CARTAS DE LECTORES › OPINION
› Por Diego Bonadeo
Fueron los socios responsables del triunfo de la selección de Brasil en el Mundial de 1994. Ahora, dieciocho años después, los dos son diputados nacionales de su país. Romario, por el Partido Socialista Brasileño, y Bebeto, por el Partido Democrático de los Trabajadores.
A ese equipo del ’94 lo conducía Carlos Alberto Parreira, ahora ayudante de campo de Luiz Felipe Scolari, el flamante entrenador del equipo nacional brasileño.
Pero es Romario una vez más –ahora fuera de las canchas– quien toma la bandera del fútbol que se debe jugar, en este caso festejando el alejamiento del entrenador Mano Menezes, a quien reemplaza Scolari. El despido del técnico se da a continuación del patético partido que se jugó en Buenos Aires contra la Selección de la AFA y que Brasil perdió 2-1 para luego quedarse con la Copa por penales, dado que el mismo resultado (2-1) se dio en el partido de ida.
Pareciera que Romario entendió, entre otras cuestiones, lo absurdo de los festejos del plantel brasileño y del cuerpo técnico, después de esa parodia de fútbol.
Y el diputado del Partido Socialista Brasileño convocó a “hacer una fiesta, por ser un día histórico para Brasil, y hay que encender los fuegos artificiales”. Agregó además: “Por fin los incompetentes de la Confederación Brasileña de Fútbol hicieron algo bueno por el fútbol brasileño. Por fin ocurrió, aunque infelizmente se hizo esperar”.
A uno se le ocurre que en la Argentina sería impensable que un “legislador-futbolista” –Antonio Ubaldo Rattin, por caso– tratara de incompetente a Julio Grondona por despedir a Alejandro Sabella. Pero, lamentablemente, tanto en la cancha como en la vida, como Romario hay pocos.
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