proteja sus bienes, pero tiene que haber un plan de contingencia que la población conozca y atienda.
–Hay dos tiempos en la alerta.
–Con un día de anticipación, se puede elaborar un pronóstico de buena calidad sobre, por ejemplo, probabilidad de tormentas intensas con granizo en la región bonaerense; pero, a lo largo del día, es muy difícil pronosticar cuándo y dónde exactamente va a ocurrir la tormenta. El martes, se sabía que al día siguiente había probabilidad de tormenta, pero el miércoles los ciudadanos desconocíamos dónde iba a ser más intensa o dónde iba a caer granizo. La única manera de monitorear las tormentas es mediante radares. En la Argentina, en los últimos años se incrementó la cantidad de radares. En la ciudad de Buenos Aires, el Servicio Meteorológico Nacional tiene uno, pero todavía no es suficiente, y falta personal experto para manejarlo. Entonces, una manera de minimizar los impactos sería tener un sistema de radares que permitiera dar las alertas con más precisión y prontitud.
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